Las mujeres han crecido políticamente
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Desde el II Congreso venezolano de mujeres, entrevista a la dirigente bolivariana María Rosa Jiménez
María Rosa Jiménez desempeña un papel decisivo, que le permite sentir el pulso de la revolución bolivariana y de la mujer en particular: es la Secretaria Ejecutiva del sistema de Misiones y Grandes Misiones, los programas sociales diseñados por Hugo Chávez y aplicados en las diversas áreas de competencia presidida por varios ministros.
Al mando del Sistema de Misiones y Grandes Misiones está el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, vicepresidente del área social. Además, María Rosa es la Secretaria Ejecutiva del movimiento Somos Venezuela, que organiza a 287.000 jóvenes, en su mayoría mujeres, en las brigadas casa por casa desplegadas en el territorio. Jóvenes que visitan familias para explicar y poner en práctica el sistema de protección social deseado por el Presidente Maduro y aprobado por el Ejecutivo a través del Carnet de la patria. Y también es la presidenta de la Gran Misión Hogares de la Patria, dirigida a 6 millones de familias principalmente a través de la provisión de subsidios.
Un proyecto, explica Jiménez, basado en el artículo 10 de la Constitución Bolivariana aprobada en 1999 y que contempla el reconocimiento del trabajo doméstico y el cuidado de las mujeres como trabajo social, que genera valor y que debe ser reconocido por el Estado.
¿Cómo experimentaste el problema de género en tu viaje político?
La revolución ha asumido desde el principio el tema del género como eje central, como una necesidad de luchar por el respeto de los derechos de las mujeres, contra la violencia patriarcal y por la equidad de género. Para Chávez, el socialismo tenía que ser feminista y, para recordarlo, se estableció el 25 de octubre como un día nacional del socialismo feminista. El modelo de sociedad socialista implica la necesidad de que la producción social se establezca en igualdad, y el trabajo del cuidado se considera un hecho colectivo que debe ser asumido por toda la comunidad y no solo por la mujer. Desde mi perspectiva, he visto cómo las mujeres han crecido políticamente en este viaje revolucionario desde que Chávez nos invitó a salir de la esfera individual para convertirnos en un sujeto político comprometido a hacer planes, defender la revolución y la patria (la matria) y transformar el país, transformando nuestra diversidad en riqueza. Una diversidad que se puede ver en este Congreso en el que participan varias instancias y movimientos: desde la Plataforma Nacional de Mujeres hasta el movimiento Hogares de la Patria y las estructuras del Gran Polo Patriótico. Están las mujeres de los partidos, los colectivos, las jóvenes, la sexo diversidad… Un movimiento amplio y plural con una gran responsabilidad en la base que, a pesar de las diferencias, sostiene la revolución en las comunidades de manera permanente. Esto es muy importante. Y como sujeto, estamos en medio de una batalla de ideas para pensar nuevamente a lo que somos, para continuar enfrentando los grandes desafíos. La lucha de género es una parte fundamental de la batalla diaria que llevamos a cabo con la revolución bolivariana. Descubrir que, aunque somos líderes políticos, podemos ser objeto de violencia patriarcal, abuso y feminicidio, nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza sistémica de la violencia contra las mujeres. El hecho de que la lucha política que estamos liderando no solo sea para garantizar bienes y servicios a la población, sino para liberarnos de las formas de dominación que produce la sociedad capitalista. Conduce a razonar y encontrar soluciones para combatir y desactivar esta violencia con una nueva forma de hacer las cosas, una nueva perspectiva y una posición diferente en la sociedad y el género.
¿Cuál fue el debate que condujo a este segundo Congreso y en qué contexto tuvo lugar?
