Apunte de memoria

04/03/2020
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

En una reciente reunión de la Fraternidad de Reporteros de México, A. C. (FREMAC) se discutieron tres asuntos que tienen que ver con el gremio: 1) ¿el quehacer periodístico es un oficio o una profesión? 2) la exposición de imágenes y su descripción a través de un lenguaje, que denigran a los protagonistas del hecho, gente pobre y, por lo tanto, vulnerable, indefensa frente a la violencia e impunidad; y 3) los riesgos cuando se emite una opinión sobre la actuación de un funcionario público, que se siente ofendido, y lo puede demandar por daño moral, además de exigir una indemnización o reparación.

 

Sobre el primer punto, recuérdese que el boom de estudiantes y escuelas tiene poco tiempo. Apenas data de la década de los 70. Anteriormente, los periodistas eran abogados y escritores, como los liberales de mediados del siglo XIX, con los casos notables de Guillermo Prieto y Francisco Zarco. Y a pesar de su profesionalización, el gremio la ejerce en condiciones precarias y riesgo. En muchas ciudades y poblaciones, a muchos se les regatea su calidad de periodistas, y no cuentan con el apoyo de sus medios. De ahí que se insista en que el ejercicio periodístico, vinculado a denuncias de actos de corrupción y complicidad, sea de alto riesgo, por el que los mecanismos de protección resultan, a veces, insuficientes.

 

Aún hoy, no obstante que hay carreras y diplomados en periodismo, ciencias y técnicas de la información, comunicación colectiva, además de especialidades en periodismo digital, se debate si ya trascendió la categoría de oficio. A fines de los sesenta, la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (hoy Facultad) de la UNAM tenía menos de un centenar de estudiantes de periodismo, y casi todos querían ser comunicólogos. Armand Matelart y Ariel Dorfman acababan de publicar en Siglo XXI Para leer al Pato Donald.

 

Hoy, todavía en la lista de salarios mínimos, que se negocian cada año (en realidad, se les imponen a los trabajadores), el reportero ocupa el primer lugar de los oficios. En materia de información, existe una dura competencia, pues cualquiera, haciendo uso de su celular, puede subir en la red o nube, en tiempo real, un hecho, y no por ello estar haciendo periodismo, periodismo ciudadano. Sin embargo, le es necesario el contexto y análisis, que sólo proporcionan las herramientas conceptuales y metodológicas propias del periodismo. Hoy, se encuentra en primera línea el periodismo de investigación, que va más allá de las simples declaraciones y boletines de prensa. Aquí recuerdo a la Enciclopedia Estudiantil, a principios a fines de la década de los sesenta, que en unas cuantas páginas presentaba la tarea del reportero como si éste fuera un detective que resolviera un misterioso caso.

 

Hasta la década de los setenta del siglo pasado, los periodistas se hacían en la calle, reporteando. Lejos estaban de aparecer en la televisión y ser líderes de opinión, que en sentido estricto desinforman. La cultura, adquirida en la biblioteca familiar o en las lecturas, nunca sobraba; era complemento de la información, y ayudaba en mucho a hacerse de un estilo. Aquí quiero recordar a Eduardo Deschamps, veracruzano de cepa y amante de la música, quien al leer y corregir textos, movía un dedo, cual batuta, como buscando cómo sonaban las palabras, su musicalización. Como dice Yara, La esclava de Juana Inés, protagonista de la novela de Nacho Casas: “la madre (poeta) me pidió una y otra vez que parara las orejas para oír lo que escribía”.

 

La utilización de las redes sociales –benditas, según el presidente López Obrador—, aparte de la inmediatez, nos remite al segundo asunto: el del amarillismo o, de plano, en el lenguaje actual, a las fake news, las noticias falsas que distorsionan la realidad, pero que se venden bien y que conducen a una determinada respuesta y comportamiento de la población, su opinión, moldeada por los medios y sus intereses, y que emerge con intensidad en tiempos electorales, a favor o en contra de candidatos, que se presentan y venden como cualquier producto, aunque, a la larga, el vistoso empaque no corresponda con el contenido. Es el caso de muchos políticos que se sirven de su posición para hacer negocios e enriquecerse.

 

Es el caso, como botón de muestra, de Humberto Moreira, ex gobernador de Coahuila y ex dirigente nacional del PRI,  que mostró ofendido cuando un académico y analista mostró pruebas de corrupción que ya circulaban en otro país (España), a quien demandó por daño moral. Como siempre sucede, las denuncias provienen de fuera, donde se arman las investigaciones, y que aquí, en México, sólo replicamos, sin que la Fiscalía sepa nada.

 

A todo esto, habrá que ver la cobertura que daremos en lo que suceda los días 8 y 9 de marzo, y sobre todo la respuesta que dará el régimen de la 4 T a la marcha y al paro de las mujeres, que se rebelan frente a un mundo que las violenta, como lo fueron Ingrid y Fátima. Las voces de las mujeres son claras y determinantes: ¡Ni una más! ¡Ni una menos!

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205056?language=es

Del mismo autor

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS