El mar boliviano

08/06/2017
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Análisis
mar_para_bolivia_tres.jpg
-A +A

En esta fecha, 8 de junio de 2017, desde Bélgica, el Presidente Evo Morales se volvió a referir a Chile desde su cuenta oficial de Twitter, diciendo: “Que sepa el mundo: verdadera agresión es la invasión de 1879, para arrebatarnos 400 km de costa en el Pacífico y 120.000 km2 de territorio”.

 

Es muy lamentable tener que recordar que el embajador de Chile en La Paz, el 13 de agosto de 1900, nos escupió en la cara su célebre brulote sin parangón en los anales diplomáticos de América, manifestando: “El antiguo litoral boliviano es y será para siempre de Chile, quien lo ha ocupado y se ha apoderado del mismo con el mismo título con que Alemania se anexó las provincias francesas de Alsacia y Lorena, con el mismo título con que los EE.UU. han tomado Puerto Rico.  Nuestros “derechos” nacen de la fuerza bruta agresora y victoriosa, la ley suprema de las naciones. El litoral es rico y vale muchos millones; eso ya lo sabíamos; lo guardamos porque vale; que si no valiera no habría interés en su conservación. Chile no debe nada, ni está obligado a nada, mucho menos a devolver un puerto”.

 

Existe anexión de territorios sin justo título (basta consultar el libro "El tratado de 1904: la gran estafa" de Rodolfo Becerra de la Roca y la tesis de ingreso a la Academia Boliviana de la Historia, “El tratado de 1904 con Chile”, de Manuel Frontaura Argandoña).   El Dr. Becerra indica que “mediante el Tratado de Ancón, el Perú al ceder perpetuamente a Chile la provincia litoral de Tarapacá, claramente señala el límite ancestral oriental con la República de Bolivia. Entonces, ¿por qué Chile al imponer a Bolivia el Tratado de 1904, no respetó este lindero y se internó en territorios bolivianos que en ningún instrumento fueron objeto de cesión o transferencia a su favor? ¿Por qué Bolivia permitió esta alteración de límites?    Son territorios que legítima y jurídicamente ingresan en el derecho de reivindicación; y, sin embargo de todo este despojos perpetrado ¡Chile se permite arrostrar que no cede, ni regala ni un centímetro de “su” territorio! ¡Existe un paralelo entre esta postura y la de un ladrón que escupe a su víctima que lo que le robó no puede devolverle ni transferirle bajo ningún título!”.

 

El Tratado es injusto porque ha sido impuesto después de una invasión militar de conquista, ávida de expansiones territoriales, y afecta vitalmente al pueblo boliviano al haberlo enclaustrado geográficamente, atropellando sus derechos obligándolo a vivir sin su ancestral acceso soberano al mar, perjudicando de ese modo su progreso.    

 

Dolosamente, se ha sustituido la ocupación con el dominio y no es legítimo que esa letra sea en la práctica una condena al enclaustramiento perpetuo de un Estado que, como el boliviano, merece por derecho propio contar con sus vitales puertos soberanos que coadyuven a su proceso de crecimiento y desarrollo.

 

Chile ha obtenido nuestra riqueza mediante el despojo y la ley filibustera de que la agresión y la victoria da derechos, y los bolivianos seguimos embaucados con la fraseología de la confianza mutua y esperando la limosna de la “cualidad marítima” que el soberbio agresor tenga a bien concedernos en una negociación por un corredor inservible sin puerto al norte de Arica.

 

Vergüenza debería dar a diplomáticos, militares y excancilleres, quienes quieren trocar mar por recursos naturales o por mayores enajenaciones territoriales, satisfaciendo con más regalos la eterna codicia del usurpador de siempre.

 

El gobierno boliviano debería impugnar la política de la Corte de La Haya y del Pacto de Bogotá, impuesta por las grandes potencias a su conveniencia, donde impiden que la Corte de Justicia pueda revisar tratados internacionales impuestos a la fuerza, como el de 1904, lo cual va en contra de los derechos del pueblo de Bolivia. Sabemos que el cambio de una situación de esta naturaleza, por la vía ética o jurídica, es sumamente difícil. No obstante, las embajadas bolivianas deben publicar por todos los medios la escandalosa usurpación de 1879, y Bolivia debe proceder a buscar aliados en su justa demanda, ya que cualquier negociación con Chile siempre será un fracaso, porque debemos darnos cuenta que el trato bilateral NUNCA ha encontrado ni la más remota intención de reparación por parte de Chile al daño causado con su asalto invasor.

