Ecuador: Para comprender el 30-S

06/03/2018
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Planteamientos para el debate posconsulta

 

Precisiones necesarias

 

En la historiografía ecuatoriana han predominado dos enfoques teórico/metodológicos: el liberal/individualista y el positivista/empirista. El primero de ellos sustenta que las emociones, las pasiones o el carisma del líder o caudillo de turno determinan los procesos político/económicos de un país; el segundo, aspira encontrar lo esencial de los mismos en el escrutinio de hechos aislados o en la acumulación de datos estadísticos frecuentemente irrelevantes". Por cierto, ambos enfoques han terminado por regla en la apología del establecimiento o, cuando más, en la sugerencia de cambios superficiales y anodinos.

 

 En oposición a las citadas escuelas historiográficas tradicionales, a partir de los años 70 del siglo pasado comenzarán a abrirse paso trabajos sobre el devenir del Ecuador sustentados en el análisis de la estructura económica y en el discernimiento de las contradicciones antagónicas y no antagónicas derivadas de su matriz productiva, ambas líneas de investigación enmarcadas en la comprensión de nuestra socioeconomía como una realidad determinada en gran medida por su articulación “tardía”, contrahecha y subalterna a la lógica de la reproducción ampliada del capitalismo mundial.

 

 Los trabajos del investigador Agustín Cueva, especialmente su libro El proceso de dominación política en el Ecuador (1), se constituyeron en hitos fundamentales en la ruptura con las visiones subjetivistas y empiristas. Concepciones que, por cierto, retomarían su primacía poco tiempo después a consecuencia de la implantación de dictaduras fascistas y promonopólicas en el Cono Sur del continente y como subproducto del derrumbe del “socialismo real” europeo a fines de los 80, acontecimiento que supuso una contundente victoria de la ideología del mercado y la democracia formal.

 

 Vigencia teórico/metodológica del pensamiento crítico

 

 En Antihistoría ecuatoriana  (2),  se ha buscado recuperar la concepción historiográfica objetivista con el propósito de dar continuidad a investigaciones propias del autor como Dialéctica de la economía ecuatoriana, Ecuador: genocidio económico o vía democrática y, específicamente, al ensayo “La quimera de la modernización”, publicado en una versión reajustada en el libro colectivo Ecuador: pasado y presente (1995), trabajo en el cual busco explicar el sojuzgamiento material e inmaterial de las mayorías nacionales no solo a la luz de la Economía Política, sino también desde el prisma de la decadencia de la civilización del capital cristalizada por una modernización mal concebida y peor instrumentada. Precisamente esta última vertiente historiográfica, enriquecida por autores como el compatriota recientemente fallecido Bolívar Echeverría, ha llevado a que pusiera a circular mi más reciente libro bajo el término de antihistoria, como señal de mis reservas frente a un mundo moldeado por la razón instrumental con sus ejes del dinero y la tecnociencia.

 

Sustantivamente, Antihistoria... actualiza la reflexión sobre la dominación interna/externa del país en el período correspondiente al predominio de la Nueva Derecha, representada en Carondelet, en mayor o menor grado, por los gobiernos de Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucaram, Fabián Alarcón, Jamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio y el actual de Rafael Correa.

 

Cabe anotar que identificamos a la Nueva Derecha como al discurso de manufactura metropolitana que preconiza políticas y reformas orientadas a la preservación/profundización del régimen de producción capitalista y a la adscripción de nuestras economías a la vieja/nueva división internacional del trabajo, es decir, a la reprimarización de sus aparatos productivos, en consonancia con las necesidades e intereses del capital transnacional. Todo esto en un marco geopolítico de declive del poder estadounidense y la subsecuente emergencia de potencias “subimperialistas” (particularmente el grupo ERIC: Brasil, Rusia, India, China).

 

 Esta línea medular de investigación ha sido complementada con la descripción e interpretación de algunos de los episodios más notables de la resistencia social al fandamentalismo moderno.

 

En este Seminario dedicado a evaluar, en estos tiempos neoconservadores, la vigencia del pensamiento de Carlos Marx —y, en general, de las posturas críticas del capitalismo— me parece necesario destacar que la preparación de Antihistoria... me ha permitido verificar tanto la enorme validez del método dialéctico de investigación (concebido como “el análisis concreto de la circunstancia concreta”), como la utilidad cognoscitiva e interpretativa de categorías de esa escuela como acumulación de capital y de su desglose adelantado, para el caso latinoamericano, por el mexicano Arturo Guillén, quien, en su trabajo “Obstáculos a la acumulación de capital en los países subdesarrollados” (3), precisa los factores que han determinado la baja generación de excedentes capitalizables en nuestras economías, la transferencia de buena parte de esos recursos a las metrópolis, así como su utilización dispendiosa por obra de burguesías consulares, aunque también a consecuencia del “consumismo” extendido entre los estratos sociales medios.

 

 Para el discernimiento político —entendido lo político como un condensado de lo económico— la recuperación del enfoque de la lucha de clases me habría permitido —en los límites de mi formación teórica— un abordaje menos subjetivo de la proteica resistencia social ecuatoriana a la multifacética ofensiva de la Nueva Derecha metr0politana y doméstica…

 

 Este orden de ideas y categorías se encuentra detrás de Antihíst0ria ecuatoriana configurando una matriz analítica que, proyectada a las situaciones concretas de abundancia o penuria de excedentes, posibilita establecer, aunque no de manera mecanicista, los recientes ciclos económico/políticos del Ecuador, fluctuantes entre las medidas recesivas de corte liberal ortodoxo y las acciones desarrollistas/intervencionistas/redistributivistas, ambas fases inscritas en un proceso más general de reestructuración subordinada de la socioeconomía nacional con su correlato en la lucha política parlamentaria y extraparlamentaria.

 

Agotamiento del primer boom petrolero, ajustes ortodoxos fondomonetaristas y retorno de la inestabilidad política (1981-2006)

 

 Después del auge petrolero de los 70 —derivado de la guerra del Yom Kippur y revertido por obra de la Agencia Internacional de Energía comandada por Estados Unidos—, con sus efectos de modernización refleja y apariencial, la sociedad ecuatoriana comenzará a reencontrarse con la cruda realidad de un “subdesarrollo” y una subalternidad estructuralmente más profundos. 'Su síndrome patológico se configuró con problemas de enorme magnitud: recesión, desarticulación del aparato productivo, acrecentada vulnerabilidad externa, desabastecimiento alimentario, desindustrialización, desequilibrios en las finanzas públicas y privadas, elevada inflación, desempleo galopante.

 

 Este cuadro económico/social se pretendió enjugarlo, a partir de 1981 (gobierno de Osvaldo Hurtado), con la instrumentación del recetario fondomonetarista de los ajustes recesivos —es decir, medidas de contracción de la demanda agregada: congelamiento de salarios, liberalización de precios, eliminación de subsidios populares, despidos masivos de trabajadores públicos y privados—, aperturismo comercial/ financiero y privatizaciones. Líneas de acción sugeridas/impuestas por el FMI y cuya aplicación, lejos de asegurar las promesas de estabilidad y crecimiento, terminaron por fomentar los procesos identificados por la teoría marxista como de concentración y centralización monopólica y financiarización, por un lado, y por otro, la depauperación absoluta y masiva de la población.

 

 Tal una radiografía impresionista de lo acontecido en el país durante las décadas perdidas de los 80 y 90. E incluso más adelante.

 

 Conforme analizamos en Antihistoria…, la aplicación de la dogmática del FMI tuvo uno de sus momentos culminantes en la muerte/asesinato del sucre, en el año 2000, decidida por el Harvard boy 's Jamil Mahuad y la consecuente pérdida de la soberanía monetaria, así como en el gigantesco operativo de “socialización de las pérdidas” bancarias (endosadas al Estado por un monto superior a los 8.000 mil millones de dólares). Amén de la ruina de cientos de miles de agentes económicos, la correlativa inmiseración general y el éxodo de más de un millón de compatriotas.

 

 Pese al estrepitoso fracaso del modelo/estrategia liberal en su variante ortodoxa —hablamos de fracaso desde la perspectiva de los intereses nacionales, laborales y populares— los gobiernos ulteriores al de Mahuad —Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio— prosiguieron por esa ruta, siempre sazonada con acciones intervencionistas y subsidios favorables a las fracciones más retrógradas de la burguesía doméstica (exportadores primarios, importadores, banca, seguros) y del capital imperialista o “subimperialista”, lo cual explica que tipifiquemos al largo período de predominio de recetario del Fondo como a un periodo de hegemonía de un liberalismo esquizofrénico (Estado pródigo para los sectores plutocráticos, Estado mínimo para “los de abajo”).

 

 Acción y reacción. Las valientes y multicolores protestas y movilizaciones sociales que liquidaron pacíficamente a las administraciones neoderechistas de Abdalá Bucaram (1997), Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005) tienen ese telón de fondo, solamente que el carácter poco orgánico y más bien espontaneísta de tales manifestaciones, antes que para impulsar cambios de la estructura productiva o al menos una morigeración de la estrategia promonopólica, únicamente sirvieron para catalizar reacomodos en el poder de las fracciones criptoburguesas, burguesas y filoimperialistas cobijadas en caudillescas tiendas partidarias (llámense PSC, ID, PRE o PRIAN).

 

Nueva bonanza primario exportadora y reestructuración subordinada bajo formato neoinstitucionalista/bancomundialista

 

 Acaso la contribución más importante de Antihistoria. .. sea la contenida en el Cap. VIH y que lleva por título “Correa: momentos de la (autodenominada) Revolución Ciudadana”, y, específicamente, el subcapítulo nominado como “Neoinstitucionalismo: fase superior del neoliberalismo y fórmula de reprimarización productiva, lumpenacumulación y criminalización social”, donde se deconstruye la primera administración del posgraduado de Illinois Rafael Correa (enero del 2007—agosto del 2009).

 

Antes de continuar con el análisis relativo a los planteamientos centrales de Antihistoria…, desglosados en los apartados arriba señalados, parece necesario responder a las tres preguntas básicas siguientes:

 

a) ¿Por qué se agotó la estrategia liberal ortodoxa?,

 

 b) ¿Por qué es posible sustentar que el neoinstitucionalismo constituye la fase superior del neoliberalismo de signo fondomonetarista?, y

 

 c) ¿Qué se propone el capital financiero mundial en las áreas periféricas con su último aggíornamento discursivo?

 

 En contestación a la primera interrogación habría que anotar que su excesivo énfasis en el individualismo y en las posibilidades regulatorias del “libre mercado” por parte del liberalismo ortodoxo, todo esto en un mundo gerenciado por gigantes corporaciones transnacionales —que ha llevado a que Noam Chomsky acuñe la expresión neomercantílismo corporativo—, terminó por visibilizar las insalvables contradicciones de la estrategia fondomonetarista.

 

 La ambición por convertir todo en mercancía colisionó en países como el Ecuador —donde como vimos se desplomaron tres gobiernos en menos de una década— por el carácter excluyente de la sociedad y el mercado capitalistas. En otras palabras, el incremento vertical del ejército de excluidos por la acumulación monopólica acabó por desacreditar el supuesto rol promotor, estabilizador y justiciero de las “leyes” o “fuerzas” del mercado, forzando a que el poder transnacional accediera a pequeñas concesiones a los náufragos de la globalización monopólica. Los bonos para enjugar la pobreza extrema, los programas de vivienda popular y los subsidios focalizados para los menesterosos tienen ese origen. El capital corporativo se había decidido, en suma, a conceder algo para preservar el todo. Entendiéndose por todo el mantenimiento de los mecanismos esenciales de concentración y centralización de la riqueza.

 

 En relación con la segunda pregunta habría que apuntar que, en la medida que las fórmulas del FMI resultaban cada vez más insuficientes para penetrar y orientar a los mercados periféricos, el capital transnacional y los think tanks a su servicio —particularmente las universidades norteamericanas y el Banco Mundial— comenzarán a diseñar e impulsar, desde fines de los 90, una ola de reformas orientadas a convertir a las políticas públicas de nuestros países en palancas para favorecer la mundialización del capitalismo y la acumulación de excedentes por parte de los conglomerados globales. Emergió, por estas causas, una estrategia económica más penetrante y sofisticada —superior— que la contenida en el recetario unilateral del FMI; tal estrategia estuvo/está enderezada a debilitar a los estados nacionales y a las organizaciones corporativas laborales y populares (sindicatos, organizaciones sociales) e introducir la racionalidad capitalista, tanto en la gestión estatal como en el ethos individual incluso de los explotados y excluidos. Y, por cierto, como pauta para las relaciones hombre—naturaleza.

 

 De modo extraño y hasta sarcástico, a esta estrategia neoconservadora, ultracapitalista y de despersonalización económica y cultural se la proclamará entre nosotros como opción de “izquierda” e incluso “revolucionaria”.

 

 Respecto de la tercera pregunta, la reflexión del académico español Vilar Villa nos parece altamente esclarecedora sobre la ofensiva del capital corporativo contra nuestros estados nacionales. Según él: “El principal obstáculo que se opone a la mundialización económica en nuestros días es la supervivencia de los estados nacionales que permite la subsistencia de condiciones internas diferentes en cada país y que, por tanto, dificultan la homogeneización capitalista mundial”. (4)

 

 Expuesto en buen romance, el neoinstitucionalismo aspira sobre todo a desbrozar “desde adentro” los obstáculos impuestos por los estados periféricos al flujo del capital corporativo en sus distintas expresiones (comercial, financiera, tecnológica) cualesquiera sea el origen de aquel (estadounidense, alemán, chino, coreano, brasileño, chileno o venezolano).

 

Conforme explica el investigador colombiano Jairo Estrada: “La llegada del neoinstitucionalismo parece sugestiva para las configuraciones actuales del capital internacional. Primero, por cuanto representaría una superación de la visión de la sociedad en la exclusiva lógica del mercado, al señalar que es necesario incorporar el análisis de las instituciones en la economía. La crítica al neoliberalismo (primario, RE.) no es lo fundamental. En la perspectiva neoinstitucionalista no se trata de desconocer las fuerzas del mercado, solo que debe reconocerse que estas actúan con una gama muy variada de instituciones... (Y), segundo, por cuanto a la concepción institucional subyace una visión desde la teoría general de sistemas. La sociedad (el sistema) está conformada por un conjunto de elementos (instituciones) interrelacionados e interactuantes. Esa visión de interrelación/interacción no contempla el antagonismo, puede reconocer el conflicto pero funcionalmente (o como disfunción transitoria), presupone relaciones de poder horizontales, excluye por tanto la dominación y la explotación, posibilita desarrollar un discurso de unidad, de concertación, de participación, de no exclusión, 'democrático', ('ciudadano', R.B.)”. (5)

 

 En léxico corriente: si con su apreciación de que las “leyes” o “fuerzas” del mercado no actúan “en el vacío” sino en el marco de una compleja trama social, los padres del neoinstitucionalismo —los Becker, Coase, North, Stiglitz y otros premios Nobel— no hacen más que descubrir una perogrullada, con su negación del milenario conflicto antagónico de clases los autores de la pretendida nueva Economía Política lo único que logran es colocar “patas arriba” al poderoso discurso marxiano-socialista. (Valga la ocasión para expresar que, actualmente, considero al socialismo estatalista tipo soviético como a una fracasada vía de modernización “a la occidental”).

 

En otro pasaje, el autor citado desglosa a este último dogma neoinstitucionalista así como sus consecuencias prácticas del siguiente modo: “(El) problema del capitalismo no sería (según los neoinstitucionalístas) su naturaleza de dominación o explotación, sino la existencia de reglas de juego inadecuadas (instituciones inadecuadas), o la carencia de reglas de juego (instituciones). De ahí que la política neoinstitucionalista se concentre en la necesidad de fortalecer las instituciones (creándolas, eliminándolas, reformándolas). Por ello se habla de desplegar y fortalecer la capacidad institucional del Estado, de la necesidad de instituciones fuertes, de la eficiencia y eficacia de las instituciones, etc. Entiéndase que en el neoinstitucionalismo... las instituciones no deben ser reducidas al aparato estatal. No es casual entonces que en el pasado reciente la política del Estado capitalista se haya orientado a diseñar reglas de juego, especialmente en el campo económico y sobre todo en los nuevos negocios”.7 Traducido a buen romance, lo anterior ha significado dar luz verde a la multiplicación de normas legales y a la creación de innumerables entidades públicas, con la consiguiente expansión vertical del gasto público. .. todo para apuntalar al “libre mercado”. Paradoja que el capitalismo mercantilismo europeo pre Revolución Industrial pudo superar mediante la apropiación y explotación de vastos territorios y el genocidio y la esclavilización de los pueblos originarios de América, África y ulteriorrnente de Asia. Operativos que, ahora, se los pretende reeditar a través de la financiarización de la economía—mundo y la teología del mercado.

