Encuestas, manifestaciones, aparatos partidistas

21/05/2018
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Al final de un debate electoral siempre se caldea y polariza el ambiente político y los partidarios de cada campaña tienden a ver las mismas por la mirilla de sus deseos y por supuesto no hay mucho espacio para un análisis más sosegado que ponga en juego diversos argumentos. A pesar de ello voy a ir un poco contracorriente, invitando a los lectores de esta columna a verla con desapasionamiento y finalmente concluir si la misma contribuye al análisis de la campaña y a prever eventuales resultados.

 

El primer mecanismo histórico de valoración de las fortalezas o debilidades de las campañas, se asociaba a la presencia activa de los aparatos políticos partidistas; se tendía a decir que determinado partido tenía capacidad de movilizar un volumen de votantes a favor del candidato que apoyaba ese partido. Con el tiempo y la presencia creciente de mecanismos percibidos como distorsionadores, como el clientelismo o el recurso a ‘dadivas’ a cambio del voto, esto fue progresivamente afectando a los partidos políticos; en el caso colombiano, esto apuntó fuertemente contra los partidos tradicionales, el conservador y el liberal, que a partir del período del Frente Nacional, se fueron debilitando. Pero los nuevos partidos que fueron surgiendo, eran disidencias del bipartidismo –unas con vocación de permanencia y la mayoría como estrategia de coyuntura electoral-. Todo esto fue debilitando la identidad de los ciudadanos con los partidos tradicionales y también con los nuevos partidos. Sin embargo, sigue habiendo una franja de votantes –probablemente no muy grande- con identidades y lealtades partidistas; adicionalmente a través de los mecanismos de estímulos, de diversa naturaleza, pueden movilizar un porcentaje importante de votantes a favor de uno u otro candidato.

 

Ligado a lo anterior, podemos decir que el mecanismo tradicional de los partidos políticos para mostrar a la opinión la fortaleza de su candidato, fueron las manifestaciones en plaza pública o en recinto cerrado, que sin duda son un mecanismo igualmente de estimular la solidaridad y entusiasmo entre los seguidores de un candidato o un líder político. Se vuelven simbólicas algunas plazas púbicas en el país y se supondría que si un candidato o un partido son capaces de llenarlas está mostrando su fortaleza político-electoral. Pero esto empezó a ser puesto en cuestión con la emergencia de la ‘nueva plaza pública’, que van a ser la pantalla del televisor o las ondas de la radio, a través de las cuales un candidato puede llegar a una franja mucho más amplia de votantes potenciales que los concentrados en una manifestación.

 

El seguimiento de las campañas políticas se ha venido haciendo recientemente y cada vez con más fuerza, acudiendo al mecanismo de las encuestas –sondeos de opinión con base en muestreos del universo de votantes-; allí la discusión es sobre el tipo y tamaño de muestra, la forma de recoger la información y la oportunidad de la misma. Sin embargo, la tendencia es a considerar que el rol de la encuestas no es solamente ‘la foto’ del momento en que se toma la información, sino incidir en el comportamiento de los votantes, especialmente los indecisos.

 

Lo anterior nos llevaría a decir, que ni el tamaño y frecuencia de las manifestaciones, ni el resultado de los sondeos de opinión o encuestas, ni el peso de los aparatos partidistas, poco o mucho, explican por sí solos el resultado posible de la elección, sino una mezcla, compleja sin duda, de estas tres variables.

 

Alejo Vargas Velásquez

Profesor Universidad Nacional

 

https://www.alainet.org/es/articulo/192990
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