Mundial de Rusia 2018, política y comercio
- Opinión
Falta menos de cuarenta días para que comience a rodar el balón sobre el césped del Gran Estadio Deportivo del Complejo Olímpico Luzhnikí, que durante la época comunista era el estadio Central Lenin de Moscú. Ochenta mil hinchas espectadores estarán presentes en la inauguración del primer Campeonato organizado por un país de Europa Oriental.
Desde México en 1970, las imágenes de lo que ocurre en las canchas donde se disputa, llegan al resto del planeta. Seguramente más de mil millones de personas estarán frente a los televisores en los más recónditos lugares del mundo para ver lo que muchos comentaristas deportivos llaman “El máximo evento deportivo del universo”
Pero en realidad deberíamos preguntarnos ¿Qué es este evento que se realiza cada cuatro años desde 1930, con la excepción de los años de 1942 y 1946, en los que se suspendió debido a la Segunda Guerra Mundial?.
En verdad es muy fácil definirlo. Es un acontecimiento POLÍTICO Y COMERCIAL.
El fútbol profesional es una espectáculo de primer orden que supera en audiencia y seguidores a cualquier otro, sean estos musicales, teatrales o de otra disciplina artística. Este espectáculo basado en una disciplina deportiva supera a todos los demás en materia de asistencia y de espectadores.
Es lo que llega a convertirlo en el “El máximo evento político y comercial del Universo”, y les voy a dar los argumentos que lo demuestran.
Vamos a comenzar con una pequeña muestra que no alcanza las dimensiones “Mundiales”, pero nos servirá para mostrar los dos aspectos.
Hace no muchos años la notoriedad de Colombia estaba centrada en la existencia de las FARC, la dura lucha militar contra ella, los raptos de políticos y militares y la producción de cocaína. ¿Quién conocía a James Rodríguez? Los aficionados locales y los argentinos, donde se había iniciado futbolísticamente y donde había dejado claramente establecido que se llamaba James, para que nadie le dijere “Yeims”.
Entonces se hizo una clara maniobra político-comercial. El jugador fue vendido entre bombos y platillos a un importante club europeo y el presidente de ese club obtuvo importantes contratos de construcción de carreteras en el país sudamericano.
El camino político comercial de este Campeonato lo marcó Jules Rimet desde el Congreso de la FIFA de 1928, cuando se programó el Primer Campeonato, donde el francés se manifestó partidario de que fuera en Sudamérica y propuso a Uruguay por sus triunfos olímpicos y porque ese país celebraba el Centenario de su Constitución. Por eso el más importante estadio uruguayo se llama Centenario al que Rimet llamó el "templo del fútbol". Los europeos boicotearon ese Campeonato y sólo asistieron a él Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumania.
Esta Copa, que hoy lleva el nombre del fundador de la competencia, completa su edición número 21. En ellas Brasil es el que más veces la conquistó, con cinco victorias, los italianos y los alemanes la consiguieron 4 veces cada uno, Argentina y Uruguay dos veces, en cambio Inglaterra, cuna del fútbol, Francia, donde nació Rimet y España, solo la alcanzaron una vez.
Después de la inicial realizada en Uruguay, la Segunda Copa Mundial la organizó Italia en 1934 y es quizás, el máximo exponente del objetivo político que tiene. A este campeonato “deportivo” no asistieron Uruguay, junto a él otros países sudamericanos que apoyaron el boicot, respondiendo a los europeos. Solo Argentina, Brasil y Estados Unidos fueron desde esta parte del mundo.
Eran momentos políticos de grandes expectativas internacionales. Los fascistas habían conquistado Italia y Alemania, se estaban extendiendo a Austria y daban una fuerte lucha por su expansión mundial. Henry Ford, Charles Augustus Lindembergh, en Estados Unidos, el Duque de Windsor –ex Rey de Inglaterra-, eran algunos del los personajes internacionales que apoyaban esas ideas.
Cuando los italianos consiguieron que Suecia retirara su postulación y fueron declarados la sede del Campeonato del Mundo de Fútbol, Il Duce, Benito Mussolini llamó a su despacho a Giorgio Vaccaro que era el Presidente de la Federación Italiana de Fútbol y también dirigía el Comité Olímpico de ese país y simplemente le dijo:
—No sé cómo hará, pero Italia debe ganar este campeonato.
Cuando el dirigente le respondió con su máxima buena disposición, “Duce, haremos todo los posible”.
Mussolini, con rostro muy serio le dijo “General, usted no me entiende bien, no me comprende. Italia debe ganar este Mundial. Es una orden”
Italia había iniciado las tareas para ser Campeón muchos años antes. Habían traído a los argentinos Luís Monti, Atilio Demaría, Enrique Guaita y Raimundo Orsi, quienes fueron “naturalizados” convenientemente. También al brasilero Anfhiloquio Marqués Filo, al que “naturalizaron” como Anfilogino Guarisi. A Monti lo trajeron al Juventus con cinco mil dólares mensuales, una casa y un automóvil, eso en 1930. ¿Cuánto pagarían hoy?
