Sobre infiltrados y la política correcta para derrotar a Macri
- Opinión
A raíz de la gran manifestación popular del 1 de setiembre pasado, que reclamaba al gobierno de Mauricio Macri la aparición con vida de Santiago Maldonado, y su finalización con incidentes que dieron pie a una brutal represión policial que dejó 31 detenidos, se ha generado una intensa discusión al interior del campo popular.
En principio la discordancia gira sobre si hubo o no infiltrados policías como detonantes de la violencia esa noche en plaza de Mayo. Pero en rigor los debates son dos: ese es uno de ellos y el otro gira en torno a cuál es la política correcta para enfrentar y derrotar al gobierno neoliberal. Son dos debates muy relacionados entre sí.
Sobre los infiltrados policías, creo que sí los hubo como parte de un plan represivo del gobierno de la ciudad (Rodríguez Larreta-PRO) y del nacional (Macri-PRO). Esos efectivos de civil pueden haber estado entre los primeros que generaron incidentes para justificar la represión.
Generalmente los gobiernos reaccionarios infiltran policías en las movilizaciones populares, de mínima para espiar y meterse en las organizaciones intervinientes. Y de máxima para justificar con acciones punitivas que disuada a los sectores populares de organizar nuevas protestas, y dar letra a los monopolios de la información para que sus títulos giren en torno a esos incidentes y no en los reclamos, en este caso por la aparición de Maldonado que desapareció en Chubut el 1 de agosto en medio de un operativo represivo de la Gendarmería.
De allí a creer que todo joven que tire una piedra, queme un tacho de basura o arroje una molotov en Plaza de Mayo es “un servicio” y “un infiltrado” media una distancia sideral. Quienes tienen esa visión no aprenden de la historia, porque en Argentina se ha acusado de tales cosas a organizaciones, militantes y hasta movimientos sociales sin el menor asidero.
Se dijo que Perón era un “agente nazi fascista” porque había estado como agregado militar en la Italia de Mussolini.
Se dijo antes, en 1921, que los del Partido Comunista Argentino eran “servicios” de Moscú. Que en 1965 los de Vanguardia Comunista éramos “servicios” de Pekín. En 1970 se aseguró que Montoneros eran “servicios y policías”, por el origen en el nacionalismo católico de algunos de sus integrantes. En 1973 se dijo lo mismo del PRT por el ataque al comando de Sanidad durante el gobierno peronista.
En 1974 el general Perón echó de la plaza de Mayo a la juventud peronista y los Montoneros diciendo que eran “infiltrados marxistas”, mote que ya les había endilgado el día de su desembarco en Morón, tras la masacre de Ezeiza. Los lopezrreguistas del PCR denunciaban entre 1974-1976 que PRT y Montoneros eran “agentes del socialimperialismo ruso” que buscaban derrocar a Perón e Isabelita.
En 1989 se dijo que los compañeros del MTP eran “servicios y contrarrevolucionarios” porque habían atacado el cuartel de La Tablada en democracia. Especialmente Enrique Gorriarán Merlo habría sido el servicio, según esa infamia, reproducida y ampliada por sectores del reformismo, algunos dirigentes del PC, todo el MAS y el progresismo (foto del reclamo ante la Corte Suprema de Justicia por los cuatro desaparecidos del MTP, yo estuve ese día acompañando el reclamo de los familiares y amigos de esos compañeros).
Esos motes también calumniaron a sectores sociales. De las puebladas como el Mendozazo, contra la dictadura del general Onganía, decían que eran promovidas por “extremistas violentos” que viajaban de provincia en provincia, y vestían jeans y zapatillas.
Los primeros piquetes fueron en 1996 en Cutral Có y Plaza Huincul, Neuquén, protestando contra los despidos de trabajadores de YPF. Muchos de los piqueteros ocultaban sus rostros para evitar la persecución policial y penal. También de ellos dijeron barbaridades.
En 1999 los movimientos de desocupados en Chaco y Corrientes eran calificados de "activistas de izquierda infiltrados"; muchos llevaban las caras tapadas y cortaron el puente Belgrano que une Corrientes y Chaco. El sambenito vino bien para justificar la represión de Gendarmería que dejó dos muertos, Federico Escobar, de 25 años, y Mauro Ojeda, de 29.
