La larga marcha de Nicaragua Sandinista

19/07/2018
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Día tras día, ha tomado forma en los medios italianos la enésima versión de conveniencia, que esta vez tiene que ver con los acontecimientos en Nicaragua. El enésimo “relato” en sentido único, para uso, consumo y consolación de cierta izquierda inepta y desencarnada. Víctima del “miedo de las masas” que no ha sabido guiar y a las cuales no sabe hablar más, indignada contra “todas las guerras” sin haberlas impedido ni siquiera una, obsesionada por el peligro del “socialismo autoritario” pero incapaz de frenar el autoritarismo verdadero, esta “izquierda” se sacia con una sola fuente. Sigue siempre al mismo tipo de flautistas: las fake-news difundidas por el gendarme global.

 

Y así, el paso siniestro de la Conferencia Episcopal nicaragüense se convierte en el camino conciliador de los mediadores imparciales, que llevan el crucifijo en el cuello como símbolo de libertad y democracia. Aquel del pueblo que grita: “golpistas, asesinos” a los obispos que han bendecido las torturas, se transforma en el paso del paramilitarismo y de la tiranía. Responsable de todo: la “pareja venenosa” Ortega – Murillo. Un esquema simplista e inútil como el que ve la acción de un sólo actor – el imperialismo estadounidense y sus complots -, y no la mezcolanza de contradicciones sociales, internas e internacionales, que mueven el contexto actual.

 

El 19 de julio, 39 años atrás, la revolución sandinista entró victoriosa a Managua, luego de haber llamado a cosechar esperanzas y fusiles desde todas las partes del mundo. La última revolución del siglo pasado, del gran siglo XX, que todavía proyecta sus “fantasmas” en esta Europa de zombis feroces. ¿Fantasmas para enterrar o fortalezas para un nuevo futuro?

 

En el camino de Cuba, una parte de América Latina ha escogido la segunda opción, apostando nuevamente por el socialismo del Siglo XXI. En la Europa capitalista, derrotados los puntos más altos de la lucha de clases, en primer lugar Italia, por el contrario, ha prevalecido la eliminación, la pérdida de referencias y de categorías marxistas para explicar un mundo en pedazos que amplifica las contradicciones.

 

Saberlas encarar, antes que todo, llevaría a reconsiderar el ejemplo y es más, el modelo estratégico, el compromiso táctico que ha permitido vencer a las fuerzas conservadoras a nivel electoral en algunos países: desde el Brasil, a Nicaragua y también en Ecuador. Con alianzas institucionales de pies de barro, como contrapeso a la presencia de los sectores capitalistas no crece la organización del poder popular: en cambio con una organización dialéctica que combine el terreno económico y político se apunta a construir una nueva hegemonía, quitando siempre más espacio a las fuerzas adversas. Se sabe que en los propios ámbitos del Estado y de la democracia burguesa, las derechas y sus clones en la izquierda compatible con el sistema, tienen el juego más fácil: apoyan a los gobiernos progresistas como la cuerda que sostiene al ahorcado, para hacerlos retroceder, lo más atrás posible. Se lo ve en Ecuador, se ha visto en Brasil, mientras no ha funcionado en Venezuela, gracias a la extraordinaria vitalidad del poder popular.

 

Por el contrario, ¿qué ha sucedido en Nicaragua? Hasta hace poquísimo tiempo, se elogiaba el modelo económico nicaragüense, donde todos parecían hacer negocios si a los sectores populares, al mismo tiempo, se les daba coberturas y garantías. Con Ortega en el gobierno y gracias a la adhesión de Nicaragua al ALBA de Cuba y Venezuela, el país obtuvo el índice de crecimiento más elevado de América Central. Entre 2005 y 2014, el proyecto Borgen redujo la pobreza en un 30%. El salario mínimo anual aumentó del 5 al 7% neto en relación a la inflación. Un modelo que, mirando bien, basaba la propia solidez más en proyectos de economía popular que en la de sello capitalista. A diferencia del gobierno Lula que en Brasil redujo el número de pobres dando subsidios directos a las familias más necesitadas, el de Ortega optó por las inversiones públicas para hacer crecer la economía popular.

