¿Qué vendrá después del “petardo mojado” de Estados Unidos en Venezuela?
Esa operación fue lanzada como último recurso después del fracaso del más desesperado intento de golpe de Estado de la historia en Nuestra América.
- Opinión
El pasado sábado 23 de febrero lo pasé como muchos otros tratando de ver el desenvolvimiento de la operación de Estados Unidos contra el gobierno constitucional de Venezuela bajo la “bandera de conveniencia” de una supuesta “ayuda humanitaria” pedida por Juan Guaidó, quien a través del gobierno de Washington se autoproclamó “presidente” de Venezuela, y el mismo que sin ningún empacho declaró (1) que la pérdida de vidas humanas por la violencia generada por la oposición y las que vendrían por una intervención militar extranjera “para nosotros no es costo, es inversión en futuro”.
En realidad esa operación fue lanzada como último recurso después del fracaso del más desesperado intento de golpe de Estado de la historia en Nuestra América, con los llamados públicos a través de los incondicionales carteles de prensa de Estados Unidos y Latinoamérica, y las gestiones diplomáticas y políticas de los gobiernos vasallos de la región a los jefes militares de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) para que se vendieran desertando y poniéndose al servicio de Estados Unidos (EEUU) con el principal objetivo de derrocar el legítimo gobierno de Nicolás Maduro para saquear a Venezuela, literalmente.
Lo que escuche, vi y leí el pasado sábado 23 confirmó lo que esperaba, que esa operación iba a ser un “petardo mojado” por diferentes razones, la primera de entre ellas por el apoyo mayoritario de los venezolanos y de las FANB al gobierno de Maduro, y porque además de ser un desconocido para la población, Guaidó ni siquiera representa al sector mayoritario de la oposición desde el momento en que llama a la violencia radical, al intervencionismo directo por parte de EEUU, y que aceptó gustoso convertirse en “títere ventrílocuo viviente” de los neoconservadores que gobiernan en Washington, los mismos que desde hace años vienen hambreando y creando escasez artificial en Venezuela mediante andanadas de sanciones de todo tipo.
El haber creído que mediante la “realidad virtual” del títere Guaidó podían crear un “síndrome de Estocolmo” (2) en millones de venezolanos, y en particular en el seno de las FANB, después de haber “recrudecido un bloqueo criminal contra el país, con la única intención de quedarse con el petróleo venezolano”, como señaló la vicepresidenta Ejecutiva de la República Bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez, me confirmó la patética decadencia y nulidad total del sistema político, diplomático y de inteligencia del imperialismo yanqui.
¿Qué esperar ahora de Estados Unidos?
De principio ya sabemos que no podemos esperar una respuesta mesurada y racional de parte de la Administración del presidente Donald Trump, pero las dudas que emergen en algunos de sus aliados regionales –según versiones no confirmadas parece nada menos que de Colombia y Brasil- se pueden explicar por un sorprendente acto de cordura como ha sido la declaración de la Comisión Europea comunicada por la vocera para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Maja Kocijancic, poniendo en claro que en el llamado de Guaidó a una intervención militar contra Venezuela “la posición de la Unión Europea en este contexto es muy clara: hay que evitar la intervención militar”.
Dada la situación y si hubiese una pizca de cordura en la Casa Blanca, después de este fracaso se podría apostar al despido de John Bolton (Seguridad Nacional) y Michael Pompeo (Departamento de Estado), juntos o por separado, y a que de ahora en adelante se le negara hablar al Vicepresidente Mike Pence, pero en la práctica lo que la Administración Trump dice y hace cotidianamente en materia de relaciones internacionales muestra el avanzado estado demencial que reina en los altos círculos del poder en Washington. Y desgraciadamente por eso mismo el fracaso del 23 de febrero puede terminar siendo interpretado por los obcecados que gobiernan en Washington como que la única vía disponible son nuevas y más agresivas operaciones contra Venezuela, incluyendo una intervención militar directa o conjuntamente –si consiguen convencerlos- con los países vasallos en la región.
El politólogo José Luis Fiori señala que, después de la elección de Donald Trump, es mucho más difícil de prever el futuro del sistema mundial y los cambios repentinos de la política exterior norteamericana, en particular con las Grandes Potencias. Pero en un aspecto, todo quedó más claro y transparente: el comportamiento de Estados Unidos frente a los países de la periferia del sistema. En estos casos, el gobierno Trump abolió las simulaciones del pasado, y asumió de forma explícita lo que Estados Unidos siempre ha hecho de forma encubierta: promover el cambio autoritario de gobiernos y regímenes que les desagradan, a través de los métodos que sean más rápidos y adecuados. Es decir, las "conspiraciones idealistas" ceden lugar al "realismo estratégico” en la defensa del derecho de intervención estadounidense contra sus dos nuevos "enemigos útiles": los fantasmas de la "corrupción" y del "populismo autoritario". Y más adelante agrega que “en estos nuevos tiempos, la democracia y la soberanía nacional de los países periféricos dejan de tener cualquier valor y pueden ser atropelladas impunemente cada vez que se convierten en un blanco de la política exterior de Estados Unidos. Estas "intervenciones estratégicas" no tienen ningún tipo de límite ético, ni tienen ningún tipo de compromiso con la reconstrucción de las sociedades y de las economías que se destruyen. El tiempo del Plan Marshall y de la "hegemonía benevolente" de Estados Unidos se acabó y no volverá más. Y este es un "dato de realidad" que necesita ser asumido y computado por la estrategia de los pueblos y de las fuerzas políticas que aún sueñan y luchan para ser dueños de su propio destino” (3).
