Hernán, maestro de la liberación

29/01/2020
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A Hernán lo conocí hace 40 años en el suburbio oeste de Guayaquil, trabajando con las organizaciones populares en unión con un sacerdote de su sector y con el MIR (Movimiento de la Izquierda Revolucionaria). Luego nos perdimos de vista. Hace 15 años nos volvimos a encontrar al regresar yo a Guayaquil para acompañar las CEBs. Estaba a cargo de una Escuela en las invasiones de Monte Sinaí, en el sector de Las Iguanas. Antes fue profesor en la Penitenciaría del Litoral. Estuvo también en El Bastión Popular manteniendo su compromiso de fe y de compromiso política. Se fue a Las Iguanas, más a la periferia, porque en el año ‘94 el fenómeno invernal había destruido muchas casas en El Bastión Popular. Encabezó en Las Iguanas una invasión con 250 familias. Con la ayuda de la Congregación Salesiana construyó una Escuela para la educación de los niños del sector. Un infarto lo separó de nosotros con apenas 63 años.

 

¡Qué ejemplo de compromiso liberador, este Hernán! Incansable para fomentar la organización popular y la comunidad cristiana. Monseñor Leonidas Proaño era su guía. Decía Hernán: “Él nos enseñó a los cristianos a caminar con los 2 pies: el de la fe y el de la organización popular”. Y lo fue cumpliendo a cabalidad. Vivía pobre entre los pobres con especial atención a las mujeres y a los niños más pobres. Había entendido muy bien lo de la ‘Opción por los Pobres’ que los obispos empujaban en sus reuniones latinoamericanas. Su opción no era ‘hacer visitas’ a los pobres repartiéndoles algún regalo navideño; él vivió pobre entre los pobres buscando darles la mejor educación escolar. Su casa, en la misma escuela que dirigía con su mujer, era modesta y abierta a todos los que tenían problemas, maltrato, drogadicción, embarazos prematuros… Hacía suyas las causas de las gentes de su barrio, luchaba con ellos para lograr los servicios básicos, la salud, el agua potable, el relleno de las calles, el alcantarillado… Los pobres organizados eran su pasión, su alegría, “su sabiduría” como solía decir. Con ellos era exigente porque no le gustaba el paternalismo: ellos mismos tenían que ser organizadamente los protagonistas de sus logros. Quería un pueblo digno, de pie, consciente, valiente, creyente en el Dios de la vida y la liberación.

 

Había entendido muy bien el compromiso cristiano de la fe: el Reino se construye en la vida social, política, económica, ideológica… Su escuela tenía una capilla para celebraciones participativas, para actos culturales y folklóricos de chicos y chicas de la calle que inventaban dramas y sociodramas: sus danzas modernas con mensajes positivos, eran sumamente creativas, críticas y artísticas. El lema de estos chicos y chicas es: “¡Hazme, Señor, tu música!”

 

Hernán, estás dejando muchas huellas. Nos indica el camino de la fe y del compromiso político. Pusiste muy alto el proyecto del MIR y de la izquierda, juntando libre y alegremente sencillez y valentía, generosidad y exigencia, ternura y sabiduría, cristianismo y política. Sí, Hernán, fuiste un gran maestro, maestro en la escuela, en la calle y en la Iglesia, tras los pasos de Jesús y María de Nazaret. ¡Gracias por ser nuestro faro entre tanta corrupción y tanto individualismo! El Dios de los pobres sigue proclamando como ayer con el profeta Isaías: “¡Te tengo grabado en la palma de mis manos!” Para nosotras y nosotros, tus amigos, fuiste una gracia de Dios y un regalo del Pueblo de los Pobres. Te tenemos grabado en nuestros corazones, Hernán, porque eres maestro de la liberación… para largo. ¡Feliz pascua, Hernán!

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204463
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