 

 

En Nicaragua, los trabajadores del sector privado son alrededor del 15% del total, mientras en el sector informal hay más del 60%. Y a este segundo sector se ha destinado más de 400 millones de dólares, en gran parte provenientes de Venezuela y de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. Financiamientos dirigidos a los pequeños y medianos agricultores que han permitido al país producir casi el 90% de los alimentos necesarios y liberarse de los préstamos del Fondo Monetario Internacional.

 

Antes, con la Revolución Sandinista y luego con el Gobierno Ortega, se amplió la distribución de la tierra, tanto en la forma de propiedad individual como colectiva. Políticas que han favorecido la autonomía laboral de las mujeres, reduciendo las desigualdades de género al nivel más bajo en América Latina (12do. puesto de 145 países, inmediatamente después de Alemania). Siguiendo el rastro de lo que ha sucedido con el chavismo en Venezuela, en Nicaragua se han ampliado las coberturas sanitarias y de jubilación de los trabajadores y trabajadoras del sector informal: incluidos los trabajadores de las maquiladoras, las grandes fábricas textiles de explotación intensiva ubicadas en las zonas de libre comercio. Zonas de explotación creadas por los gobiernos neoliberales precedentes y que lamentablemente todavía están en plena actividad. El gobierno Ortega, en esto, como en muchos otros aspectos de la gestión política, no ha ido hasta las últimas consecuencias.

 

Pero justamente la reforma del sistema de Seguridad Social que los empresarios habrían querido imponer para sanear las finanzas de la institución, ha activado las sangrientas protestas del 18 de abril, que continuaron luego del retiro de la cuestionada reforma. ¿Cuestionada por quién y por qué? Ciertamente, por una parte de los sectores populares, que habrían tenido que contribuir con sólo el 0,7% a los fondos de pensión y salud. Pero contestada, sobre todo por los sectores patronales que habrían tenido que contribuir con el 3,5%. Y aupada por el FMI, que habrían querido aplicar la misma receta de lágrimas y sangre impuesta a Brasil y a Argentina o a Europa: mucho más dura.

 

La decisión de Ortega – seguramente poco discutida y apresurada - entonces puede ser interpretada como un exceso de seguridad en la posibilidad de hacer presión en las negociaciones con el gran capital: basada justamente sobre los datos del crecimiento de la economía – aumento del 38% del PIB entre el 2006 y el 2017 - , un crecimiento construido principalmente por los pequeños productores y favorecido por el gasto público.

 

Pero quienes se subieron al carro de las protestas, aupados por una campaña de mentiras muy bien apoyada por las multinacionales del humanitarismo y sus voceros internacionales, no fueron rostros pacíficos y limpios, que luchaban por llevar la bandera sandinista hacia una mayor democracia con más justicia social. Detrás de los asesinatos, las violencias y las torturas a las cuales han asistido también diversos sacerdotes, no están organizaciones campesinas y obreras. Basta ver las posiciones de muchas organizaciones campesinas e indígenas, que a nivel internacional se agrupan la Vía Campesina, que apoyan al gobierno y dicen: “Nicaragua quiere paz”.

 

Las figuras que guían a la oposición al gobierno Ortega pertenecen a las clases dominantes, a los latifundistas, a las jerarquías eclesiásticas y a aquellas oligarquías desvirtuadas por la Revolución Sandinista, pero siempre activas. Los hijos de algunas grandes familias participaron en la Revolución Sandinista, pero luego apartaron. Algunos de ellos hoy animan al partido MRS, cuya orientación está ya muy alejada del socialismo, promueven las actividades de las Ongs y de las asociaciones, que atribuyen a Ortega todas las culpas, pero no dudan en acercarse siempre más a las posiciones de la extrema derecha norteamericana.