 

Sin embargo, como de costumbre, se manifiesta la deficiente e ingenua diplomacia boliviana, al escuchar al desubicado exministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, quien expresó que “En el caso de Bolivia y Chile tenemos que resolver nuestros problemas sin acogernos, sin buscar un protector imperial, tenemos que ser capaces de resolver entre los pueblos, sin buscar a alguien que nos proteja, a alguien que nos dé una fuerza externa, a alguien que proyecte una señal de poder, de fuerza”.

 

En cambio, el pasado 20 de Septiembre 2015, el descarado y lengua larga ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, enfatizó que “Tarde o temprano Bolivia tendrá que convencerse de que no podrá obligarnos a cederle territorio”. “Bolivia no podrá celebrar nada porque no tendrá un centímetro de territorio nacional de acceso soberano al mar”. Muñoz añadió que “lo que el gobierno boliviano le ha prometido a su gente es que conseguirán acceso soberano al mar”. El canciller aseguró que “la demanda boliviana, al buscar que Chile sea obligado a darle una salida soberana por nuestro territorio, lo que realmente persigue es modificar los límites pactados en el Tratado de 1904. Es decir, simple y llanamente Bolivia pretende que Chile le transfiera territorio soberano, lo cual rechazamos”. En esa línea y consultado por la campaña mediática que realizó Morales indicando que el Papa Francisco apoyaba la causa, Muñoz sostuvo que “las palabras del Papa, fueron expresiones propias de un pastor, ajenas al caso en La Haya”. “Debemos estar tranquilos, porque el argumento nuestro es que el tratado limítrofe está plenamente vigente y Chile ha cumplido con el mismo”. “Ellos van a seguir, con o sin fallo de La Haya, en una actitud muy de descalificación hacia Chile, de mucha mentira y tratando de buscar algo que por la vía bilateral no van a conseguir nunca, que es tener un acceso soberano al mar”, concluyó la autoridad.

 

Los bolivianos, de lo que tenemos que convencernos es de que los alcances de un fallo de la Corte de La Haya, para una obligación a negociar un puerto soberano, seguramente no serán bien establecidos, y menos esa negociación será necesariamente favorable a la parte demandante, ya que el cumplimiento del fallo estará a merced de la voluntad de Chile, a quien nadie le puede obligar.

 

Los expresidentes y actuales voceros de ambos países, Ricardo Lagos y Carlos Mesa, son partidarios del inservible corredor, sin puerto, al norte de Arica, que fue anteriormente conversado por los dictadores Pinochet y Banzer, en una negociación, por suerte, fracasada; callejón que constituye un plato de lentejas, en lugar del legítimo derecho de los bolivianos a que les devuelvan sus puertos ancestrales en el Océano Pacífico.

 

Chile, hasta 1879 fue un país de pobres (a pesar de tener en su territorio enormes yacimientos de oro que competían con el de California), aprisionado entre la cordillera y el mar, y anhelaba ensanchar sus dominios mediante la invasión de las tierras boliviana y peruana en las cuales se atesoraba riquezas incalculables. Para la adquisición de dichos codiciados litorales dirigió todas sus energías y los recursos de sus fuerzas militares, y para ello consiguió el apoyo financiero del imperio inglés de esa época, pactando con ellos que luego del triunfo bélico llevado a cabo con armamento y barcos de guerra proporcionados por los anglosajones, se dividirían a mitades toda la riqueza usurpada. Y así fue. En la conciencia del pueblo chileno ya estaba arraigada la errada convicción de que sus capitales y sus brazos empleados en la explotación clandestina del desierto boliviano de Atacama les daba derecho a ocupar y disponer de territorio ajeno, gracias a los tratados fraudulentos arrancados al ignorante y beodo soldado Melgarejo a quien un golpe afortunado de cuartel llevó al poder, dándole el gobierno discrecional del interés de Bolivia, bajo la mirada de palco de los latifundistas oligarcas bolivianos, quienes estaban contentos viviendo dictatorialmente explotando al “indio pongo” aymara y quechua, e importándoles un comino el alejado litoral.

