Políticas de estado para la defensa y la seguridad
- Análisis
Ya se lo pedía Platón a los guardianes de su República. Que tenían que ser como perros nobles: buenos con sus dueños y crueles con sus enemigos. Aunque si el famoso filósofo viviera hoy, seguramente -también- limitaría esa crueldad, limitándola al uso legítimo de la fuerza por parte del Estado.
Y de eso es de lo que -precisamente- se trata. La administración de la violencia estatal, para que los argentinos podamos vivir más seguros y bien defendidos.
El tema se acaba de instalar entre los de debate, a partir del anuncio hecho por el Presidente Mauricio Macri, en su rol de Comandante en Jefe de la FFAA, de cambiar su misión, sus funciones, y su estructura.
Por este motivo, publicamos hace pocos días un artículo señalando la contradicción implícita que implicaba el reconocimiento, por un lado, de la necesidad de la reforma; y por el otro, la falta de seriedad con la que percibíamos que este proceso estaba siendo encarado por parte de las autoridades nacionales. Ver: https://www.geopolitica.ru/es/article/el-falso-dilema-defensa-seguridad
Para salvar estas inconsistencias es necesario, reconocer, primero, que el individuo, el argentino concreto, debe ser el fin y el eje de las políticas de defensa y de seguridad. En este sentido, su fin último será siempre el bienestar y la protección de las personas, incluidas aquellos argentinos que viven en el exterior. Por lo tanto, deberán ser políticas basadas en nuestros valores; aquellos anunciados por la Revolución de Mayo, esparcidos por medio continente por las campañas libertadoras del General San Martín.
Lo segundo es admitir que los medios de la defensa deberán colaborar y suplementar subsidiariamente a los esfuerzos de la seguridad. Ya que en la actualidad los riesgos de ambas están interconectados y se propagan sin reconocer fronteras. Por ejemplo, amenazas como la del narcotráfico, ya no admiten ser consideradas como fenómenos locales, sino globales.
Las fuerzas armadas como parte de la solución
Durante un largo periodo de nuestra historia las FFAA han sido percibidas como parte de nuestra problemática nacional. Es hora de que pasen a formar parte de la solución. Siempre han sido un núcleo de modernidad. Desde los tiempos del Coronel Perón como Secretario de Guerra y su concepción integral de la Defensa o de los coroneles Dellepiane, Savio y Mosconi que sentaron las bases para nuestra industria nacional.
También, el instrumento del Servicio Militar Obligatorio sirvió, no solo para satisfacer necesidades concretas de la Defensa, también, para incorporar a las sucesivas olas de inmigrantes que llegaban a nuestros puertos a principios del siglo XX y, luego, para nivelar a los ciudadanos de diferentes orígenes y clases sociales.
Por otro lado, las sucesivas interrupciones de los gobiernos democráticos por parte de las FFAA hicieron su eclosión negativa con el denominado Proceso de Reorganización Militar, en 1976, y que en aras de la defensa de un Estado que estaba siendo atacado por el terrorismo asumió una metodología perversa que se caracterizó por la adopción de una metodología ilegal basada en la comisión de graves crímenes de guerra.
Como si esto fuera poco, la recuperación de nuestras Islas Malvinas y su posterior lucha para retenerlas terminó con la rendición de nuestras FFAA el 14 de junio de 1982. Lo que implicó que más allá de la justicia del reclamo o de cualquier consideración geopolítica que lo justificará, implicó un gran descrédito para estas fuerzas. Especialmente, cuando fuera el propio gobierno militar quien no quisiera hacerse cargo de esa derrota ni de quienes habían combatido en ella. Iniciando lo que podemos denominar como el “Síndrome Malvinas”.
Han pasado 36 años de esa circunstancia histórica y luego de este largo proceso de deterioro, las FFAA necesitan ser rescatadas para que se transformen en un instrumento útil al servicio del Estado y de sus ciudadanos. En primer lugar, hay que detener su deterioro moral y restablecerles su orgullo. Tenemos que dar vuelta –definitivamente- a la página del síndrome de los abusos de los DDHH. Lo segundo, es darles una misión trascendente, pues ninguna institución puede progresar sin tener una. Lo tercero, debemos educarlas y prepararlas para el cumplimiento de esta misión. Por último, hay que asignarles un presupuesto adecuado, equiparlas y organizarlas para el cumplimiento de esta misión.
El diseño de las nuevas FFAA que necesitamos implicará lo siguiente:
• Que ellas estén bajo un sano control civil objetivo: Uno que no busque simplemente domarlas. Si no, uno que reconociendo las peculiaridades de su ethos militar, potencie sus virtudes y las integre a la sociedad civil.