 

Por otro lado, los estudiantes de las universidades privadas del Movimiento 19 de abril han sido recibidos y elogiados por los representantes del anticastrismo de Miami, siempre en primera fila para renovar los financiamientos estadounidenses para “promover la democracia” en ciertos países como Venezuela, Cuba y Nicaragua: Ileana Ros Lehtinen, Marco Rubio, Ted Cruz, también se han reunido con los representantes del partido ARENA, la derecha salvadoreña.

 

Los ex-sandinistas que escriben en los diarios que le gustan a una cierta “izquierda” europea, además muestran, muy claramente su orientación, dirigiendo llamados constantes a aquellos sectores de los empresarios que han apoyado al gobierno Ortega como garantía de estabilidad: el suyo – explican– será al caballo ganador, apoyado por los dólares de la administración Trump.

 

Por cual canal llegan aquellos dólares, lo explica una minuciosa investigación de Global Research. Desde el 2014 hasta ahora, la National Endowment for Democracy (NED) ha dado más de 4.4 millones de dólares para construir una oposición en Nicaragua, más de 700.000 sólo en el 2017. Financiamientos dirigidos, sobre todo a las Ongs, con el objetivo de crear un amplificador internacional e influenciar la opinión pública utilizando para este fin argumentos aparentemente más de izquierda, de quien se presenta como “verdadero sandinista”.

 

Según Global Research, reciben becas de estudio de la NED la organización feminista Azalea Solis y la organización campesina de Medardo Mairena, mientras los estudiantes del Movimiento 19 de abril viajan y se hospedan con los dineros de Freedom House, otra emanación de USAID o NED. Una red de cerca 2000 jóvenes. A más del grupo mediático Confidencial (el de Chamorro), la NED financia el Instituto de estudios estratégicos y políticas públicas (IEPP), cuyo Director Ejecutivo, Felix Maradiaga, es otro dirigente del MRS muy cercano a los Estados Unidos.

 

El elenco de Glogal Research es largo y da una luz ulterior sobre la propaganda de guerra de ciertos grandes holding humanitarias (incluída Amnesty International), ya vista en acción contra la Venezuela bolivariana.

 

El esquema implementado es siempre el de las “revoluciones de colores”, que funciona también contra la policía nicaragüense, que hasta ayer era aclamada como un ejemplo de cercanía al pueblo y de respeto a los derechos humanos. A diferencia de los otros países centroamericanos, Nicaragua, hasta ahora, ha sido considerada también como ejemplo por el alto nivel de seguridad y el bajo índice de homicidios.

 

Ahora, el libreto utilizado presenta rasgos idénticos a los vistos en las protestas del 2014 y del 2017 en Venezuela (las guarimbas): videos sangrientos construidos para la ocasión, muertos de los que se inculpa a una sola parte, agresiones y ataques atribuidos a “grupos paramilitares” pagados por la “pareja Ortega-Murillo” a la que se la quiere sacar del gobierno como pre-condición para dialogar.

 

“¿Quieren cambiar las cosas? Háganlo a través del voto”, ha dicho Ortega, que en el 2016 ha sido reafirmado para un tercer mandato con el 72,4% de los votos y el 66% de participación. El gobierno sandinista ha propuesto inmediatamente un Diálogo Nacional con la mediación de la iglesia católica, y ha dicho estar listo a examinar todas las propuestas. Mientras tanto, ha sido creada una Comisión parlamentaria para la verdad y la paz y una Consulta independiente del Ministerio Público.

 

De las decisiones políticas, será necesario discutir profundamente. Pero sin injerencia extranjera. En el Foro de San Paolo, que se ha desarrollado en Cuba, Ortega ha recibido el apoyo de los otros países del ALBA y de los movimientos populares que han denunciado los planes de los Estados Unidos contra la integración latinoamericana.

 

18.07.207

 

Traducción Gabriela Pereira

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/194227
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