 

Melgarejo no fue, en honor a la verdad, el monstruo ignorante que, según ha pasado a la historia, surgió de la nada, sembró la destrucción y volvió a la nada otra vez. Su carácter constituyó el producto lógico de la educación cuartelera y el halago comprometedor y sostenido de las gentes ricas de la oligarquía latifundista dominante. El tirano despojó de sus tierras ancestrales a los campesinos, a favor del latifundismo, y mantuvo y aumentó el bárbaro y dictatorial tributo indígena de modo de arbitrar fondos para un Fisco continuamente paupérrimo por la necesidad de mantener al ejército y tenerlo contento, de modo de perpetuar en el poder a la clase dominante. 

 

El presupuesto nacional de Bolivia, y del cual no le tocaba nada al campesino, se generaba en gran parte del tributo extraído al mismo pobre comunario, quien carecía del derecho a opinar, aunque era el único que pagaba impuestos, además de ser el principal productor cultivando la tierra y laborando las minas gratuitamente, además de servir como esclavo en las haciendas terratenientes sin recibir ningún salario, mientras los chilenos aprovechaban nuestra riqueza sin impedimento, ante la negligencia de la oligarquía gobernante boliviana que contemplaba de palco el despojo. Toda la nación boliviana vivía del tributo de las familias “indias”, mientras los chilenos invadían nuestro litoral y usurpaban impunemente nuestros recursos exportándolos a Europa y EEUU con lo que llenaban el 85% de su presupuesto estatal.

 

Actualmente, la oligarquía y pueblo chilenos de ninguna manera querrán soltar su presa. Su convicción actual es que no pueden devolver a Bolivia el litoral arrebatado, después de su triunfo militar y la posesión de ese territorio, lleno de salitre, guano, cobre, plata, litio, yodo, bórax, azufre, molibdeno, oro y demás riquezas marítimas.

 

Ya en 1880, el prestigioso diario chileno, “La Patria”, de Valparaíso, declaraba honestamente: “La guerra que Chile hace al Perú y Bolivia, no es en defensa de algún derecho o ideal; es agresión de mercaderes y banqueros que atentan contra las riquezas de aquellas naciones”.

 

Hoy en día, Chile quiere acallar las voces bolivianas y extranjeras que claman porque se repare la injusticia devolviendo lo usurpado. La oligarquía chilena desea terminar con los reclamos, dándonos un plato de lentejas, y esta vez con la ayuda de los jueces de la Corte de La Haya, quienes seguramente van a fallar que ambos países negocien un corredor al norte de Arica, sin puerto, y con la ingenua aquiescencia de los incautos negociadores bolivianos. Se trata de la eterna confrontación entre el gato y el ratón.

 

Como la Corte, de acuerdo a la respuesta de Bolivia al juez Owada, no ha establecido obligación predeterminada de resultado, es decir no indica cuál será el acceso soberano, dejando su definición para la etapa de la negociación, entonces nos preguntamos:  ¿ cuál será el nuevo regalito que chile le exigirá a Bolivia  a cambio de un callejón inservible sin puerto al norte de Arica?

 

Y si Perú también exigirá su parte, además de las servidumbres que tiene en Arica, entonces ¿qué es lo que ha estado festejando hasta hoy Bolivia?. Creo que el gato nuevamente le puede ganar la partida al ratoncito. ¿Qué es lo que van a charlar los gobiernos de Bolivia y Chile?   ¿Quiere el ratón ofrecer gas a precio “solidario”?  ¿O energía eléctrica y agua dulce a precio de gallina muerta?  ¿Se estará el gato antojando algún truequecito territorial?  ¿O estará mirando codicioso al litio del salar de Uyuni?  ¿Qué pasará con el manantial Silala que comienza en la zona sur de Bolivia y actualmente desemboca en Chile debido a un desvío prepotente e impune que ha realizado el ejército chileno en una nueva invasión a la cual el debilucho ejército boliviano hace la vista gorda? ¿Y la mitad del río Lauca que ya nos han usurpado?  ¿Estará Chile deseando un gasoducto para que Bolivia le abastezca con gas barato?