 

 Más allá de sus fantasmagorías y sus abalarios matemáticos, el neoinstitucionalismo, ideología oculta de la Revolución Ciudadana, comporta, en realidad, una suerte de actualización del libro Las etapas de crecimiento económico (6),  el celebrado manifiesto no comunista con el cual Walt W. Rostow —ideólogo de la guerra en Vietnam— y el complejo industrial/militar estadounidense pretendieron evangelizar al llamado Tercer Mundo en los años 60, para promover la universalización de la razón instrumental y, de ese modo, buscar eliminar las contradicciones consustanciales al modo de producción capitalista.

 

 En términos más directos, cuando resulta evidente que el capitalismo corporativo mundializado hace aguas por todos sus costados e incluso amenaza con liquidar la vida en el planeta, el neoinstitucionalismo no solo que pretende instrumentalizar la racionalidad esencial de ese modo de producción, sino, también, sus aberraciones más recientes y temibles.

 

 Estas últimas tendencias han sido conceptualizadas y/o expuestas por Pablo Dávalos, con gran solvencia académica y con lenguaje adusto, en su reciente libro titulado La democracia disciplinaria, en el cual disecciona temas/problemas de tanta pertinencia en esta vuelta de siglo como la acumulación por desposesión (lumpenacumulación), la biopolitica y la tanapolíiica, la privatización del Estado, la desterritorialízacíón de los estados, la criminalización social, el panopiismo, el reality como real politik, la heurística del miedo, la gobernanza mundial corporativa, entre otros. (7) Aportes teóricos respaldados en tozudos “patas arriba” al poderoso discurso marxiano—socialista. (Valga la ocasión para expresar que, actualmente, considero al socialismo estatalista tipo soviético como a una fracasada vía de modernización “a la occidental”).

 

 En otro pasaje, el autor citado desglosa a este último dogma neoinstitucionalista así como sus consecuencias prácticas del siguiente modo: “(El) problema del capitalismo no sería (según los neoinstitucionalistas) su naturaleza de dominación o explotación, sino la existencia de reglas de juego inadecuadas (instituciones inadecuadas), o la carencia de reglas de juego (instituciones). De ahí que la política neoinstitucionalista se concentre en la necesidad de fortalecer las instituciones (creándolas, eliminándolas, reformándolas). Por ello se habla de desplegar y fortalecer la capacidad institucional del Estado, de la necesidad de instituciones fuertes, de la eficiencia y eficacia de las instituciones, etc. Entie'ndase que en el neoinstitucionalismo... las instituciones no deben ser reducidas al aparato estatal. No es casual entonces que en el pasado reciente la política del Estado capitalista se haya orientado a diseñar reglas de juego, especialmente en el campo económico y sobre todo en los nuevos negocios”. (7) Traducido a buen romance, lo anterior ha significado dar luz verde a la multiplicación de normas legales y a la creación de innumerables entidades públicas, con la consiguiente expansión vertical del gasto público… todo para apuntalar al “libre mercado”. Paradoja que el capitalismo mercantilismo europeo pre Revolución Industrial pudo superar mediante la apropiación y explotación de vastos territorios y el genocidio y la esclavización de los pueblos originarios de América, África y ulteriormente de Asia. Operativos que, ahora, se los pretende reeditar a través de la financiarización de la economía—mundo y la teología del mercado.

 

 Más allá de sus fantasmagorías y sus abalarios matemáticos, el neoinstitucionalismo, ideología oculta de la Revolución Ciudadana, comporta, en realidad, una suerte de actualización del libro Las etapas de_crecimiento económico,6 el celebrado manifiesto no comunista con el cual Walt W. Rostow —ideólogo de la guerra en Vietnam— y el complejo industrial/militar estadounidense pretendieron evangelizar al llamado Tercer Mundo en los años 60, para promover la universalización de la razón instrumental y, de ese modo, buscar eliminar las contradicciones consustanciales al modo de producción capitalista.

 

 En términos más directos, cuando resulta evidente que el capitalismo corporativo mundializado hace aguas por todos sus costados e incluso amenaza con liquidar la vida en el planeta, el neoinstitucionalismo no solo que pretende instrumentalizar la racionalidad esencial de ese modo de producción, sino, también, sus aberraciones más recientes y temibles.

