Ninguna de las 7 preguntas en las que el SI obtuvo la mayoría de votos en la consulta popular del pasado 4 de febrero (2018) se refiere al modelo económico. Sin embargo, para las derechas empresariales y para las derechas políticas, no solo existe un pronunciamiento para “descorreizar” al Estado y a la sociedad (una tesis abiertamente neomacartista), sino que el “pueblo” se ha pronunciado por el cambio del modelo económico. Así lo pregona el exbanquero y millonario Guillermo Lasso, para quien el actual gobierno tiene que abandonar el modelo de economía heredado del anterior; también lo hacen los dirigentes de las cámaras de la producción y de los bancos; no ha habido límites en pedir la separación de los ministros vinculados con el viejo “correísmo”; y hasta el Ministro de Comercio Exterior habla de fortalecer las relaciones comerciales externas, valoriza el tratado comercial con la Unión Europea (un saludo al posible TLC con los EEUU), anuncia que se analiza la integración del país a la Alianza del Pacífico, y contenta así a los empresarios reunidos en Guayaquil en eI Foro de Comercio e Inversiones Ecuador-Estados Unidos, que contó con la presencia del embajador norteamericano (http://bit.ly/2CdXKw4).

No existe ningún modelo “correísta” de economía. La Constitución de 2008 ordena, en forma clara y contundente, en los títulos VI (Régimen de Desarrollo) y en el VII (Régimen del Buen Vivir), los principios que regirán la economía, el papel del Estado, la regulación sobre la empresa privada, la necesaria redistribución de la riqueza, el rol esencial de los impuestos directos, la protección al trabajo y la primacía de éste sobre los intereses simplemente rentistas de los propietarios capitalistas, el buen vivir y el cuidado del medio ambiente. Es un modelo que privilegia la economía social y solidaria, que se inclina a un tipo de economía social de mercado latinoamericano, o si se quiere, a un tipo de capitalismo social válido para Ecuador, pero que no llega a la mente de las atrasadas burguesías nacionales.

La consulta no aprobó otro tipo de economía. De modo que la presión de las elites empresariales y económicas del Ecuador, apoyadas por aquellos medios de comunicación convertidos en voceros de sus intereses, trata de convertirse en un cerco que atrape al gobierno del presidente Lenín Moreno, aprovechándose de la coyuntura.

Varios colectivos de economistas e intelectuales coinciden en rechazar el “modelo” propuesto por esas elites, que siguen esclavas de la ideología neoliberal, no solo porque ya se aplicó en el país en las décadas finales del siglo XX y ocasionó graves resultados sociales y hasta políticos, sino porque no servirá para el futuro, la modernización y el avance del país hacia una sociedad con equidad y justicia.

Es necesario pensar al revés de lo que dicen las elites; es decir, hay que separar a los ministros que se encaminan contra la Constitución de 2008, fortalecer los medios públicos de comunicación para que defiendan a la ciudadanía y no a los intereses privados (como ha comenzado a ocurrir), y comprender bien que si un gobierno se identifica como de izquierda, su guía se halla en principios similares a los de la Constitución de 2008, entre otros: fuertes capacidades del Estado, poderosos sistema de impuestos directos, radical redistribución de la riqueza, propiedad privada en función social, imposición del trabajo y del principio pro-operario al capital, soberanía nacional contra los mercados abiertos, latinoamericanismo en el mundo globalizado, derechos sociales, comunitarios y ambientales.

¿Hacia dónde quiere inclinar la economía el gobierno del presidente Lenín Moreno? 

Ecuador, lunes 12 de febrero de 2018

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