 

El pueblo boliviano no debe descuidarse; sino, el retorno al mar con puerto soberano se puede quedar para cuando las ranas críen pelo o cuando los burros vuelen. Debemos desconfiar del mentado Consejo Consultivo de expresidentes y excancilleres chilenófilos que asesoran al gobierno boliviano. No obstante, hay que recordar que el año 1926 el secretario de Estado de Estados Unidos, Frank Kellogg, supo ver que el problema del enclaustramiento marítimo boliviano era una cuestión de interés continental, y así lo demuestra una revisión histórica de las negociaciones por la soberanía de Tacna y Arica entre Perú y Chile, las cuales fueron mediadas por EEUU. El ministro Kellogg del gobierno de Estados Unidos propuso que Tacna y Arica pasen a soberanía boliviana a cambio de compensaciones a Chile y a Perú. Chile respondió a esa propuesta planteando que había posibilidad de entregar una franja de territorio a Bolivia, libre y voluntariamente por el interés americano, renunciando a pretensiones de compensaciones de cualquier tipo. Perú, como buen perro del hortelano, se opuso a que Chile ceda los territorios de Tacna y Arica a nadie, ni por compra, ni de otro modo, porque dijo que “tenía derechos sobre aquéllos, y no puede convertirlos en mercancía sujeta a precio, por grande que ésta sea”, dijo su comunicación oficial.  Sin embargo, la declaración chilena fue una promesa, que la Corte de La Haya debería considerar como un acto unilateral de Chile a favor de Bolivia.

 

Por otro lado, la Corte no tiene capacidad para hacer cumplir sus fallos. En caso de que fallara a favor de Bolivia, diciendo que Chile debe negociar un acceso soberano al mar para eliminar el nefasto enclaustramiento marítimo a que nos tiene sometidos, el país del Mapocho, en vista de su capacidad militar que tiene gracias a los recursos de Chuquicamata, está seguro que ello depende de su propia buena o mala voluntad para acatar el fallo, tal como lo ha declarado públicamente el Sr. José Miguel Insulza, alto funcionario chileno al decir que “A nosotros nadie nos puede obligar a acatar un fallo y Evo Morales sabe eso” .  Asimismo, el exministro de defensa de Chile, Jaime Ravinet, ha declarado: “Lo más conveniente para Chile es retirarnos de este juicio en La Haya, que no tiene sentido ya que aunque el fallo final sea favorable a Bolivia y La Haya diga que estamos obligados a negociar un acceso soberano, nosotros no lo vamos a acatar porque el pueblo chileno no quiere ni tiene la intención de devolverle soberanía a Bolivia. Si quieren mar que vengan a buscarlo, aquí los esperamos”. 

 

La actual demanda marítima ante la Haya, se basa en compromisos y ofrecimientos unilaterales de Chile. Pero, habida cuenta de lo debido por el usurpador, tenemos fundamentos de mucha fuerza para plantear una negociación que persiga la reparación de tanto latrocinio.   Lo robado no se puede convertir en soberanía intangible. Las apropiaciones chilenas han sido completamente gratuitas, aprovechando la traición de tantos coludidos con la oligarquía chilena.

 

La invasión de 1879, la ocupación de 1884 y el despojo de 1904 son los antecedentes de fuerza militar, no de derecho, con los que Chile ha despojado y detenta hoy el Departamento del Litoral. En vista de la debilidad del gobierno de Montes, Chile ha obrado con arbitrariedad, fuerza militar, amedrentamiento y amenaza, para despojar a Bolivia de su litoral, obligando a Bolivia, en una situación de vida o muerte para nuestra nación, a firmar el nefasto tratado de 1904.   No existe hoy la intangibilidad de los tratados en el derecho internacional público; tampoco la eternidad del dominio impuesto por un país sobre otro.