Lo que es probable es que el campo de países que apoyan al gobierno Bolivariano -o simplemente rechazan cualquier tipo de intervención militar-, en nuestra región y en el mundo, ira ampliándose. Las razones son diversas, pero algunos aliados europeos de Washington que se plegaron mansamente a la fracasada agresión del 23 de febrero han cambiado de posición, como hemos visto, y eso tiene que ver también con las serias fracturas políticas y sociales que sufren las sociedades europeas por las radicales políticas de austeridad neoliberal. Los Chalecos Amarillos en Francia que reclaman cada vez más la recuperación de la “soberanía nacional y popular” para poner fin al neoliberalismo pueden terminar siendo el más importante despertar sociopolítico europeo del último siglo, y fueron varias banderas venezolanas las que vimos el pasado sábado 23 en las manifestaciones de los Chalecos Amarillos en Paris y otras ciudades francesas.
Todo esto acentuará el aislamiento político y diplomático de EEUU en momentos en que Washington enfrenta serias negociaciones para evitar una guerra comercial con China, en que hay desacuerdos con Alemania y otros países de la Unión Europea en el terreno de la seguridad –por el retiro de EEUU del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF en su sigla en inglés) y el papel de la OTAN-, por el Gasoducto del Norte con Rusia, y en lo comercial por la amenaza de Washington de bloquear las importaciones de automotores alemanes, entre otros asuntos.
Un cambio en la correlación de fuerzas a nivel internacional que sea muy desfavorable a EEUU puede influir en la política interna en Washington para frenar el plan de intervenir directamente contra Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero como señala Fiori, hay que asumir el “dato de realidad” de este imperialismo sin tapujos que necesita apoderarse de Nuestra América para paliar su patética decadencia tanto en lo económico, como en lo comercial, monetario y en tanto que “modelo” de comportamiento social y cultural.
Pero después de todo en algún momento en Washington tendrán que reconocer que desde hace décadas EEUU no ganó ninguna de las guerras que lanzó para “exportar la democracia y apropiarse del petróleo y los recursos minerales” de otros pueblos, y que parte de una decadencia que no condene el planeta a una extinción nuclear es “aceptar las derrotas políticas”, como decía el historiador Eric Hobsbawm.
¿Qué hacer en Nuestra América?
De parte de las fuerzas políticas y de los “intelectuales orgánicos” de Nuestra América lo prioritario es reconocer el “dato de realidad” de la política imperialista que menciona el politólogo Fiori, y así aceptar que el sistema de la democracia liberal, del Estado de Derecho o de la democracia burguesa, como se lo quiera llamar, es un anacronismo en los tiempos en que vivimos.
En una reciente contribución titulada “Neoliberalismo y estado de excepción” (4), el sociólogo brasilero Emir Sader pone el péndulo en la hora justa con su caracterización del actual sistema liberal, que bajo el neoliberalismo aplica “el conocido esquema: menos pan, más palos. Sea por la represión directa, que tiene límites, sea por la reformulación del sistema político y jurídico, para tratar de impedir que ese descontento creciente alimente alternativas antineoliberales, que afectarían al corazón mismo de los intereses del gran capital. Y con el Poder Judicial y la policía desempeñando un rol fundamental para buscar evitar que el descontento social se traduzca en fuerzas políticas fuertes de oposición. Un modelo como el neoliberal, hoy día, no tiene ninguna capacidad hegemónica. Por ello requiere un estado de excepción para instalarse y para mantenerse en el gobierno. Necesita perseguir e intentar impedir que los liderazgos que representan visiones radicalmente antagónicas, puedan ser candidatos. Son los casos de Lula, Cristina, Rafael Correa. No es posible un gobierno neoliberal que no sea blindado por estructuras de excepción. El neoliberalismo solo puede sobrevivir protegido por un estado de excepción. La lucha antineoliberal es así indisociable de la lucha democrática, de resistencia a la instalación de estados de excepción”.
Lo que puedo agregar es que el estado de excepción permanente es la condición para consagrar la “supremacía del Estado” frente a la sociedad (5), como definía el jurista y politólogo alemán Karl Schmitt, y en términos imperialistas el estado de excepción estuvo al servicio de imponer la “supremacía absoluta” en el mundo, como soñaba Adolf Hitler, para quien Schmitt trabajó durante varios años.
En suma, nada de nuevo en todo esto, porque en 1857 y en una crítica a las ideas del economista británico J. Stuart Mill sobre la apropiación de la distribución de las riquezas y la propiedad, Karl Marx escribió que a los economistas burgueses les parece que con la policía moderna la producción funciona mejor que, por ejemplo, aplicando el derecho del más fuerte. Olvidan solamente que el derecho del más fuerte es también un derecho, y que este derecho del más fuerte se perpetúa bajo otra forma en su “estado de derecho” (6).
