Espiritualizar la política y politizar la espiritualidad
- Opinión
Llevo 30 años caminando conscientemente en el camino espiritual, luego de haber descreído que la lucha política partidista era el camino de transformación -como lo había creído en mi época colegial y universitaria-, para pasar a asumir la idea de que primero había que hacer un cambio personal para que eso redunde en lo social. Renuncié a la teoría de la “toma del poder” que patrocinaba la izquierda, por la “toma del espíritu” que propugnaban ciertas corrientes espirituales.
En este tiempo he conocido y he compartido con muchas personas y grupos de distintas tendencias y creencias, los cuales en su gran mayoría se habían acercado a tres vertientes espirituales principales, provenientes de la India, la China y Amerindia. Buscando lo sagrado a través de estos conocimientos milenarios, ya que las religiones monoteístas y las iglesias no satisfacían o los habían decepcionado, y en tanto que el cientificismo con su materialismo tampoco había podido explicar la esencia de la vida. Fruto de este “despertar” surgieron una serie de escritores y de maestros en occidente (Europa, EEUU, América Latina), los que se inscriben o han sido circunscritos en lo “new age” o en “auto-ayuda” o en el “neo-chamanismo”. Convirtiéndose en un movimiento muy importante y con influencia en el ámbito médico, psicológico, educativo, deportivo, etc.
Si bien rompieron o cuestionaron a la ciencia objetiva, las concepciones cartesianas, las instituciones dominantes y jerárquicas que crean pensamiento y valores para los demás; a este momento todos estos conceptos y prácticas han sido asimilados por el sistema oficial, los han incorporado y se han beneficiado de ella. Han sido integrados, pero no para generar un cambio real y profundo, sino que han creado una nueva forma de consumo y de utilitarismo.
De un auge que tuvo, que incluso generó la reacción de los poderes económicos, especialmente de las farmacéuticas que veían que perdían clientes, hasta la reacción del Estado declarando en Europa a la Ayahuasca y a otras “plantas maestras” como drogas y penalizando a quien las porte; hemos pasado a una etapa en donde todo esto comienza a adormilarse y a perder fuerza, pasando a quedarse como otra moda más, entre las tantas que han pasado por la sociedad de consumo. Las personas han ido retornando a las prácticas que impone el actual sistema capitalista, algunos dejándola totalmente y hasta cuestionándolos, otros manteniéndose pero muy a la ligera, y habiendo muy pocos que se mantienen firmes y convencidos.
Lo cierto, es que no hay el tal cambio personal y social que se imaginaba generaría todo este movimiento espiritual, y sus caminantes han terminado acoplándose al sistema con sus intereses y necesidades. Como tampoco ha habido el cambio social que prometían los luchadores reivindicativos y sociales, y más bien han provocado en la población mundial un desencanto que una motivación, y hasta generando que se pierda la brújula y la esperanza que insuflaban los movimientos sociales.
Lo que me llevó a comprender que, no hay cambio individual sin cambio social y que no hay cambio colectivo sin cambio personal. Lo que ha sucedido hasta ahora, es que los que propugnan un cambio personal han terminado atrapados por el medio social, y los que promueven el cambio social en el fondo utilizan la lucha social para no hacer un cambio personal, esperando tan solo llegar un día al poder político de un Estado para de ahí cambiar la sociedad, luego de lo cual serán otras personas por rebote o por consecuencia. Lo cual tampoco ha sucedido así, y más bien las experiencias suscitadas en aquellos países a donde han llegado al poder político, han revelado que son corruptos y hasta tiranos, con ello demostrando que no son el “hombre nuevo” que decían ser.
Si bien la gente que propugna un cambio personal se ha alejado de la política, de los movimientos reivindicativos, y de todo lo que representan esas instituciones y la gente alrededor de ella; tampoco se han convertido en un referente que pueda traer un gran faro de luz, tan solo de pequeñas chispas que luego se apagan, que se prenden un tiempo pero que nuevamente se esfuman. Por otro lado, los que propugnan un cambio social se burlan y los desprecian, calificándolos de esotéricos, idealistas, románticos, soñadores, fundamentalistas. Incluso desde la academia y la intelectualidad escriben en contra de este movimiento, haciéndolos ver como ingenuos, sostenedores del sistema, pro-capitalistas, etc.