Durante los partidos se hicieron presentes los “camisas negras”, los saludos Fascistas en la cancha y los árbitros entregados a los designios de los organizadores. La competición poseía un formato de eliminatorias a partido único, con prórroga de 30 minutos y repetición del encuentro en el caso de continuar el empate tras la prolongación.
En los cuartos de final los dueños de casa se enfrentaron a España y fue una carnicería según cuentan los españoles. Debieron ir al partido de desempate, que el inventor de este negocio Jules Rimet, dijo que «Fue un encuentro espectacular, dramático y jugado con una intensidad muy pocas veces vista», aunque la voz popular le llamó «La batalla de Florencia».
Cuenta la historia que España comenzó ganando con un gol a los 31 minutos, pero cuando terminaba el primer tiempo mientras Schiavio agarraba al arquero español Zamora, el italiano Ferrari empataba el partido y el gol era validado por el belga Baert.
No hubo más goles y al día siguiente debería jugarse un partido de desempate. Los españoles Zamora, con dos costillas rotas, Ciriano, Lafuente, Iraragorri, Gorostiza y Lángara no podrían estar en ese lance por las lesiones sufridas fruto de la violencia italiana no castigada por el arbitraje.
En el partido de desempate continuó la “batalla” y los españoles Bosh, Chacho, Regueiro y Quincoces fueron los lesionados. Pero este día se llegó a mayores cuando el arbitro suizo –posteriormente expulsado de por vida del arbitraje por la federación Suiza- validó el gol de Giuseppe Meazza cuando Demaría impedía al arquero español actuar.
La final fue Italia - Checoslovaquia. Con un arbitraje ya conocido a favor del local Ángelo Schiavio anotó en la prórroga el gol que les dio en titulo mundialista. El entrenador del seleccionado italiano Vittorio Pozzo, recibió un telegrama antes del partido final en el que solo podía leerse «Vencer o morir».
Luís Felipe Monti, uno de los “naturalizados”, ex jugador de San Lorenzo de Almagro, el equipo del que es hincha el papa Francisco, que en el Mundial de 1930 en Montevideo había marcado el primer gol argentino en uno de estos campeonatos, dijo después «En 1930, en Uruguay, me querían matar si ganaba, y en Italia, cuatro años más tarde, me matarían si perdía».
En 1938 fue sede Francia y salvo Brasil y Cuba, no participaron los equipos americanos en protesta por volver a hacerlo en Europa. Volvió a ser capeón Italia con sus jugadores vestidos con las “Camicie Nere” símbolo del fascismo.
Otro dato ilustrativo. Cuando estábamos en plena “Guerra Fría” en 1956 la sede fue asignada a Chile para la séptima edición en1962, venciendo a la candidatura de la Argentina. Quienes encabezaban el grupo chileno para conseguir ese objetivo eran hombres estrechamente relacionados con la Democracia Cristiana, que era la gran alternativa al “comunismo internacional” durante ese periodo. En Europa los DC gobernaban en Alemania y estaban también en el gobierno italiano enfrentados dramáticamente a los comunistas de Palmiro Togliatti.
Han pasado los años y las Copas Mundiales. Este año en Rusia, se juega la XXI Copa y este país, que no tiene ninguna relevancia en el fútbol internacional será el país donde se realizará.
Para ello se han fijado doce sedes, en Ekaterimburgo, Kaliningrado, Kazán, Moscú, Nizhni Nóvgorod, Rostov del Don, San Petersburgo, Samara, Saransk, Sochi y Volgogrado, de ellos 10 estadios construidos especialmente, eligiendo solo ciudades europeas de Rusia para así facilitar costos y desplazamientos de los participantes y el público. Solo el de Ekaterimburgo está en Asía.
El objetivo de Putin es claramente político. Necesita crear una imagen internacional de la Nueva Rusia construida por él, de su potencial y de su capacidad creadora que solo le está permitido en términos globales si emplea este vehiculo, la Copa del Mundo. Por eso, sus adversarios cada vez que pueden le recuerdan que pueden boicotear el Mundial de Rusia.
Ya Vladímir Putin ha sido acusado por el Reino Unido por el ataque con un agente químico sufrido por el ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en la ciudad británica de Salisbury. La Primera Ministra británica Theresa May no ha dudado en expulsar a 23 diplomáticos rusos de Gran Bretaña, pero además ha amenazado claramente con boicotear la Copa, a lo que se han plegado otros países seguidores de los ingleses. Ya declaró rotundamente que “ningún representante de la familia real ni ningún mandatario” asistirá al Mundial de Fútbol en Rusia.
Lo comercial es indiscutible. Imaginen cuánto ganan las cadenas de TV que transmiten los partidos para audiencias de mil millones de televidentes.
La alemana Adidas será una vez más un gran patrocinador. Provee del balón oficial del evento y la representan 12 de las selecciones participantes. Es, junto a Gazprom, la empresa rusa del gas, uno de los grandes patrocinadores del Mundial, como los son ambos de la Champions League.
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