• Que ellas sean capaces de llevar adelante una multiplicidad de tareas en el marco de su misión: Los conflictos modernos así lo exigen. La guerra convencional es solo uno de ellos. Y no, precisamente, el más probable. Para enfrentarlos, en algunos casos bastará con el simple ejercicio de la disuasión convencional. Pero, en otros, por ejemplo, será necesaria su participación en la mitigación de las catástrofes y emergencias medioambientales, pasando por la ejecución de operaciones de paz complejas. A la par de mantener la vigilancia de nuestros espacios de interés como la Antártida, el Mar Argentino, de nuestro espacio aéreo y, ahora, del ciberespacio. Tampoco, podemos descartar que ellas presten su apoyo a nuestras fuerzas de seguridad y policiales ante situaciones que pudieran sobrepasarlas, como es el caso del narcotráfico. Para ello será necesario superar la controversia entre la Defensa y la Seguridad, pues de lo que se trata es que el ciudadano común se sienta y viva seguro y tranquilo. Para lo cual, como si fueran las capas de una cebolla, se necesita organizar un sistema de barreras que lo protejan.
• Lo anterior, les impondrá que sean de carácter expedicionario: Vale decir, que deberán estar diseñadas como fuerzas ligeras; pero, a la vez, potentes. Que tengan la posibilidad de poder trasladarse rápidamente al lugar del territorio nacional o del extranjero que lo exijan nuestras decisiones políticas.
Lo último: una hoja de ruta para lo inmediato
Hasta aquí hemos hablado de nuestros lineamientos en política de Defensa. Se trata ahora de ver cómo integramos estas ideas en el marco de un proyecto nacional que apunte a la grandeza. Aunque, siempre teniendo en cuenta que la política es el arte de lo posible. Paso a detallar algunas cuestiones concretas que, a mi criterio, son de urgente resolución. A saber:
Necesitamos un sistema de alianzas adecuado: Si la caridad bien entendida empieza por casa. No cabe duda que nuestra primera alianza deberá ser con los más próximos. Esto significa con nuestros vecinos. En este sentido, la República Federativa del Brasil y la República de Chile deberán ser nuestros principales socios estratégicos.
Es imprescindible contar con un marco legal coherente: Ya hemos dicho que abogamos por un concepto de Defensa integrada al de la Seguridad. Y todo ello apoyado en un desarrollo propio potenciado en una sana integración regional. Específicamente, lo señalado hoy no es practicable por la incoherente legislación que rigen las actividades que le son propias. Se impone, por consiguiente, un nuevo plexo legal que permita encarar con eficiencia las tareas de la defensa y de la seguridad.
Debemos buscar una respuesta para el problema del Atlántico Sur: Ya que por un sinnúmero de circunstancias se ha ido configurado un escenario de crisis potencial en esta área geográfica tan importante para nuestros intereses. Se destacan entre ellas: la presencia de la potencia extra continental de la Gran Bretaña en nuestras Islas Malvinas, la potencial disponibilidad de una gran cantidad de recursos naturales en la zona (pesquería, petróleo, etc.) y el creciente interés internacional por la Antártida. Lo estamos viendo, en estos momentos, con las idas y venidas a partir de la desaparición del submarino ARA San Juan en noviembre de 2017.
Es necesario contener al flagelo del narcotráfico: El crimen se ha globalizado, se ha hecho transnacional. El mismo camino debe seguir su respuesta. Porque de nada valdrá que un país se actúe eficientemente y que sus vecinos no lo acompañen. Ya que, en definitiva, lo que estarán haciendo es posponiendo los efectos del problema.
Debemos fortalecer a nuestra Cancillería y a nuestras FFAA como el soporte de nuestra política exterior. Para que nuestra política exterior no devenga en una mera retórica necesita de la colaboración de dos elementos ineludibles. Por un lado, nuestra red de embajadores coordinados por nuestra Cancillería; y por el otro, a nuestra fuerzas armadas en capacidad, tanto de disuadir a las potenciales amenazas como de colaborar en la estabilidad y la paz mundial mediante las operaciones de paz y de asistencia humanitaria.
Finalmente solo nos resta remarcar que todo lo expresado debe englobarse en lo que denominamos como una política de Estado. Una que además de ser implementada por los responsables estatales específicos, deberá ser impulsada desde todos los sectores del Estado y de la propia sociedad. A los efectos, de que sus beneficios, no solo contribuyan al bienestar general; también, para lograr una mejor coordinación de todos los esfuerzos. Así, como su perdurabilidad en el tiempo, más allá de los habituales cambios de gobierno. La educación será el puente con el cual se establecerá el nexo entre los que conciben y hacen y los que estudian y difunden. Con ello, no solo lograremos el consenso necesario de la opinión pública; también, devolverles a los argentinos el sano orgullo de su pertenencia nacional.
Carlos PISSOLITO es Coronel (R) Ejército Argentino: Lic. en Estrategia y Organización y Postgrado en Defensa en el Institute of World Politics de los EEUU. Fue agregado militar adjunto en los EEUU y director del Centro Argentino para el Entrenamiento de Operaciones de Paz. Dicta conferencias internacionales en manejo de crisis complejas y de reforma del sector Defensa y Seguridad. Es autor de varios libros y de numerosos artículos sobre estos temas.
Miguel BARRIOS es Doctor en Ciencia Política de la Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina, Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Tecnológica Intercontinental de Asunción del Paraguay y Director Académico del Diplomado Internacional "Experto en Política y Gestión de la Seguridad" del Instituto Universitario Sudamericano en Montevideo, Uruguay. Es autor de libros reconocidos de Defensa y Seguridad. Ha dictado y dicta seminarios, cursos y conferencias en academias militares y policiales de América del Sur.
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