Las verdades son a medias desde ambos lados y se necesita una complementación mutua. Es evidente que no es suficiente hacer cánticos a la Madre Tierra y expresar el dolor por tanto daño que le hace la humanidad sino, que también es urgente y necesario hacer acciones concretas contra quienes siguen afectando y creando las condiciones para que las personas sigan enfermando y a la Pachamama se la siga destruyendo, lo que repercutirá en los seres humanos pues la Tierra seguirá sin el hombre.
En el camino espiritual que me he desenvuelto he visto como la mayoría, incluidos los maestros, hacen hermosas referencias a la Pachamama, entonan bellas canciones, ingieren sus plantas maestras, pero hasta ahí llega todo. Mientras, alrededor de ellos las transnacionales extractivistas destruyen montañas, lagos, ríos, pueblos, culturas; sin que los caminantes espirituales hagan algo directo por la Tierra y por esos pueblos que están sufriendo los desplazamientos.
Esto me ha llevado a ver, que el chamanismo y otras prácticas y terapias espirituales se han vuelto otra especie de culto y de adoración, en la que la influencia de la religión está todavía presente. Han pasado de hacer oraciones a un Señor en el Cielo a hacer alegorías a la Pachamama, lo que significa que seguimos en lo mismo. Se sigue sin entender qué es el camino espiritual, que implica salir de la ciencia objetivista pero también del dogma religioso, estableciendo una simbiosis sagrada entre lo material y lo inmaterial.
La afectación a la Pachamama no se va a resolver solo con oraciones sino que se necesitan acciones concretas, caso contrario, el cambio climático nos va a barrer a todos con los lindos rezos y cánticos. Esto implica que son necesarios cambios políticos, pero entendiendo que quienes asumen esta condición dentro de los partidos políticos no van a hacer los cambios para evitar la desaparición de la especie humana al ritmo que está siguiendo, por el contrario, solo se quedan en una lucha por el poder geopolítico y en intereses personales, como lo ha demostrado la historia. La gente del camino espiritual debe pasar a tomar esas decisiones y ello implica buscar los mecanismos para incidir en las grandes decisiones que se toman. Antiguamente, los jefes espirituales eran al mismo tiempo jefe políticos, teniendo una visión y una actitud integral, para asumir una posición conjunta y congruente sobre todo lo que significa el quehacer humano y no-humano.
Hace unos 10 años, asumí plenamente la interrelación entre lo individual y lo social, entre lo espiritual y lo político, entre la naturaleza y el pensamiento. Y los que me han conocido, algunos creen que me he perdido o que ya no entiendo el camino espiritual o que me he vuelto político. Lo que he hecho, es dar un salto en mi proceso personal y en mi relación con la sociedad y el medio ambiente que me rodea, asumiendo más responsabilidades y compromisos. Entiendo, que la política les desagrada pero el problema está en los seres humanos que la ejercen, como pasa en aquellos que cuestionan el camino espiritual y sus caminantes, sin entender que el asunto no está necesariamente en los caminos sino en las personas que las transitan.
En este sentido, considero que los “caminantes o guerreros del espíritu” deben asumir nuevos desafíos y retos, pues el cambio climático -si es que realmente escuchan y sienten el dolor de la Pachamama como dicen que lo entienden- no puede esperar más. No hay tiempo que perder y la decisión que cada cual esté tomando en cada instante, consciente o inconscientemente, está creando las condiciones para lo que se advendrá.
Consecuentemente, es necesario espiritualizar la política y politizar la espiritualidad, como la opción más equilibrada que nos permita salir de los dogmas religiosos y políticos, que nos han conducido hasta este momento de caos social y de crisis ecosistémica.
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