 

Chile argumenta mentirosamente que fue Bolivia la agresora al declararle la guerra, y defiende su tratado de 1904 como un “derecho de victoria” ganado por las armas. Pero, eso no es propio de un tratado de Amistad; es un despojo insano contra la democracia, contra la soberanía y la libertad. La fuerza de la causa boliviana de reivindicación tiene en estos fundamentos la justicia que debe primar. La fuerza militar no da derechos. Chile se ampara en su poder bélico y económico, alcanzados con la riqueza usurpada a Bolivia, para manejar la cantaleta de que Bolivia solo tiene “aspiración” y no derecho al mar.

Cuidemos a Bolivia de la agresión armada, rapiña, doblez e impudor del bandidesco mendigo, protagonista del robo, pleitista y usurpador a todos los vientos, enriquecido a puñaladas desde 1879. Esa es la política permanente de Chile, peligro latente en Sudamérica.

 

Cada vez que llega un nuevo cónsul chileno a presentar cartas credenciales a La Paz, la ingenua prensa boliviana le pregunta: “¿Qué piensa del pedido boliviano de un puerto soberano?”; y el nuevo escupitajo no se hace esperar: “¡Bolivia puede tener todas las aspiraciones que quiera, pero no tiene ningún derecho al mar!”. 

 

Ello contrasta con las expresiones de un honesto profesor de estado e historiador chileno en 1921: …"En cuanto a Bolivia, el problema es más hondo todavía, porque es vital; no puede ella vivir enclaustrada fuera del acceso a la vía libre del mar [...]. Su salida soberana al mar tendrá que ser forzosamente un ineludible derecho nacional y un eterno problema internacional, en cuya finalidad no podrá haber desacuerdo entre sus hombres [...]. Los hombres que representen el sentimiento profundo y permanente de la nación, buscarán necesariamente una salida por el territorio de Chile, que tiene en su poder todo el antiguo litoral de Bolivia"

(Carlos Vicuña Fuentes, "La Libertad de Opinar y el Problema de Tacna y Arica", pág. 314, Santiago de Chile).

Por decreto supremo chileno Nº 4611 del 5 de septiembre de 1921, el profesor Vicuña fue exonerado de sus empleos que tenía en dos institutos estatales, por haber formulado expresiones que simpatizaban con el anhelo de Bolivia de volver al mar.

 

El Ing. Jorge Zambrana hace notar que evidentemente Chile le ha robado su litoral a Bolivia, PERO no son 400 Km. ni 120.000 Km², sino son 297 kilómetros y 90.000 km² de territorio, ya que los gobiernos de Melgarejo y Frías regalaron, escandalosa y falazmente a Chile 183 kilómetros de costa mediante los fraudulentos tratados de 1866 y 1874 que fijaron el nuevo límite en el paralelo 24°, obsequiando sin ningún motivo a Chile un grado y medio geográficos entre dicho paralelo y el río Salado, 25°28’, que era el límite cuando Bolivia nació a la vida, de acuerdo al Uti Possidetis Juris.

 

Como ya lo ha dicho el Dr. Juan Albarracin, la “salida” de Bolivia de su actual prisión, al mar, por una inhóspita “faja” de territorio a trabajarse en el norte chileno, nunca dejaría de ser otra cosa que una ventana de salida a un mar ajeno y a una costa “inhospitalaria”, convirtiendo a Bolivia en tierra interior de Chile. ¿Qué haría Bolivia con una costa de 10 Km. de ancho en una región “bravía, feroz, indómita, salvaje”? Bolivia acabaría sus últimos días de aislamiento en un lugar de confinamiento en la región costera desértica de Chile, país que, por amarga ironía, ha sido dotado por Bolivia de varias carreteras dirigidas hacia los puertos que nos ha usurpado, de dos ferrocarriles al servicio de sus intereses, y de un paraíso del masivo negocio negro moviéndose en gigantescas caravanas hacia los puertos secos del contrabando.