 

 Estas últimas tendencias han sido conceptualizadas y/o expuestas por Pablo Dávalos, con gran solvencia académica y con lenguaje adusto, en su reciente libro titulado La democracia disciplinaria, en el cual disecciona temas/problemas de tanta pertinencia en esta vuelta de siglo como la acumulación por desposesión (lumpenacumulación), la biopolitica y la tanap0líiica, la privatización del Estado, la desterritorialización de los estados, la criminalización social, el panopiism0, el reality como real politik, la heurística del miedo, la gobernanza mundial corporativa, entre otros (7).  Aportes teóricos respaldados en tozudos hechos que de alguna manera le convierten a Pablo Dávalos en cómplice de Antihistoria ecuatoriana, amén de coautor material por el Anexo titulado “Banco Mundial, neoliberalismo y Alianza País: la trama invisible”.

 

 Alegrías y pesares de un conejillo de indias

 

 En nuestro país, la refrendación plebiscitaria, en septiembre del 2008, de una Carta Política de retórica “populista” y “alma neoinstitucionalista”, elaborada/suscrita por la Asamblea Constituyente reunida en Montecristi, y la abrumadora reelección presidencial de Rafael Correa en abril del 2009 —derrotando nuevamente al multimillonario Álvaro Noboa, partidario del neoliberalismo en su libreto ortodoxo— se constituyeron en sucesos claves para acelerar la puesta en práctica de esa estrategia promonopólica y promercado.

 

 Las condiciones “externas” provinieron del alza de los productos primarios —especialmente el petróleo— derivada de las ocupaciones estadounidenses de Irak y Afganistán, la consolidación de China como nuevo “taller del mundo” y la emergencia de Brasil como indiscutible hegemón sudamericano.

 

 De hecho, la bonanza de los commodities en el mercado internacional y las subsecuentes vacas gordas de las cuentas externas y fiscales del Ecuador prevalecieron durante los dos primeros años del gobierno de Alianza País, generando un flujo de divisas estimado en 30 mil millones de dólares, nutrido también por los ecuatorianos de ultramar. Tales ingresos serian canalizados básicamente a la ejecución de proyectos de infraestructura física, energética y de expoliación de la biodiversidad incorporados al IIRSA y cofinanciados por el propio Banco Mundial y el Banco de Desarrollo del Brasil (BNDES) y a una descomunal expansión del aparato administrativo y militar (en esta última vertiente para que Quito cumpla más eficazmente con el eje Washington—Bogotá). Adicionalmente, se asignaron fondos de relativa significación al fomento de la educación básica, a la salud, a los efectistas programas asistenciales y a la promoción de microempresarios (el viejo planteamiento metr0p01itano del “capitalismo popular” actualizado para América Latina por autores como el peruano Hernando de Soto).

 

Tales orientaciones del gasto público le posibilitaron al mandatario Correa afianzar su estrategia neoinstitucionalista, contando con el soporte político de viejos/nuevos grupos económicos de visión y práctica transnacionalizadas y de una floreciente y desinhibida lumpenburguesía criolla (8), así como con la decisiva performance de una nueva generación de técnicos neopositivistas y, por lo mismo, favorables al establecimiento global. El “fuerte” gasto estatal le permitiría, por su parte, preservar los votos de sectores medios urbanos y rurales y de los cientos de miles de réprobos de la mundialización corporativa y triunfar en sucesivas bazas electorales con el sustento, además, de una abrumadora propaganda mediática.

 

 Los acuerdos diurnos y/o nocturnos con figuras de la vieja derecha de cuño febres/borjista/bucaramista o con tiendas políticas de izquierda amarillista (Partido Socialista Ecuatoriano y Partido Comunista, hasta la actualidad) le permitirían al “correísmo” incluso “comprar” transitoriamente la lucha de clases.

 

 De su lado, una retórica nacionalista, antiimperialista y bolivariano/alfarista le otorgaron a Carondelet las necesarias credenciales “progresistas” internacionales, útiles para mimetizar sus prácticas entreguistas de los recursos naturales y energéticos —especialmente a sus amigos “subimperialistas”— y sus publicitadas reformas neoinstitucionales.

 

Las ilusiones suelen ser efímeras

 

En nuestro estudio “Efecto jazz desnuda a la Revolución Ciudadana” —publicado originalmente por ALAI y ulteriormente incorporado a Antíhist0ria ecuatoriana“— advertimos sobre la fragilidad material del proceso protagonizado por Correa y Alianza País, en razón de las repercusiones negativas para la economía nacional que comenzaran a “barruntarse” con ocasión del espectacular desplome de Wall Street a mediados del 2008. A partir del segundo semestre del 2009, la recesión estadounidense primero y la europea posteriormente se expresarán con crudeza creciente, tanto en las cuentas externas como en las cuentas fiscales del Ecuador, golpeando severamente a la estrategia bancomundialista en su dimensión desarrollista/intervencionista/redistributivista.