¿Cómo el gobierno bolivariano podría enfrentar la actual coyuntura?
En cuanto a Venezuela, tanto a nivel gubernamental como del pueblo, uno de los aspectos más importantes del “petardo mojado” del 23 de febrero es la oportunidad de señalar, designar y responsabilizar legalmente a esas “cabezas de playa” del imperialismo en el interior, o sea a las fuerzas políticas institucionales e incluso a los individuos que se plegaron a la agresión exterior y se pusieron al servicio de EEUU y demás países agresores para cometer crímenes, destruir el orden constitucional, el sistema político y social de la Revolución Bolivariana.
Como escribe Aram Aharonian, citando al analista Juan Manuel Rodríguez, es un peligroso juego que ante la agresión imperial, el gobierno deje a Guaidó corretear como si se tratara de un muchacho alocado. Es un usurpador al servicio de EEUU para arrebatar los bienes de la Nación y ocuparla militarmente. El Gobierno apuesta a que el tiempo convencerá a esa opinión internacional que lo adversa que se deje de vainas. No es sólo pasividad, asombra la ambigüedad del gobierno venezolano (https://www.alainet.org/es/articulo/198343).
En Venezuela la reacción de la vicepresidenta Ejecutiva de la República Bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez fue bien concreta al recordar que "el modelo capitalista es un modelo que nos recuerda todos los días que es profundamente injusto, violento, que la única manera de sustentarlo es a través de las guerras imperiales” (7), y del criminal bloqueo contra el país con la única intención de quedarse con el petróleo venezolano.
Después de recordar que "nosotros no nos vamos a doblegar, si aquí dejamos nuestras vidas sabemos desde ya que estamos venciendo, como vencieron nuestros mártires, ver una patria de libertad, donde el pueblo es dignificado como hoy ocurre con la Revolución Bolivariana", Delcy Rodríguez afirmó que la democracia existe en su país, donde en los últimos 20 años de Revolución se han realizado 25 elecciones, y que en los últimos 12 meses han habido cinco sufragios, mostrándole así al mundo las ratificaciones del camino pacífico de la revolución.
La Vicepresidenta dijo que en Venezuela el problema no son las elecciones, sino "el desprecio de clase" y “la intolerancia política e ideológica, hacia el modelo socialista bolivariano que representa el gobierno del presidente Nicolás Maduro. El odio que siente los capitalistas que él venga del movimiento sindical y que esté al frente de las mayores reservas energéticas de nuestro planeta. Es el desprecio que está expresado también en esta agresión contra nuestra patria".
Como observador lejano este periodista puede entender que haya diálogo con fuerzas políticas y sociales opositoras con vistas a mantener y fortalecer la cohesión social y ampliar los niveles de participación democrática destinada a mantener la soberanía nacional y popular. Esta es una buena práctica pero la puerta no debe ser abierta a las fuerzas e individuos que han demostrado querer destruir toda soberanía y entregar el país y sus riquezas al imperialismo, porque se trata de enemigos de la Nación Bolivariana.
Quizás se ha llegado al momento de poner en el orden del día la cuestión de la propiedad social sobre las empresas de gran impacto social, político, económico, comercial y cultural que son cómplices de las políticas de agresión de EEUU y sus aliados, y que son utilizadas para afectar gravemente la vida cotidiana del pueblo y erosionar o anular los esfuerzos del gobierno Bolivariano a favor del pueblo.
Pero en síntesis, lo que ha quedado a la vista durante todo este proceso desestabilizador es que la mayoría del pueblo y las instituciones estratégicas, así como las fuerzas populares organizadas mantienen su apoyo al gobierno Bolivariano, y que en el plano exterior que Venezuela tiene amigos entre las masas y gobiernos de todo el mundo, y también mercados como para fortalecer la economía, la cohesión social y el proceso revolucionario.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense.
1.-Ver el video de esta declaración en https://www.laiguana.tv/articulos/438726-juan-guaido-muertos-guarimbas-video/
2.- Wikipedia: El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su captor. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia como un acto de humanidad por parte del agresor.
3.- Conspiração e estratégia, José Luis Fiori. En portugués. https://www.alainet.org/pt/articulo/198338
4.- Emir Sader, Neoliberalismo y estado de excepción, Página/12
https://www.pagina12.com.ar/175710-neoliberalismo-y-estado-de-excepcion
5.- Alberto Rabilotta, 2018 ¿Del estado de derecho liberal al estado de excepción permanente? https://www.alainet.org/es/articulo/190380
6.- Karl Marx, Introducción de “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858” (Grundisse), página 8 en la edición de Siglo XXI Editores SA, y página 10 del cuaderno original.
7.- Delcy Rodríguez, http://www.avn.info.ve/contenido/vicepresidenta-delcy-rodr%C3%ADguez-modelo-capitalista-se-sustenta-guerras-imperiales
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