San Óscar Romero, modelo de santidad para los jóvenes
- Opinión
Como sabemos, el tema de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos es “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. En el Documento de Trabajo se afirma que ocuparse de los jóvenes no es una tarea facultativa (opcional) para la Iglesia, sino una parte sustancial de su vocación y de su misión en la historia. Desde esta visión define el objetivo primordial del Sínodo en los siguientes términos: “como el Señor Jesús caminó con los discípulos de Emaús, también la Iglesia está invitada a acompañar a todos los jóvenes, sin excluir a ninguno, hacia la alegría del amor”. Ya en los Documentos de Medellín se dice que la Iglesia ve en la juventud la constante renovación de la vida de la humanidad y descubre en ella un signo de sí misma: “la Iglesia [debe ser] l verdadera juventud del mundo”.
En términos cuantitativos el Documento revela que en el mundo hay aproximadamente 1,800 millones de personas con edad entre 16 y 29 años, que representan un poco menos de la cuarta parte de la humanidad. Indica que hay países donde los jóvenes representan una parte sustancial de la población (más del 30%) y otros donde su presencia es mucho menor (alrededor del 15%, o menos), países donde la esperanza de vida no alcanza los 60 años y otros donde medianamente es posible superar los 80.
En términos cualitativos el texto de trabajo evidencia el potencial que representan las jóvenes generaciones, las esperanzas y los deseos que habitan en ellas: los jóvenes son grandes buscadores de sentido y todo aquello que se pone en sintonía con su búsqueda para dar valor a sus vidas, llama su atención y motiva su compromiso.
Ahora bien, uno de los temas clave que se presenta en el texto guía, es el de la santidad entendida como horizonte de sentido accesible a todos los jóvenes y realizable en lo ordinario de la vida. Desde la letra y el espíritu de la tercera exhortación apostólica, Gaudete et exsultate, se recuerda la llamada a la santidad en el mundo actual: [Jesús] “nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada» (GE 1). Y en seguida se aclara que ser santos no “no es alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos” (GE 93). Ser santos “no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis” (GE 96). La santidad, más bien, se define en la práctica de la vida cotidiana: «La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final”. (GE 95). Los santos y mártires “sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante” (GE 138). Este es el caso de San Óscar Romero, cuya vida ejemplar interpela e inspira.
No sabemos qué hubiera dicho monseñor a los jóvenes de hoy considerando las nuevas circunstancias con sus propios desafíos. Probablemente, más que sus palabras, seguiría atrayendo de él, entre los jóvenes, su vida, su compromiso, su ser distinto al sistema establecido, que existía ayer como hoy. Sin duda alguna, Romero se ocuparía de esa juventud sin oportunidades, víctima de la violencia, sin estima, emigrante y sin futuro. Seguiría creyendo en la juventud como signo de renovación, sin ignorar las situaciones negativas que les afectan seriamente: la pobreza, la crisis familiar, y su permeabilidad a las nuevas formas de expresiones culturales, entre otras.
El modelo de santidad de monseñor Romero de cara a los jóvenes, pasa por el compromiso de una cultura con desarrollo incluyente: “Hay que darle a la juventud, a la niñez de hoy, una sociedad, un ambiente, unas condiciones donde pueda desarrollar plenamente la vocación que Dios le ha dado” (homilía 7/05/78). Pasa, por el cultivo del espíritu crítico y creativo: [La Iglesia] “tiene que proponer una educación que haga de los hombres sujetos de su propio desarrollo, protagonistas de la historia. No masa pasiva, conformista, sino hombres que sepan lucir su inteligencia, su creatividad, su voluntad para el servicio común de la patria” (homilía 15/01/1978). Es un modelo de santidad que, finalmente, supone el fomento de la espiritualidad como apertura al Dios de Jesús y como camino de transformación. En la fiesta de Pentecostés de 1978 proclamó: “Jóvenes, en ustedes la Iglesia se renueva, en ustedes el Espíritu de Dios es como agua fecunda para la humanidad de esta arquidiócesis que vive en esta noche un Pentecostés no sólo en su Catedral, sino en todo el ámbito de sus fronteras, gracias a que ha habido mártires que han sido nobles…Que ustedes sean ese reverdecer” (Pentecostés, 13/04/78). Esa apertura y camino son condición de posibilidad para que los jóvenes puedan vivir y convivir en la solidaridad compasiva y la indignación profética, como verdadero sentido de la vida, opuesto al sinsentido de la vida light, y auténtica fuerza para que renazca la juventud de los pueblos.
La santidad, de la que es modelo Óscar Romero, es la que busca la justicia, la que auxilia al oprimido, la que protege al huérfano, la que defiende la vida amenazada. Es la santidad de mirar y actuar con misericordia, la que siembra la paz con creatividad, sensibilidad y destreza, la que acepta cada día el camino del Evangelio, aunque eso traiga problemas. Según la exhortación Gaudete et exsultate, las fuentes primarias que inspira esta santidad son las bienaventuranzas y el protocolo sobre el cual seremos juzgado: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, en la cárcel y vinieron a verme (Mt 25,35-36). Así fue el modo de santidad que vivió el santo Romero y por eso fue canonizado. Los jóvenes pueden encontrar en este ejemplo una fuerza movilizadora y actual, que actúa como horizonte de sentido para la vida. En esta línea, la santidad, se constituye en fuente de humanización, para que convivamos los seres humanos como hermanos. Ante el fracaso de las ideologías dominantes, para dar una respuesta a la búsqueda más profunda del significado de la vida, tenemos en el santo Romero, unos valores que pueden humanizar el modo de pensar, sentir y actuar de los jóvenes de nuestro tiempo.
Carlos Ayala Ramírez
Profesor de la Escuela de liderazgo Hispano, arquidiócesis de San Francisco, CA, y del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología. Santa Clara University.
Profesor jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador
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