 

 Abocado a tales rigideces, el régimen de Alianza País pretenderá salir de paso mediante una suerte de fuga hacia adelante; es decir, apelando a un costoso financiamiento externo (especialmente de origen venezolano y chino), a una atropellada búsqueda de nuevos mercados (reinicio de las negociaciones de un TLC con la colonialista Unión Europea), a emisiones de bonos para pagos a contratistas del Estado, a la repatriación de la reserva

 

Para comprender el 30—S. Epílogo de antihistoria ecuatoriana René Báez monetaria internacional, a recurrentes préstamos del IESS... Una política económica equiparable a la del “endeudamiento agresivo” que emprendiera a finales de los años 70 un triunvirato militar de triste recordación en su intento por proveer de vida artificial al primer boom petrolero.

 

 El “terremoto” del 30-S

 

 Con este desmedrado trasfondo económico/financiero, el presidente Correa se decidirá a acelerar los cambios neoinstitucionalistas.

 

En efecto, al jurar para su segundo período presidencial, el 10 de agosto del 2009, el caudillo de Alianza País se comprometió a “profundizar la Revolución Ciudadana”, aludiendo a su interés por instrumentalizar la reformas legales y reglamentarias subrepticiamente incorporadas a la Constitución montecristense.

 

Obrando en esa dirección, presionó para la aprobación por el “Congresillo” —réplica en pequeño de la Asamblea Constituyente— de un conjunto de leyes y reformas made in SENPLADES. Entre ellas, las inconstitucionales Ley Minera; la Ley de Soberanía Alimentaria, también conocida como “Ley Monsanto”; la Ley contra el Genocidio y el Ecocidio, que abrió la puerta para el exterminio de las etnias no contactadas; y expidió el decreto 1780, que habilita al Estado para contratar con órdenes religiosas para que estas asuman la cristianización de etnias idólatras asentadas en territorios ricos en petróleo, metales, agua y biodiversidad, liquidando de este modo al Estado laico, inapreciable conquista de la transformación liberal de 1895.

 

Más recientemente, en esa misma línea bancomundialista, la Asamblea Nacional, entidad que ha abdicado (casi) completamente de sus funciones de fiscalización y legislación, tramitó nuevas e inconstitucionales normas como las reformas a la Ley—de Hidrocarburos, que asestaron el golpe de gracia a PETROECUADOR; la Ley Orgánica de Universidades, inspirada en el recolonizador Proyecto Tuning; el Código Territorial, una vieja propuesta contra el Estado unitario presionada por entidades como el pr0pio Banco Mundial, el BID y la CAF...

 

 Desafío y respuesta

 

 En las meses previos a la “explosión” del 30—S, y de modo paralelo a la aprobación sumaria y autoritaria del “paquete” de leyes y reglas neoconservadoras, la resistencia extraparlamentaria venía cobrando vitalidad, no obstante el carácter fragmentado de la misma. A las denuncias de genocidio y ecocidio por parte de los indígenas agrupados en la CONAIE, pronto se agregaron acciones de los mineros artesanales, los campesinos sin tierra, los pequeños y medianos empresarios asfixiados por una cadena de reformas tributarias diseñadas por SRI, los transportistas, los afiliados y jubilados del IESS, los ecologistas, los trabajadores de empresas estatales (especialmente de PETROECUADOR), los empleados públicos, los médicos y las enfermeras, el magisterio, los estudiantes secundarios y universitarios… y hasta la Iglesia Católica.

 

Literalmente, la política descendía/ascendía “a las calles”.

 

La rebelión policial/militar del último día de septiembre —con su secuela de episodios sangrientos jalonados de un deprimente folklorismo— que tuvo como epicentro a la capital ecuatoriana, amén de generar grandes inquietudes de orden político y geopolítico en el continente, se tiene que localizar en el contexto temporal lacónicamente descrito. Su causa inmediata fue, sin duda, la aprobación por la vía rápida de una Ley Orgánica de Servicio Público, que conculcaba derechos salariales adquiridos por los mandos medios y tropa tanto de la Policía como de las FF.AA.

