Ecuador: herramientas de unidad para un proceso de cambios
- Opinión
En 2009 escribí en un análisis que se estaba forjando una nueva derecha en Ecuador y en América Latina para contrarrestar el avance de los gobiernos progresistas o de izquierda que estaban triunfando electoralmente.
En el caso ecuatoriano mencionaba a determinado personajes de los medios de comunicación que asumían abiertamente su papel de actores políticos, a determinados sectores sociales y políticos opositores al gobierno y a otros que apoyaban o estaban dentro del propio gobierno.
Entre los sectores internos mencionaba Ruptura de los 25, con una estructura de pensamiento de la mayoría de sus integrantes surgida de la ex Democracia Cristiana, sectores vinculados a Gustavo Larrea o el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que históricamente vivieron del oportunismo y a otros que era más fácil identificarlos porque siempre habían estado vinculados a la derecha.
Algunos de esos sectores que antes estuvieron vinculados a la derecha y estaban en el gobierno se podían asumir como parte de una política de alianzas o vínculos de amistad o lealtades con el presidente y el gobierno. Con ellos se podía estar en desacuerdo, pero estaba claro quiénes eran, más allá de aportar en la gestión gubernamental. El problema mayor eran los otros, que apenas cambiara la realidad volverían a ser lo que siempre fueron, como ciertos prefectos, alcaldes, asesores, asambleístas y tantos más que se acomodaron a la sombra de su “gobiernismo” acrítico, durante los diez años de Rafael Correa.
Pero eran todavía más preocupantes los sectores que en algún momento podían haberse reivindicado de izquierda o disfrazado de izquierda y en el minuto indicado fueron, son y serán sumisos a la derecha, al poder económico y a la influencia estadounidense.
En ese sentido me preocupaban los sectores mencionados, y los grupos o personajes que en algún momento incluso pertenecieron a la izquierda tradicional y ayudaron a hundirla, ya sean del Partido Comunista, Partido Socialista o MIR, además de estos jóvenes que decían ser parte de una ruptura que no era tal.
Unos y otros fueron y son parte de la farsa política que en momentos importantes terminaban siendo serviles al colonialismo político, los poderes económico nacionales y trasnacionales. Esa preocupación no surgió a partir de la llegada al gobierno de Correa, sino de mucho antes, cuando se acercaban al movimiento indígena tratando de influenciarlo.
Por lo tanto no creo que esos sectores hayan traicionado sino que siempre respondieron a un sentido de clase. Más allá de ocultarse en su crítica al gobierno de Rafael Correa, o directamente en su odio al ex presidente por no haberles dado el puestitos o espacio que querían tener, esos sectores o personajes han tenido siempre la misma postura política, social y económica. No han cambiado.
Por lo tanto, era casi obvio que terminarían asumiendo la postura que asumieron con el actual gobierno. En ese sentido, lo bueno del actual proceso es que cada cual ha mostrado su verdadero rostro.
Si antes de la movilización de octubre de 2019 ya no existía espacio para seguir justificando sus acciones con las del gobierno anterior, después quedó en evidencia que sus acciones y pensamientos son parte de su visión de clase y su oportunismo. Finalmente, son parte de su ideología.
En todo caso, esos personajes y sectores pueden lucrar con distintos gobiernos, dañar o romper espacios de izquierda o progresistas pero finalmente no tendrán una proyección mayor. Su único papel es servir de escalera para la derecha y un día se caen despreciados por las masas.
Esa gente y sus traiciones son apenas una de la causa del actual momento de entreguismo, crisis social, política y económica que vive el país. Hay otras causas, como la intervención de Estados Unidos y sus servicios de inteligencia claro está.
Pero también otra causa está en los errores de todas las izquierdas que solo se miran al ombligo y creen ser dueñas de la verdad; en la condición de clase de cierta izquierda que tiene una mirada burguesa y colonialista de los procesos sociales y políticos porque su extracción de clase se los dictamina; el oportunismo de cierta gente que se dice de izquierda pero vive acomodándose y puede hacer zancadillas a sus supuestos compañeros con tal de defender un lugarcito, ayudando así destrozar procesos; los movimientos sociales y políticos que se venden por alguna migas de pan, y más…
Si la izquierda y los sectores políticos democráticos quieren cambiar el destino de un país que está en manos de los sectores más retrógrados de la sociedad y va hacia la consolidación de un modelo más opresor en todo, debe fortalecer alianzas en la movilización como ocurrió en octubre, poniendo énfasis en la unidad social y política en la calle, y debe lograr alianzas honestas para las elecciones del año próximo sobre todo en la segunda vuelta.
Un frente social y político puede ser una de las herramientas fundamentales si no se construye solo con etiquetas. Un movimiento socio cultural para el cambio es otra herramienta importante, si aporta bases simbólicas para el cambio y para la lucha ideológica.
Para eso se necesita un mayor respeto hacia los otros, capacidad de fortalecer estratégicamente la unidad social y política, consolidar distintas herramientas de lucha conjunta y dejar a un lado los personalismos.
Todo el mundo tiene derecho a soñar en que puede ser presidente o asambleísta, pero el problema surge cuando se pone por delante de todo esa aspiración transformada en ambición, sin entender que las elecciones son una parte de un proceso estratégico de cambios.
Por lo tanto habrá que superar individualismos, ambiciones, miradas cortas, egoísmos y oportunismos para cambiar el destino que está construyendo la derecha política, social y económica. No hay destino irreversible, pero se necesita con urgencia asumir el reto de construir herramientas de unidad para un proceso de cambios, antes que sea tarde y avancemos hacia un nuevo tiempo de lamentos.
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