Colombia, una ventana de oportunidad

04/06/2018
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La reciente primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, donde el uribista Iván Duque y el izquierdista Gustavo Petro han pasado a segunda vuelta, ha sido histórica por varios motivos.

 

Histórica por la participación, la más alta de la historia con el 53%, 12 puntos más que las anteriores elecciones de 2014 donde fue electo Santos. Aunque es reseñable que una participación histórica en Colombia solo haya sido 4 puntos superior a la de las elecciones presidenciales en Venezuela que algunos gobiernos, y muchos medios, han criticado como muy baja.

 

Histórica, porque estas elecciones han supuesto la revancha del Sí a la Paz, derrotado por la mínima en el referéndum. Entre Petro, Fajardo y De la Calle, cuyos proyectos apuestan por consolidar el proceso de paz iniciado con las FARC, suman más del 50% de los votos

 

Histórica, porque es la primera vez que alguna variante de la izquierda llega a la 2ª vuelta de una elección presidencial, pasando por encima de las maquinarias de los partidos tradicionales en Colombia, léase Partido Conservador, Liberal, Cambio Radical o Partido de la U.

 

Estos 3 motivos son suficientes para concluir que un cambio se está produciendo en Colombia, y no se puede deslindar este cambio en la matriz electoral de la decisión de las FARC-EP de cerrar el ciclo de lucha armada. No son tan importantes los modestos resultados obtenidos por las FARC como partido político; lo importante es que patearon el tablero, sustituyendo uno de guerra por uno de paz donde el nuevo escenario abierto permitía también trasmutar las coordinadas del debate ideológico. Las FARC destrabaron, primero mediante la guerra -Marquetalia-, y luego mediante la paz -La Habana-, el freno para que las mayorías sociales puedan avanzar en Colombia.

 

Este nuevo escenario se ha plasmado en una segunda vuelta altamente polarizada, con 2 opciones claras. De un lado el proyecto uribista encarnado en Iván Duque, el que apuesta por neoliberalismo, pobreza y una Colombia como primer país latinoamericano miembro de la OTAN, siempre subordinado a los Estados Unidos y receptor de sus bases militares, y del otro lado un proyecto que apuesto por la redistribución de la riqueza y un Estado de derecho sobre bases democráticas.

 

El 17 de junio, 2 modelos de país diametralmente opuestos se someterán al voto de las y los colombianos, y ninguno de los 2 candidatos tiene la victoria asegurada. Aunque en un ejercicio de prospectiva electoral, pero también de política ficción, podríamos argumentar que Duque tiene más chances de ser el próximo Presidente de Colombia.

 

No solo porque al 39% que sacó hay que endosarle el 7% de Germán Vargas Lleras, sumando 46% y 9 millones de votos, si no porque al 25% de Petro no se le puede sumar matemáticamente el 23’7% de Fajardo ni el 2% de De la Calle. Aunque el Polo Democrático, sustento de la candidatura de Fajardo, ha anunciado su apoyo a Petro, tanto Fajardo como De la Calle han anunciado sendos votos en blanco en la segunda vuelta.

 

Sin embargo, ya decía el referente del liberalismo Jorge Eliécer Gaitán que “el pueblo es superior a sus dirigentes”. Es posible que haya un acuerdo implícito de Fajardo con las élites que gobiernan Colombia para poder extender su influencia política más allá de Medellín (donde fue Alcalde) y Antioquia (donde fue Gobernador), apuntando a Bogotá, donde ya le ganó a Petro en la primera vuelta, pero Gaitán también decía: “Esta avalancha humana: libra una batalla, librará una batalla; vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora". 

 

En los días que quedan para la segunda vuelta de la elección presidencial, probablemente veamos a un Duque que intentará construir un uribismo sin Uribe, para de esa manera, distanciado del patrón ideológico, poder atraer a los votantes de centro. Pero también a un Petro que debe lanzarse a por los votantes de Fajardo y De la Calle, pues su programa es el más cercano a aquello por lo que votaron esas clases medias urbanas de centro: educación, anticorrupción, y proceso de paz.

 

Es por tanto difícil una victoria de Petro en la segunda vuelta, pero más difícil era hace unos meses pensar en pasar la primera vuelta, y ahí está, por encima de cualquier diferencia ideológica, y sin el apoyo de las élites políticas y económicas, de las familias tradicionales que gobiernan Colombia desde hace, literalmente, siglos.

 

La juventud, apática hasta esta elección, puede ser determinante en el resultado final. El voto de quienes no creen que el uribismo sea la salida al laberinto en que se encuentra Colombia, también.

 

Una amiga colombiana me decía, pocos días después de la elección, que el voto a Fajardo había representado la tibieza, el miedo a asumir una postura. Pero que ni la pobreza ni la desigualdad ni la violencia admiten tibiezas.

 

Otro amigo lo graficaba aún más cuando sentenciaba en redes sociales que en la segunda vuelta se vota Petro, o plomo.

 

En definitiva, el 17 de junio se abre una ventana de oportunidad. La historia reciente colombiana ha sido sin duda una época de cambios, y ya es hora de pasar a un cambio de época. La elección es clara, pasado vs futuro. Y toda América Latina necesita una Colombia que mire al futuro.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193266?language=es
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