Mi experiencia carcelaria

Botín de guerra durante la dictadura militar que se fue el 3 de febrero de 1989

24/01/2019
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Una intensa actividad comercial se desarrollaba en ese submundo de la Cámara de tormento de la policía secreta. Como la alimentación era repugnante (maíz hervido, sal y carne podrida), los presos políticos cedían sus objetos personales por un pedazo de pan. Los funcionarios policiales contaban afuera con una vasta clientela para la venta al mejor postor de los que ellos denominaban “requechos” para aumentar sus importantes salarios.

 

Los muertos no merecían más respeto que los vivos. Valga el ejemplo siguiente: Un día, nuestro capataz político de turno, Rojas Silva, nos hizo un curioso discurso en el que nos manifestó con el mayor desenfado que era un ladrón “profesional” pero que solo robaba a los ricos y a los vivos, por eso no había aceptado la propuesta que le hicieron los torturadores Héctor Riquelme ,Atilio González, Rubén González, Nicolás Lucilo Benítez, Tito Ramírez y Aurelio Cáceres Spelt para que le arrancara la dentadura de oro a Benicio López y se apropiara de sus zapatos. La oferta de los verdugos era el premio por la cooperación que regularmente les prestaba en la sala de tortura.

 

Cada cual reaccionó de manera diferente: unos lloraban de rabia, otros guardaban la cabeza fría y trataban de inquirir mayores detalles sobre el asesinato ocurrido en la sala de tormento. Rojas Silva nos contó entonces todo el proceso de la detención, tortura y muerte del campesino Don Benicio López.

 

Junto a nosotros se encontraba un ahijado de la víctima, oriundo de Caazapá. Por el supimos mayores detalles del asunto. Benicio López era un modesto vendedor en el Mercado Municipal de Asunción y había sido condecorado por su brillante participación en la Guerra del Chaco. Un héroe nacional.

 

Un día comenzaron a volar por el techo de su pequeño almacén unos panfletos que contenían propaganda contra el régimen fascista de Stroessner y que fueron considerados como la prueba irrefutable de su “acción subversiva” .En realidad estos volantes habían sido depositados allí por personas desconocidas y López no estaba enterado de nada.

 

La sala de tormento se encontraba a pocas cuadras de la Iglesia Catedral de Asunción. Para disimular los desesperados gritos de las victimas la policía secreta utilizaba el recurso de siempre: música brasileña a todo volumen. La música preferida de los torturadores al comenzar su “trabajo” era “Cidade maravillosa”…

 

La máquina siniestra de la represión funcionaba a todo vapor. Nadie era respetado, ni los niños, ancianos, mujeres embarazadas, sacerdotes, los adherentes de la Liga Agraria Campesina, dirigentes estudiantiles, dirigentes de la clase trabajadora, ni siquiera los policías o militares en “desgracia”. Según mis cálculos del 24 de noviembre al 24 de diciembre de 1974, pasaron por ese “infierno” más de 1.200 inocentes. Eso ocurrió en un viejo edificio colonial de la calle Nuestra Señora de la Asunción y Presidente Franco, hoy se instaló allí un moderno edificio comercial de 13 pisos cuyo propietario es el general Guillermo Clebsch Fett, militar de confianza de Stroessner. En democracia perteneciente a la nueva clase rica e impune del país.

 

Los detenidos políticos estaban sometidos a condiciones infrahumanas. Los presos comunes, convertidos en nuestros “capataces” eran enviados al Hotel Guaraní, el más lujoso de la capital donde se alojaban los altos mandos del Cóndor del Cono Sur y al Lido Bar de la calle Chile y Palma para recoger los restos de la comida destinada al criadero de chanchos del prepotente comisario Ramón Saldivar, Jefe de la Sección “Delito y Vigilancia”. Muchas veces tuvimos que aplacar el hambre con esos restos fermentados y es inexplicable cómo el organismo humano muy debilitado podía digerir tantos alimentos contaminados. Esto debiera ser objeto de una investigación científica, ¿verdad?

 

Llegamos a la conclusión que bajo la dictadura de Alfredo Stroessner “los muertos no merecían más respeto que los vivos”, es decir, todos eran asaltados, porque reinaba la ley de la selva nazi en el Cono Sur de América Latina.

https://www.alainet.org/es/articulo/197753
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