Rigoberta Menchú: Premio Nobel a la resistencia

26/10/1992
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Información
rigoberta_menchu_custom.jpg
Rigoberta Menchú Tump
-A +A

Cuando vino al Ecuador el pasado mes de agosto, Punto de Vista preguntó a Rigoberta Menchú ¿Qué significaría para usted el Premio Nobel de la Paz? Y nos contestó: "Yo pienso que en Guatemala por primera vez los indígenas entienden el Premio Nobel como un símbolo para respaldar su lucha, su lucha por la identidad, por el idioma, por todo lo que nos espera a los indígenas, pero un reconocimiento también de la resistencia".

 

El Parlamento Noruego, al otorgar el afamado premio a una dirigente indígena, de origen muy humilde, señaló que "Rigoberta Menchú surge como un vivido símbolo de paz y reconciliación a través de líneas divisorias étnicas, culturales y sociales en el continente americano y el resto del mundo".

 

"El premio -agregó el Parlamento- fue otorgado en reconocimiento por su labor de la justicia social y la reconciliación étnico cultural basada en el respeto de los pueblos indígenas".

 

La noticia fue recibida con júbilo por los pueblos latinoamericanos. "El polémico premio deber ser un llamado para que los países americanos comiencen a considerar como importantes a las comunidades autóctonas, cuando se acaban de conmemorar 500 años de la llegada de los europeos al continente", dijo en Caracas Antonio Díaz, secretario de asuntos internacionales del Parlamento Indígena que agrupa a 18 países, al comentar la distinción de la dirigente maya-quiché.

 

 En Ecuador, Fausto Dután, dirigente del Frente Unitario de Trabajadores, comentó: "estamos muy alegres porque esto -el premio Nobel a Rigoberta- es un espaldarazo para que la lucha de los pueblos indígenas continúe". Para la CONAIE, la decisión del Parlamento Noruego, "es un claro reconocimiento a nuestras luchas por los derechos a nuestra lengua, y a nuestras formas de organización autónoma”.

 

 Gobiernos europeos y latinoamericanos, e incluso el Departamento de Estado de los Estados Unidos, se vieron obligados a expresar formales y diplomáticas congratulaciones.

 

 Balde de agua fría

 

 En cambio, la noticia fue como un balde agua helada para las cúpulas gobernantes y los militares de Guatemala. Anteriormente el gobierno de Jorge Serrano había manifestado que "otorgarle el galardón a una mujer indígena era como dárselo a una sirvienta".

 

 En agosto la aristocracia europeizada de Guatemala lanzó la candidatura de la filántropa Blanca Elisa Molina de Sthal al Nobel de la Paz, en contraposición a la de Rigoberta Menchú, quien fue inscrita para el galardón por Adolfo Pérez Esquivel (argentino) y Desmond Tutu (sudafricano), Premios Nobel de la Paz en 1982 y 1984, respectivamente.

 

 En todo caso, el gobierno se vio obligado a expresar su reconocimiento por el galardón para Menchú, recomendándole sin embargo "cautela en sus actuaciones". Por el prestigio y el respaldo internacional que ha alcanzado, Rigoberta Menchú entrará a jugar un papel clave en el proceso de pacificación de este país que se encuentra en guerra desde hace 30 años, con un saldo de 100.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 200.000 refugiados.

 

"Me llamo Rigoberta Menchu y así me nació la conciencia”

 

 Este es el título del libro escrito por Elizabeth Burgos, que recoge los testimonios de la vida de Rigoberta Menchú, y con el cual se dio a conocer al mundo.

 

 "Mi situación personal engloba toda la realidad de un pueblo", dice en la página 21. Y en efecto es así. Rigoberta nace en 1959 en San Miguel de Uspatán, Departamento del Quiché, al nor-occidente del país. Esta pequeña aldea, abierta en la selva con el trabajo indígena, dejó de existir cuando en la década de los 80 el ejército lanzó la campaña "tierra arrasada", con el objeto de destruir la organización popular.

 

 Su lengua es el quiché, fue educada conforme a la religión maya por parte de su madre y a las creencias cristianas por el lado de su padre. Su familia alternaba unos meses en la parcela de la montaña y otros en las fincas de los terratenientes. Su vida transcurre en la pobreza extrema. "Yo vi morir a mis hermanos mayores, precisamente por la falta de comida, por la desnutrición, que nosotros los indígenas sufrimos", cuenta de su infancia. A los 8 años empezó a trabajar en los cafetales de la costa sur; a los doce ya era una catequista muy activa.

 

 Luego de ser empleada doméstica y sufrir toda clase abusos en la ciudad, a los 14 años retornó a trabajar a su aldea como campesina y a las fincas como jornalera. Su padre Vicente Menchú fue un dirigente destacado: "Mi padre luchó 22 años defendiendo, librando su heroica lucha en contra de los terratenientes que querían despojarnos de la tierra, a nosotros y a los vecinos". Por este motivo Vicente Menchú fue encarcelado y en 1987 quemado vivo junto con otros 38 campesinos que se tomaron la embajada de España exigiendo una reunión con el presidente guatemalteco y el cese de la represión militar al campesinado. Posteriormente su madre fue torturada en su presencia por fuerzas militares, y sus hermanos fusilados. Casi toda su familia ha sido asesinada.