El mote de “servicios e infiltrados” recayó en años siguientes sobre militantes del MPR Quebracho, una calumnia total, al margen que nosotros como PL muchas veces polemizamos con determinadas políticas y metodologías de ese sector popular. Pero no eran servicios antes ni lo son ahora, cuando muchos todavía usan pañuelos para taparse sus rostros y portan palos en las manifestaciones. Esas acusaciones tan generalizadas y flojitas de papeles se podrían titular “Manual de zonceras del reformismo en Argentina”, parafraseando a Arturo Jauretche.
Que hay servicios y policías infiltrados en las movilizaciones y organizaciones populares, sí los hay. Y deben haber actuado en la Plaza de Mayo el 1 de setiembre pasado, pero no son el aspecto central de una movilización y no se puede descalificarla por la existencia de algún infiltrado. En todo caso las denuncias tienen que estar bien fundadas, puntuales, etc, que es todo lo contrario de lo que ocurrió en estos días. Hasta publicaron fotos de California de dos filtros...
Ya que estamos en el tema, hay que decir que casi todas las organizaciones revolucionarias en la década del ‘70 tuvieron “filtros” adentro, a excepción de Vanguardia Comunista (en su dirección hubo “quebrados” por la tortura en 1978, que es otra cosa). Tampoco se pueden explicar los errores de esas organizaciones por la existencia de infiltrados, que hicieron mucho daño, como Jesús “Oso” Rannier en el PRT-ERP antes y en el ataque a Monte Chingolo de diciembre de 1975. El error de fondo fue cometido por la dirección de esa organización revolucionaria, al encarar una acción de ofensiva que no era correcta en ese momento previo al golpe,cuando había comenzado el repliegue popular.
El debate de fondo
El debate de fondo no es sobre los infiltrados. Gira en torno a cómo es el movimiento popular hoy en la oposición a Macri, cómo englobar a distintos sectores y a la vez disputar la dirección política a la burguesía nacional democrática (el kirchnerismo), cómo combinar la lucha callejera con la campaña electoral hacia el 22 de octubre.
Los sectores democrático-burgueses están jugados a todo o nada con las elecciones, a la carta de Cristina Fernández de Kirchner y Unidad Ciudadana. Es una buena opción electoral y el PL la ha votado en las PASO de agosto. Pero no está de acuerdo con que la movilización popular se frene y se ponga a disposición de Unidad Ciudadana, como cuando Cristina pidió levantar la movilización del 7 de agosto en San Cayetano y recomendó rezar. Periodistas cercanos al kirchnerismo como Roberto Navarro (C5N) fueron los más insistentes en la teoría de los “servicios” como supuestos artífices de la violencia el 1 de setiembre.
El 6 de julio pasado, el exmiembro de la Corte Suprema de Justicia, y allegado al kirchnerismo, Raúl Zaffaroni escribía una columna en Página/12 advirtiendo al pueblo contra cualquier uso de la violencia: “Debemos tener extremo cuidado con esto, porque cuando se desprecia el derecho no queda otro camino que el de la violencia. Por suerte, nuestros Pueblos son intuitivos y pacíficos, aunque conscientemente no crean mucho en el derecho –porque sus promesas fueron casi siempre estafatorias–, saben que el camino de la violencia es una trampa y que, al final, los muertos son siempre los que están de su lado. Nuestra principal tarea debe ser la de reforzar esta convicción”.
El escritor Mempo Giardinelli publicó en ese mismo diario el 4 de setiembre una columna pacifista a ultranza. Decía: “La Paz es nuestra razón y es nuestra fuerza. No caer en provocaciones es consigna urgente. Como desautorizar a los estúpidos funcionales a la violencia del régimen. No sea pesimista, reprocharán algunos. Respuesta: no pretendan engañosas esperanzas cuando la Paz es nuestra misión, nuestra responsabilidad. Nuestra tarea. Por la Paz, todo, con verdad e inteligencia”.
No estoy de acuerdo con Giardinelli, un intelectual oscilante, pacifista y oportunista, que nunca se sumó a “Carta Abierta” y debatía muy respetuosamente con Gustavo Grobocopatel, dueño sojero de “los Grobo”, pero que en 1993 cruzó tres cartas mucho más ardientes con Osvaldo Bayer. “El 23 de enero de 1993 se cumplieron 70 años del atentado que acabó con la vida del coronel Varela, llevado a cabo por el anarquista alemán Kurt Gustav Wilkens. En esa fecha, el diario Página/12 publica un artículo de Osvaldo Bayer titulado “Matar al tirano”, en el que analiza aquel suceso a la luz de hechos históricos y reflexiones filosóficas. A raíz de esta nota, se suceden una serie de artículos en el mismo diario, en los que Bayer y el escritor Mempo Giardinelli polemizan acerca de la violencia como método político”.
