Apocalipsis
- Opinión
Hay por ahí un enteradillo de la cosa financiera que anuncia, perseverantemente, una crisis económica y financiera ante la cual la Gran Depresión pasará por una turbulencia menor que no hubiese hecho caer ni un Boeing 737 MAX si en los años 1930 esos ataúdes volantes hubiesen sustituido a los meritorios DC-30.
Según John Mauldin no perdemos nada por esperar y haríamos bien contratando sus amables servicios de asesor financiero, único modo de no dejar hasta el cepillo de dientes en la catástrofe que viene. Como siempre en la cosmogonía del norte, hay un enemigo. Esta vez el enemigo es la deuda. Más precisamente la deuda agregada, expresión que designa la suma aritmética de la deuda de los hogares, de las empresas privadas y del Estado o deuda soberana.
Hoy por la mañana me enteré de que la deuda de las empresas francesas bate su propio record y sobrepasa la no despreciable suma de 4 billones de euros, o sea 175% del PIB galo, la nada misma.
Desde luego los economistas no habían dicho una palabra: para ellos lo terrible es la deuda soberana que gira en torno al 100% del PIB, aun cuando omiten precisar que la “maduración” de la deuda pública –escalonada en un promedio de ocho años– hace que cada año representa solo un 12,5% del PIB. Si a eso le sumas el gigantesco patrimonio público (no todo está privatizado…), la deuda pública es pecata minuta. La prueba, los mercados financieros le prestan a Francia a tasas negativas, o sea que pagan por prestar plata.
En las estadísticas disponibles la deuda de los hogares va convenientemente disimulada en la deuda de las empresas (deudas de privados), aun cuando un estudiante de primer año de contabilidad de la enseñanza media sabe que no se puede asimilar una empresa a un hogar.
Si buscas bien, encuentras que la deuda de los hogares franceses equivale al 59,2% del PIB (T3 2018). Cifra extremadamente sostenible al decir de los que saben, que se hacen un placer en señalar que la deuda de los hogares británicos representa un 86,2% del british PIB, mientras que los sobrinos del Oncle Sam deben una suma equivalente al 102,1 % del PIB del Imperio. El american dream debe estar poblado de pesadillas.
Detallito interesante, al 30 de noviembre 2018 los bancos franceses atesoraban más de 2 billones de euros, de los cuales € 820 mil millones en cuentas corrientes, y € 485 mil millones en libretas de ahorro. Como puede verse, si alguna inquietud perturba el sueño del ministro de Finanzas, ella está relacionada con la deuda corporativa.
Inquietud apaciguada por la decisión del Banco Central Europeo de mantener las tasas de interés en torno a cero % y de lanzar un nuevo relajo monetario (quantitative easing) poniendo masas de dinero a disposición de la banca privada.
Todo esto te lo cuento con la sana intención de reiterar lo que ya escribí hace algún tiempo. La deuda pública chilena es ridículamente baja visto que el Estado abdicó de sus responsabilidades en materia de servicios públicos, entregándole esos gigantescos negocios al sector privado (subvencionándolo incluso). Aun así, el Estado hace gala de una tremenda insolvencia no pagando los insumos de los hospitales públicos, deuda que sobrepasa los $ 800 mil millones (mil doscientos millones de dólares…). Chile, país insolvente, diga lo que diga el ministro de Hacienda.
No obstante, habida cuenta del progresivo aumento de las tasas de interés lo que inquieta es la deuda corporativa “chilena” que supera el 130% del PIB.
Un brusco aumento de las tasas de interés en los EEUU gatilló el desastre de 1982-1983 que se saldó por la quiebra de todos los bancos, forzando, como es costumbre, el pago de la factura por el Estado, o sea todos los hogares chilenos.
Las empresas que operan en Chile, nacionales o extranjeras, se nutrieron de los Fondos de Pensiones. No está claro si deben devolver esos fondos, incrementados de los correspondientes intereses y remuneraciones. A priori debiese ser el caso, pero en Chile nunca se sabe.
Peor aun, el ‘experto financiero ya mencionado –John Mauldin– sostiene que la deuda es impagable y que tarde o temprano habrá que pasar el estropajo.
De ahí este, mi apocalipsis, palabra que nos viene del griego apokálupsis, acción de descubrir, o bien revelar. Prevenido quedas. De ahora en adelante no digas que no lo sabías.
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