 

Horas aciagas tuvo que sufrir el país al observar a la Fuerza Pública enfrentada vertical y horizontalmente, con su saga de muertos y heridos uniformados y civiles.

 

 La situación comenzó a normalizarse después del mediodía a consecuencia del respaldo condicionado que le brindara al Gobierno el Alto Mando militar. Normalización más bien aparente, puesto que si, por un lado, se neutralizó el riesgo de una guerra civil; por otro, no es menos cierto que las causas raizales de la “explosión” septembrina quedaron ocultadas en sus expresiones externas y fenomenológicas. En tanto, el inquilino de Carondelet, con fe de carbonero, proseguía con la instrumentación del guion sugerido por el Gran Capital, desconociendo el principio einsteniano que establece acciones similares únicamente conducen a resultados similares.

 

 En política lo real es lo que no se ve, dejó escrito Martí

 

Más allá de los debates sobre la democracia in abstracto en que actualmente se encuentra enfrascado el Ecuador formal o de la búsqueda de villanos individuales en que se halla empeñado el Gobierno, la gran advertencia que nos estaría legando el 30—S seria —a mi juicio— que el país, a horcajadas de fetichizados discursos y de dirigencias sin sentido nacional se ha colocado en la ruta de una implosión irreversible de su institucionalidad republicana. Curiosa modernidad esta que nos está ofreciendo la lógica implacable del capital corporativo que, antes que aproximarnos a un luminoso cosmopolitismo, nos estaría acercando a ritmo acelerado a un futuro repleto de confrontaciones de tipología tribal.

 

Notas

 

  1. Agustín Cueva, El proceso de dominación política en el Ecuador, Ediciones Crítica, Quito, 1972… º Antihistoria ecuatoriana, Universidad Central del Ecuador, Quito, 2010.

 

  1. Antihistoria ecuatoriana, Universidad Central del Ecuador, Quito 2010

 

  1.  Arturo Guillén, Rev. Problemas del Desarrollo, Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, no. 20, noviembre de l974—enero de 1975.

 

  1. José María Vidal Villa, Mundialización, Editorial Icaria, Barcelona, 1996, p.105.

 

  1.  Jairo Estrada, "Notas sobre neoinstitucionalismo". (Internet) 7 Ibid.

 

  1. Walt W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico, FCE, México, 1965.

 

  1.  Cf. Pablo Dávalos, La democracia disciplinaria, CODEU, Quito, 2010.

 

  1.  Por cierto, las raíces de esta forma de acumulación en nuestro país las identificó Agustín Cueva en su libro arriba citado, cuando en referencia a la degradación de la transformación "juliana", escribe: "…en el Ecuador acababa de cumplirse, casi al pie de la letra, aquel fenómeno que Regis Debray presenta como típico de los — países latinoamericanos: 'Esta pequeña burguesía progresista, sin la infraestructura de un poderío económico preexistente a su predominio político transforma entonces al Estado no solo en instrumento de dominación política, sino también en fuente de poder económico. El Estado, culminación de las relaciones sociales de explotación en la Europa capitalista, se vuelve en cierto modo el instrumento de su instauración. De expresión jurídica de las relaciones de producción dadas en una sociedad, el Estado, en virtud de un cortocircuito característico de los países semicoloniales, se transforma en instrumento de producción, en alguna medida, de las relaciones de producción. La proliferación de funciones públicas, única fuente de empleo para millares de cuadros sin trabajo, sirve de sustituto al desarrollo de un aparato de producción. Sin el control del aparato estatal, esta burguesía no es nada económicamente: el poder político lo constituye todo para ella, y en efecto, ella es capaz de todo para conservarlo'". Op. cit., p. 33. En tiempos del "correísmo", esta suerte de privatización del Estado ha llegado a niveles surrealistas, conforme nos ilustran los múltiples affaires de corrupción denunciados en el libro de Napoleón Saltos, Fernando Villavicencio et al titulado El discreto encanto de la Revolución Ciudadana, y en el más reciente de los periodistas Juan Carlos Calderón y Christian Zurita denominado El Gran Hermano.  Op. cit., p. 215 y ss.

 

 

René Báez

Miembro de la International Writers Association y del Centro de Pensamiento Crítico

 

Publicado en la Revista Espacio Crítico, Universidad Nacional de Colombia, N° 13, julio – diciembre de 2010

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191438?language=es
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