 

 Con el ejemplo de su padre, el impulso de su madre y hermanos mayores emprendió el trabajo organizativo de su comunidad y en 1977 se incorporó formalmente a una agrupación campesina.

 

Cuando cumplió su segunda década de vida, aprendió a hablar, leer y escribir español.

 

 En 1979 ingresó al Comité de Unidad Campesina (CUC) y desde 1986 es miembro de la dirección de esa organización, la cual forma parte de la Unidad de Acción Sindical y Popular (UASP).

 

 En 1982 participó en la fundación de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca, organización que durante diez años ha desarrollado una labor de denuncia de las violaciones de los derechos humanos que ocurren en Guatemala.

 

 Se vio obligada a salir al exilio desde hace 12 años, luego de ser acusada por el ejército de "tener vínculos con la subversión", en un país en el que esto equivale a una sentencia de muerte. Ha vivido

en diversas ciudades de México y ha viajado, como una verdadera embajadora de su pueblo, por un sinnúmero de ciudades del mundo.

 

También en 1982 fue fundadora del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de Naciones Unidas en Ginebra, Suiza.

 

Junto con otros delegados indígenas de América, desde hace 5 años,  " impulsó en la ONU la iniciativa de denominar a 1992 como el Año Internacional para los Pueblos Indígenas, lo que lograron para 1993.

 

En 1988 volvió a Guatemala, para participar en el Diálogo Nacional convocado por la Comisión Nacional de Reconciliación, siendo detenida y libera da de inmediato por la presión internacional.

 

 Su país

 

Su figura es menuda. Su cabello, de un negro acerado. Sus ojos límpidos y su sonrisa constante. Habla con voz franca y baja, en un castellano que solo aprendió en su juventud.

 

 Viste ropas típicas de Guatemala: mantos tejidos de laberintos de colores que parecen infinitos. Su fortaleza está en el conocimiento de la realidad de su país que va saliendo del anonimato y el silencio gracias a su palabra.

 

Rigoberta Menchú dice que el sistema racista del apartheid se está acabando en Sudáfrica pero continúa vigente en su país.

 

 "En Sudáfrica el apartheid al menos es legal, visible, oficializado, lo que llevó a mil millones de personas a luchar contra él. En Guatemala, en cambio, existe de un modo no institucional, impera una segregación implícita, lo que hace que nadie repare ante esta aberrante situación".

 

 "La única lengua oficial en Guatemala es el español, cuando el 50 por ciento de los 9 millones del país no lo habla. Ese idioma es empleado solo por el 30 por ciento de la población indígena, los que están en las ciudades o cabeceras departamentales".

 

 “Se está ignorando a 22 grupos étnicos, 22 idiomas, que conforman toda una diversidad cultural, porque Guatemala es el país más colorido, más heterogéneo de América Latina. Todos los gobiernos han ignorado la realidad indígena y han actuado a espaldas de la población".

 

 “Guatemala es el único país latinoamericano en el que aún hay un conflicto armado interno, caro y sangriento. Actualmente el gobierno y la guerrilla están negociando, pero, desde ya, llamo la atención de que un acuerdo político no resolverá el problema de fondo si no incorpora estas realidades. ¿Tendría sentido hablar de democracia si se mantiene el 50 por ciento de analfabetismo en el país?"

 

 "El 80 por ciento de más de un millón de desplazados internos que han dejado la guerra civil son indígenas. El 85 por ciento de los 200.000 refugiados guatemaltecos que hay fuera del país son indígenas y el 49 por ciento de las aldeas arrasadas en la guerra son indígenas: solo entre 1982 y 1984 se destruyeron más de 440".

 

 "También es indígena el 80 por ciento de los 45.000 desaparecidos del país, que constituyen casi la mitad de todos los desaparecidos de América Latina. El 90 por ciento de las viudas que hay en el país son indígenas. En rigor se ha tratado de un etnocidio".

 

 Rigoberta rechaza la interpretación simplista de la paz como ausencia de guerra y enfatiza que ésta solo será verdadera para los pueblos con la transformación social de sus condiciones de marginación.

 

 "Podremos hablar de democracia cuando haya un trato de igual a igual, cuando todos puedan enriquecerse intercambiando experiencias, cuando haya un parlamento mixto“.

 

Rigoberta Menchú participará en el proceso de diálogo entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y el gobierno para poner fin al conflicto armado.

 

 "Indudablemente mi participación próxima en el diálogo tendrá que ser del lado de los sectores de la sociedad civil, los damnificados por la represión y la impunidad“, expresó luego de entrevistarse con el presidente Jorge Serrano.

 

(Con información de las agencias de noticias IPS y CERI-GUA)   

 

Publicado en el semanario Punto de Vista Nº 542, 26/10/92, Quito- Ecuador

 

  

https://www.alainet.org/es/articulo/192362
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS