Francia: Bajo las cenizas… las brasas
- Opinión
Así pues, según el gobierno, el movimiento chalecos amarillos ya no moviliza a nadie. Los periodistas tarifados anunciaron, aliviados, que el Acto IV del sábado 15 debía ser el último de la serie que dio cuenta del cabreo ciudadano. Júpiter habló, ofreció algunas migajas y, golpeándose el pecho, prometió abandonar su arrogancia y su altiva cara de desdén ante el pueblo llano.
¿Qué explica el Acto V del sábado 22? Los chalecos amarillos estimaron que las monedas arrojadas por Macron no satisfacen ni sus exigencias ni sus reivindicaciones. “Es humillante”, dijeron. Los villanos, los zafios, los miserables, son duros de entendederas. Diez muertos en las manifestaciones no les han disuadido de salir a la calle, de perseverar, de continuar su cruzada solidaria, humanista y generosa, en pos del interés general.
Gilles Le Gendre, jefe de la bancada parlamentaria macronista, explicó el rechazo del pobrerío a las medidas propuestas: “al elaborarlas, el gobierno y yo mismo fuimos probablemente demasiado inteligentes, demasiado sutiles, demasiado técnicos” (sic). Su estupidez retrata de cuerpo entero la arrogancia de la elite incrustada en el poder.
La exigencia política, ya se dijo, está centrada en el Referendo de Iniciativa Ciudadana (RIC). Esta crisis es una crisis de representación: “El Parlamento no se parece a quienes supone representar”, lanza un vocero del movimiento. Un reportero señala: “Hace 40 años que el pueblo llama a la puerta y nadie quiere abrirle. Ahora el pueblo decidió echarla abajo…”
Hay signos extraños. Las empresas que fabrican encuestas con resultados al gusto del que paga se ven obligadas a indicar que un 75% de los franceses continúa simpatizando con el movimiento. Horror de horrores, un 50% estima que Macron debe dimitir, a pesar de que el pueblo francés es tan o más legitimista que nadie. El referendo parece pues una herramienta adecuada para consultarle a quienes sufren las consecuencias sobre las políticas que deben ser puestas en obra.
Un periodista listillo retrucó que el referendo del 2005 (en el cual el pueblo francés rechazó por amplio margen la Constitución europea que inscribía el “libre mercado” en la carta fundamental) fue traicionado por Sarkozy y por ende no sirvió de nada. Un chaleco amarillo le responde: “Por eso queremos que el RIC incluya la revocación de diputados, senadores, ministros y hasta del presidente, cuando traicionan al pueblo que los eligió”.
Los ámbitos del RIC deben extenderse pues a la Constitución, a las leyes, y a la revocación de los mandatarios electos si pierden la confianza ciudadana. En Auteuil-Neuilly-Passy las sensibles almas del riquerío se agitan, espantadas. El poder… ¿ejercido por el pueblo? ¡Qué horror!
Que los ciudadanos participen activamente en las deliberaciones que les conciernen… ¿es populismo? Ya en la Edad Media se invocaba un principio establecido en el derecho romano, conocido como QOT: “Quod omnes tangit, ab omnibus tractari et approbari debet” (Lo que toca a todo el mundo debe ser considerado y aprobado por todos).
El truco de crear “comisiones” se inventó más tarde para desactivar los peligros inmediatos, enterrar los proyectos mal venidos, engatusar a los incautos y desmotivar a los más decididos. Las “comisiones”, en particular las de “alto nivel”, se transformaron en eficaz herramienta contra-revolucionaria. De alcance y aplicación universal.
El “debate nacional” propuesto por Macron, para calmar los ánimos, aparece como una triquiñuela. Partiendo… ¿quién debe participar en los “debates nacionales”? El primer ministro sugiere un sorteo entre los ciudadanos con derecho a voto, más algunos representantes “intermediarios” como alcaldes y concejales. Las conclusiones… ¿serán vinculantes? ¿Cuáles serán los temas abordados? La realidad es que nadie sabe. El “debate nacional” es un manotazo de ahogado.
Hoy por la mañana la elite mediática reacciona sorprendida: ¡El movimiento de los chalecos amarillos no ha muerto! Los consejeros de Palacio le recomiendan a Macron no salir a la calle, anular visitas y actos públicos, “Porque –le deslizan en el oído– su alteza es la personificación de la detestación del populacho”. Ayer Macron fue simbólicamente decapitado en Nîmes. Donde va escucha los gritos de “¡Macron demisión!”, algo absolutamente novedoso en la Vª República. Es verdad que Júpiter había prometido innovar en política, dejando atrás las viejas prácticas que ÉL detesta. Los chalecos amarillos le sirven ahora un aperitivo de su propia cosecha.
Puede que una anécdota resuma mejor que miles de palabras el sentimiento nacional. La cuenta una conocida reportera: "Una madre de una familia modesta, como todas las noches, mira el noticiario de la TV. Al ver chalecos amarillos en la pantalla, llama a su marido: Ven, ven… ¡están hablando de nosotros!”
Un comentarista que conserva algo de lucidez afirma que el fuego no ha sido controlado. Bajo las cenizas arden las brasas. Vienen a la memoria los versos de Brel:
On a vu souvent
Rejaillir le feu
D'un ancien volcan
Qu'on croyait trop vieux…
Malas noticias para los privilegiados: este volcán sigue activo.
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