Quiero hablarles sobre algunos episodios trágicos que nos han tocado directamente. En el movimiento Hogares de la patria Eulalia Buroz experimentamos el femicidio de Celia Silva, el 22 de octubre del año pasado, y más recientemente, la de Mayell Hernández. Dos indicadores del equilibrio que se está construyendo entre la fuerza de las mujeres y la revolución bolivariana. El femicidio de Celia nos impactó mucho porque estaba trabajando con nosotros en el movimiento Hogares de la Patria, luchó por los derechos de las mujeres. Lloramos y acompañamos a la familia. Podemos decir que no ha habido plena justicia porque, incluso si el asesino está en prisión, el proceso de feminicidio sancionado aún no ha tenido lugar. Sin embargo, en el caso de Mayell, el movimiento de mujeres se movió inmediatamente después del femicidio y el asesino, inicialmente liberado, ha sido arrestado. Sin embargo, el movimiento de artistas e intelectuales de los cuales ella era parte contribuyó a dar visibilidad al femicidio, que se movilizó junto con el de las mujeres: para resaltar que el culpable había actuado por odio contra las mujeres y por imponer violencia en un cuerpo para hacerlo vulnerable y someterlo hasta que sea destruido. Una asunción de responsabilidad por parte de los hombres que ha puesto de relieve un hecho cultural, ha puesto en marcha el mecanismo legal, y ha provocado debate. Por nuestra parte tenemos un presidente feminista, como Maduro, que solicita proyectos y contenidos a nivel de movimiento, partido, gobierno. En la revolución tenemos la posibilidad de organizar movimientos de masas, influir con nuestros contenidos contra la violencia de género y contra todos los mecanismos de maltrato a los más débiles que genera el capitalismo. El crimen de femicidio ha existido en el nivel legal desde seis años, pero los principios que rigen la lucha contra la violencia patriarcal ya estaban incluidos en el proceso constituyente de 1999 y en nuestra Constitución. Articulando la acción del Estado con la de los movimientos populares debemos convencer a la sociedad en una lucha constante por la hegemonía política. Estamos persiguiendo nuestras batallas en un escenario político complejo, en medio de un bloqueo económico-financiero y una guerra no convencional por parte del imperialismo. A lo largo de 2017 tuvimos que comprometernos en la constitución de la Asamblea Nacional Constituyente, para las elecciones, sin un momento de descanso.
La guerra económica ha tratado de golpear a las mujeres, obligándolas a cuidar la sobrevivencia y no la actividad política. ¿Cómo reaccionaron las comunidades?
Desde que Chávez se fue físicamente, aún no hemos terminado el luto por todo lo que ha significado. Pero sabemos que tenemos una responsabilidad que no podemos traicionar. En 2012, durante su última campaña electoral, asistí a un evento en el estado Aragua. Fue entonces cuando lo oí decir “Chávez no soy yo, sino un pueblo”: un sujeto colectivo organizado y consciente al que, hoy tenemos claro, se estaba preparando durante algún tiempo. Por ejemplo, recuerdo cuando vino a pedirnos, a nosotros estudiantes, de dedicar un año a la revolución, suspendiendo nuestros proyectos individuales. Era septiembre de 2003, después del golpe del año anterior. Estaban naciendo las Misiones, y el Frente Francisco de Miranda al que pertenezco. Con un primer grupo salimos para Cuba, luego fue el turno de un segundo grupo. Desde el principio empezamos a ser principalmente mujeres en esta fuerza social de la revolución. Chávez ya estaba empezando a hablar sobre el proyecto de integración de América Latina, Alba. Chávez no solo se dedicó a administrar un Estado, sino a convertir a las personas hacia el poder popular organizado. ¿Quiénes somos? Somos las hijas y los hijos de la empanadera que se despierta a las cuatro para hacer las empanadas, las hijas y los hijos de los trabajadores, los campesinos, no somos la burguesía, sino un pueblo que Chávez ha preparado. Por esta razón, en la fase final de su vida, cuando le pide a los médicos regresar de Cuba para entregar un mensaje final a su pueblo, dice: que nadie se equivoques, hoy tenemos una patria. Yo tenía siete meses de embarazo entonces. Llamé a mi hija Alba Lucía. La ofensiva de la derecha ha tratado de destruir nuestra fuerza, esta identidad de pueblo y de patria. Pero nosotros, después de la victoria de la derecha en el Parlamento en 2015, comprendimos que debemos continuar como un pueblo, con más conciencia. Hemos seguido y apoyado las propuestas de Nicolás Maduro y esto ha configurado una nueva realidad. ¿Cómo vivimos la guerra? En resistencia. Entendimos que debíamos estar unidos con el proyecto de Nicolás, un camarada consecuente que actúa en armonía con un pueblo coherente y con líderes consecuentes, convencidos de que podemos construir nuestro propio modelo alternativo al capitalismo.
¿Cuáles son los objetivos y desafíos de este congreso?
En primer lugar, definir el modelo de sociedad que queremos construir frente a los ataques imperialistas, pero también frente a los límites del sistema rentista petrolero. Un modelo en el que la cuestión del género declinada en todos sus aspectos, la lucha contra el machismo y el sistema patriarcal, son una fuerza central de la revolución. Nuestras luchas son ganadas por el trabajo en las comunidades.
Traducción Gabriela Pereira
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