La primera nota de Bayer se titulaba “Matar al tirano” y la de Giardinelli “No matar al tirano (ni a nadie)”. Hubo otras dos de cada parte. Me quedo toda la vida con el simpatizante anarquista Bayer. En 1999 Giardinelli defendió al gobierno de De la Rúa y su ministro del Interior, Federico Storani, frente a los piqueteros que cortaban el puente Belgrano, acusándolos de no permitir que la Alianza empezara bien su gobierno. Ya indiqué cómo terminó esa batalla desigual entre Gendarmería del comandante Ricardo Chiappe y los hambrientos desocupados.
En sus prédicas contra los revolucionarios, Giardinelli también atacó a Cuba. En nota publicada en Página/12 el 26/5/2010, titulada “Si Cuba cae –digo, es un decir, si cae–...” pronosticaba la caída del socialismo cubano. Escribió: “Desde hace un tiempo parece que Cuba se tambalea y son muchos los que presagian que la Revolución Cubana se encamina a su fin. No soy amigo de predicciones, pero sé que si un Bicentenario es algo excepcional, también lo es una revolución que ha cumplido medio siglo y está muy golpeada. En mi opinión, luego de 50 años de esperanzas y cambios, la realidad, que es tozuda, parece mostrar, si no el fracaso, al menos el deslucido final de la más hermosa utopía política del siglo XX”.
No me quiero ensañar con Giardinelli. Prefiero su actual posición progresista frente a la defensa que hacía de la Alianza delarruísta, pero no quiero que haga pasar gato por liebre.
¿Los democratistas burgueses entraron en pánico porque vieron jóvenes vestidos de negro o de colores oscuros y con caras tapadas en la Plaza? Son ignorantes. En la reciente cumbre del G-20 en Hamburgo, en julio pasado, hubo miles de manifestantes vestidos de ese modo y peleando con la policía alemana. Son del Block Black y vienen de luchas antiglobalización en Seattle, EE UU, en 1999, que se repitieron contra la OMC, el G20, las cumbres de Davos, etc. Desde 2013 con ese nombre ya actúan en Brasil y se pelean con la policía de Río y San Pablo.
Enfrentar al gobierno de Macri requiere sumar muchas voluntades, incluso la de ese escritor reformista pero también de jóvenes de sesgo anarquista, y tiene que haber democracia interna para librar el debate político e ideológico, sin fundamentalismos electoralistas.
Reitero la conocida posición del PL en el sentido que ataques violentos antes de tiempo por parte del campo popular suelen dar argumentos a la derecha. Critico esos procederes, tan típicos del anarquismo y grupos piqueteros ajenos al marxismo-leninismo, pero respeto a esos jóvenes y no tan jóvenes que viven en la pobreza y toman esas actitudes políticamente incorrectas agobiados por la bronca que les provoca su marginalidad. Están decepcionados de una democracia burguesa que en 12 años mejoró un poco su situación aunque sin resolver los problemas de fondo y ahora, con la restauración oligárquica macrista, los ataca sin piedad sobre todo en los barrios pobres.
Para muchos kirchneristas, la unidad electoral requiere tragar sapos y bancarse a impresentables como Daniel Scioli, Gildo Insfrán y Guillermo Moreno. Allá ellos.
Para nosotros, la unidad popular por abajo y en la calle, implica sumar a los sectores obreros y populares, a los jóvenes, y tratar de debatir con aquellos sectores de jóvenes que se descuelgan y tiran piedras o queman la basura inoportunamente. Damos el debate político fuerte contra sus desviaciones anarquistas y espontaneistas, pero no los maltratamos como si fueran servicios, policías o delincuentes. La creación de un fuerte Frente Antiimperialista, que hoy no existe entre otras razones por oposición del kirchnerismo, deserciones del reformismo y debilidades nuestras, será una herramienta política que puede captarlos y reencauzarlos para que pongan su energía y combatividad donde deben estar y en el momento justo.
Si Giardinelli y Navarro tienen miedo a un resultado ajustado el 22 de octubre no deben echarle la culpa a los jóvenes semi-anarcos, más bien piensen que las listas de Unidad Ciudadana debieron ser más amplias y representativas, ocupando más la calle, en vez de una campaña “light”.
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