Novedad con jóvenes indígenas

23/01/2019
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La semana pasada, del 17 al 21 de enero, se desarrolló en Panamá el Primer Encuentro Mundial de Jóvenes Indígenas, justo antes de la Jornada Mundial de la Juventud. Participaron unos 400 jóvenes de 12 países, representando a 40 pueblos originarios. Aprovecharon este encuentro para “compartir su fe en Jesucristo desde la riqueza milenaria de sus culturas”. Trataron temas como “La memoria viva de nuestros pueblos - La importancia de vivir en armonía con la Madre tierra - Ser protagonistas en la construcción del otro mundo posible”. Tuvieron la dicha de recibir un mensaje del Papa Francisco que los invitaba a “hacerse cargo de sus raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar”.

 

Este encuentro se da en víspera de la Jornada Mundial de la Juventud, organizada por la Iglesia católica en la ciudad de Panamá. Estas jornadas anuales se dan desde el año 1975 y congregan más jóvenes que los juegos olímpicos. Se espera la presencia de unos 100,000 jóvenes de los más diversos países del mundo. En comparación con los Juegos Olímpicos costo de 54 millones de dólares no deja de sorprender. Por ejemplo, la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en 2013 costó unos 60 millones de dólares, mientras que los Juegos Olímpicos en esa misma ciudad, un año más tarde, ¡superaron los 8.000 millones!

 

Llama felizmente la atención este Encuentro Mundial de Jóvenes Indígenas que se realiza en medio de un pueblo indígena de Panamá. Ocurre mientras la Iglesia católica Latinoamericana prepara para octubre próximo un ‘Sínodo sobre la Amazonía” cuyo objetivo es “abrir nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”. No es novedad decir que la Iglesia católica está pasando por una fuerte crisis. Enumeramos aquí alguna de sus causas: los escándalos de pederastia de sus sacerdotes y obispos, la falta de sacerdotes debida principalmente al celibato obligatorio de sus miembros, la marginación de las mujeres en las instancias de decisiones, el desfase de sus expresiones públicas con relación a la realidad del siglo 21, la dificultad para ponerse al servicio de las diferentes culturas, religiones y espiritualidades, la alianza de la mayoría de las jerarquías nacionales con los poderes políticos y financieros, la renuencia del clero por trabajar según las orientaciones del papa Francisco por la paz, la equidad, la democracia, los derechos humanos, la defensa de la Madre Tierra… Por esos mismos hechos son los jóvenes quiénes más se alejan de las Iglesias porque no encuentran acogida favorable a sus anhelos y sus necesidades.

 

En la declaración final de su Encuentro Mundial los jóvenes indígenas denuncian “las numerosas violaciones a la dignidad de nuestros pueblos, las invasiones y explotación de territorios originarios, los gobiernos que violan las leyes de protección ciudadana, las transnacionales y los grandes proyectos económicos que violan a la Casa Común a través de la minería, deforestación, construcción de hidroeléctricas y el turismo invasivo.” Nos hacen un llamado a todos y todas: “Exigimos el respeto de nuestra diversidad, cosmovisiones y nuestros modos de vivir, manifestados en las prácticas del Buen Vivir. De la misma forma nosotros como pueblos indígenas reconocemos que la tierra es nuestra madre, por eso demandamos el cuidado de la Casa Común para que todos los pueblos tengan vida y un futuro que ofrecer a las nuevas generaciones debido a que en esta tierra estamos entretejidos”. A la Iglesia católica, “pedimos los espacios apropiados para vivir nuestras espiritualidades, desde nuestras cosmovisiones, herencias de nuestras abuelas y abuelos, y el respeto a las teologías particulares de nuestros pueblos, frutos de la síntesis entre nuestra fe ancestral y la plenitud de nuestra esperanza en la persona de Jesucristo”.

 

Que estas reflexiones nos ayuden a recapacitar y actuar para lograr los cambios necesarios tanto en la sociedad como en las Iglesias. Así tendremos una vida mejor, una comunión feliz con la naturaleza y una apertura a los llamados que nos hace Dios a través de los jóvenes indígenas, los pueblos originarios y sus culturas, religiones y espiritualidades.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/197723
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