Enero en la memoria
- Opinión
El mes de enero nos recuerda dos hechos históricos que lastiman la memoria. Uno es la masacre indígena-campesina de 1932 y otro el brutal asesinato del sacerdote Octavio Ortiz en 1979, ambos crímenes quedaron en la total impunidad.
La matanza de miles de indígenas y campesinos en el occidente del país constituye uno de los peores genocidios y etnocidios cometidos en América Latina duran la primera mitad del Siglo XX. La masacre fue perpetrada por el general Maximiliano Hernández Martínez, por encargo de las familias cafetaleras integrantes de la oligarquía agro-exportadora que controlaba el país.
Tras la rebelión de las masas empobrecidas que reclamaban tierras para cultivar y mejores salarios en las fincas, iniciada el 22 de enero del 1932, vino la brutal represión que dejó unos 30 mil muertos. En este contexto también fue asesinado Agustín Farabundo Martín y otros dirigentes comunistas.
Y el asesinato del padre Octavio Ortiz es, junto al de Rutilio Grande, uno de los crímenes más emblemáticos contra sacerdotes de la iglesia comprometida con los desposeídos. La opción preferencial por los pobres que también llevó a la muerte martirial a los sacerdotes Rafael Palacios, Alirio Macías, Ernesto Barrera, Alfonso Navarro, Cosme Spessotto y al mismísimo Monseñor Óscar Arnulfo Romero.
Ortiz murió junto a varios estudiantes y catequistas el 20 de enero de 1979, en la casa de retiros “El Despertar”, ubicada en San Antonio Abad. El asesinato fue cometido por militares, con un grado de brutalidad espeluznante: el cuerpo herido de muerte fue aplastado por una tanqueta.
El crimen respondía a la campaña “Haga Patria, mate a un cura”, difundida por los sectores más recalcitrantes de la derecha oligárquica. Los periódicos y demás medios de comunicación conservadores dieron cuenta de un “enfrentamiento” y dijeron que los muertos estaban armados.
El horrendo asesinato del padre Octavio indignó a Monseñor Romero, quien denunció y exigió justicia desde sus homilías. Un año después, una bala disparada por órdenes oligárquicas también acabó con la vida del Arzobispo Mártir. Según el Vaticano, San Romero de América fue asesinado “por odio a la fe”.
La canonización de Romero y el inicio del proceso de beatificación de Rutilio Grande, hacen pensar que también Octavio Ortiz podría comenzar también pronto el camino hacia los altares, pues -igual que Romero y Grande- murió por estar al lado de los sencillos y humildes, los herederos del Reino de Dios.
Asociación de Radios y Programas Participativos de El Salvador (ARPAS)
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