El regreso de Marco Polo

02/04/2019
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Desde la remota Antigüedad la costa del Mediterráneo ha sido la desembocadura de la Ruta de la Seda, hasta allí llegaban las mercancías procedentes del Lejano Oriente en su camino hacia los mercados europeos. Es allí donde la flota fenicia y la flota griega hacían el relevo de los camellos en la cadena de transporte.

 

En la Edad Media y el Renacimiento ese relevo lo hacían las flotas mercantes de las cuatro repúblicas marineras italianas: Venecia, Génova, Pisa y Amalfi.

 

Toda vez, recién comenzado el siglo XIV, un grupo de mercaderes venecianos de la familia de los Polo resolvió recorrer la Ruta de la Seda a la inversa y llegaron a China, Allí permanecieron por varios años, pero un día el más joven de ellos, Marco Polo, regresó a Venecia, presumiblemente a buscar una esposa veneciana. Marco Polo trajo consigo varias novedades procedentes de la cultura técnica china, que tendrían gran repercusión en la cultura europea: la brújula, el papel y la pasta seca.

 

Con esa perspectiva histórica en mente no es para nada sorprendente que China e Italia hayan suscrito hace poco, un acuerdo para que Italia sea el lugar preferente de llegada de la Nueva Ruta de la Seda, Un proyecto de inversión en infraestructura de transporte para facilitar la complementación económica y el comercio entre China y Europa. Es un papel en que Italia tiene una larga y exitosa tradición.

 

Este reciente acuerdo entre China e Italia era de esperar, porque además de una propicia lógica ancestral, hoy como entonces obedece a las permanentes ventajas de la geografía italiana para servir de puente para el comercio entre Europa y el Cercano Oriente. Ese tipo de recuerdos pueden haber estado en la mente del Presidente chino Xi Jinping, durante su reciente visita a Italia para firmar los acuerdos que convierten a Italia en socio del gigantesco proyecto de infraestructura conocido como la Nueva Ruta de la Seda, una iniciativa para crear una correa transportadora del comercio y acercar culturalmente las 2 economías más grandes del mundo: La Unión Europea y China.

 

Es de esperar que las inversiones en ese proyecto jugarán en la economía mundial del siglo XXI el mismo papel que la creación de una infraestructura entre la Costa Este y la Costa Oeste de los Estados Unidos jugó para la Economía Mundial durante el siglo XIX.

 

Según los borradores que se han filtrado a la prensa, el acuerdo otorga a las empresas italianas y chinas un acceso privilegiado para realizar los trabajos de infraestructura para ampliar y modernizar 4 puertos italianos: Trieste, Génova, Palermo y Ravenna. La coordinación de los trabajos estará a cargo de compañía estatal China Communications Construction Company (CCCC). En la operación portuaria participarán también la China’s Merchant Union (Unión de Mercaderes chinos). Las empresas chinas de transporte marítimo tendrán sus propios terminales.

 

Con este acuerdo, que va más allá de ser una brillante victoria diplomática de Beijing. China espera obtener un acceso más rápido y seguro a los mercados de la Europa Central y la Europa del Norte, donde el poder de compra es mayor. La ayuda china mejorará las conexiones entre la red italiana de transportes y la red de transportes europea. Las mejoras en los puertos y en la red de transporte ayudarán también a las exportaciones italianas hacia terceros países. El reflejo de esas novedades en la economía italiana es seguro que favorecerá la presente coalición de gobierno en el próximo evento electoral.

 

Al firmar este acuerdo con China, el actual gobierno italiano muestra que entre los fundadores de la Unión Europea, Italia es el país con una política exterior más independiente. Mientras Alemania cede a las presiones de Estados Unidos y gasta billones del dinero de sus contribuyentes para dotar sus puertos de terminales para importar el gas líquido, que exporta Estados Unidos un gasto inútil porque cualquier experto en suministro de energía sabe que el gas líquido transportado por barco jamás podrá competir en precio con el gas ruso bombeado desde Rusia con el uso de los dos gasoductos que atraviesan el Mar Báltico conocidos como North Stream. Este es sólo el último caso en que Ángela Merkel pone los deseos de Estados Unidos por encima de los intereses alemanes.

 

Un caso reciente sobre la diferente actitud entre el gobierno italiano y el alemán tuvo lugar cuando el actual gobierno italiano resistió las presiones de Estados Unidos y fue el único miembro influyente de la Unión Europea que se negó a reconocer como Presidente de Venezuela al Presidente de su Asamblea Legislativa, Juan Guaidó, un hombre escogido por Washington como Presidente interino. Italia argumentó que eso era claramente contrario en práctica y teoría al Derecho Internacional, porque el hombre de Washington no controla ninguna parte del territorio venezolano y tampoco alguna de las instituciones que gobiernan el país, por lo cual un reconocimiento espurio podía perjudicar a la extensa comunidad italiana residente en Venezuela que quedaría sin representantes para defender sus intereses ante quien efectivamente gobierna el país. Por eso, después de tales signos de independencia resulta comprensible que Italia sea el único entre los grandes países europeos que se haya atrevido a firmar con China. Hay otros países miembros de la Unión Europea que lo han hecho sin que nadie se escandalice en la prensa, en Washington o en Bruselas; se trata de lo que ya es una larga lista: Croacia, República Checa, Hungría, Eslovaquia, Bulgaria, Rumania, Portugal y Malta. Pero Italia es entre ellos el único que es miembro del club de las grandes economías conocido como el G-7 y eso le da al acuerdo mucha relevancia

 

Las inversiones chinas en la infraestructura de transporte italiana le darán un impulso muy necesario a la economía italiana, que está en recesión desde el 2018. La inversión estimada en expandir y modernizar los 4 puertos mencionados es de un millardo de euros para cada uno. Como cada puerto está en una región diferente, el estímulo de las inversiones se propagará por toda Italia. Que tal ese resultado para un gobierno que París y Bruselas tachan de populista y de ignorante en temas de economía, como se suele hacer con todo gobierno que se aparte de la ortodoxia neoliberal, sobre todo si esa herejía está asociada con preocupación social y una orgullosa defensa de los intereses nacionales. Si los resultados del populismo atraen las inversiones chinas que proporcionan empleo y crecimiento puede que el populismo nacionalista termine por ser una opción electoral muy popular.

 

Almería, 28/03/2019

https://www.alainet.org/es/articulo/199097
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