 

Bolivia, en el siglo XIX, como muestra la historia, ha sido derrotada por una invasión largamente preparada para rendirla, y ha sido sometida a un régimen de dominio colonial por la traición del Partido Liberal de Bolivia que aceptó el “tratado” chileno. Sin embargo de tan infaustas catástrofes sufridas, Bolivia se mantiene hoy en pie, altiva, a pesar de tener amputado el Departamento del Litoral y usurpado el mar invadido, sus ríos y manantiales despojados, privada de soberanía marítima, enclaustrada por el dominio absoluto y perpetuo del “tratado” chileno, esquilmada por el libre tránsito impuesto a perpetuidad y sometida su economía a un régimen tributario. Esa “salida” de Bolivia de su cautiverio actual al mar universal, por un corredor inservible, sería permitida por Chile sólo a cambio de más territorio.

Esta receta prescrita por el expresidente Piñera a la nación, retrotraería a Bolivia al antiguo status de colonia española y a la minería de enclave de Potosí para trasplantarla en nuestros días al país en aplicación del dominio chileno. Este es el destino de Bolivia por el que trabajan los gobiernos chilenos, cuando para asombro de todos los pueblos, en forma abierta se niega un puerto para el acceso soberano de Bolivia al mar, en ejercicio de un dominio que no puede ser más que colonial, implantado sobre Bolivia con el “tratado” de 1904, rotulado por Ismael Montes y Germán Riesco, presidentes de Bolivia y Chile, con el membrete humorístico de un Tratado de “paz y amistad” inexistentes.»

 

 

En el presente siglo XXI, hay una nueva concepción de la justicia, el derecho y la moral, frente a un pretendido derecho de "intangibilidad de los Tratados", ya que no hay Derecho de Conquista válido frente a la justicia y a la conciencia internacional, así como frente a los valores universales. Hoy en día se imponen los derechos humanos de los pueblos y la hermandad entre las naciones. El Tratado de 1904 atenta a la dignidad de los bolivianos, al valor supremo de la justicia, y no puede privar a un pueblo de su derecho de acceder a sus ancestrales puertos soberanos al mar. La ofensiva del Estado chileno se desata siempre, con todo el fascismo que tiene su clase dirigente corrupta y cobarde que ha gobernado a ese país desde la agresión de 1879, en contra de Bolivia, pues al retener puertos marítimos mal habidos se niegan a reconocer su fechoría y tienden a ser sumamente agresivos. Chile ha vivido del guano, del salitre, del yodo y la plata bolivianos desde 1879 hasta 1938. Ahora, desde esa fecha y ya entrando en el siglo XXI, la riqueza principal son el cobre y el molibdeno que se hallan también en el litoral que fue posesión soberana de Bolivia. Está pendiente la devolución del valor de todo ello a su verdadero dueño. Por otro lado, el tratado de 1904 establece que si uno de los firmantes concede un privilegio a una tercera nación, debe también otorgarlo al otro firmante del indicado tratado. Chile ha concedido al Perú una agencia aduanera, un muelle de atraque y una estación de ferrocarril, todo en Arica. Por consiguiente, Bolivia tiene el derecho de exigir eso mismo que aún está pendiente de cumplimiento, contradiciendo a la presidenta Bachelet, quien acostumbra expresarse hipócritamente así: “Somos un país previsible porque definimos reglas del juego y las respetamos”.

 

Bolivia tiene argumentos históricos de sobra, pero ante la fuerza militar no se los puede hacer valer. Lo que Bolivia debe propender desde ahora es la alianza estratégica con Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Turquía, Perú, Argentina y países afines. No se trata de tener solamente acceso soberano, sino también de una estrategia que apunte a menguar la importancia de los puertos chilenos. Se debe proceder a potenciar los puertos peruanos involucrados en el corredor bioceánico que conecte a Brasil con China, pasando por territorio boliviano. Para ello, es menester lograr una alianza estratégica con las potencias Brasil y China.

 

Dejemos de sostener, a costa nuestra, el desarrollo del norte de Chile. Hay que paulatinamente desplazar los productos chilenos de nuestro mercado interno. De ese modo eliminaremos la soberbia de Chile, sin necesidad de pelearnos. Así, el futuro del norte chileno se vería comprometido y entonces se acabaría su obcecada intransigencia. Hay que abandonar para siempre la búsqueda del interés de Chile; ya no hay que depararle más situaciones cómodas en medio de nosotros; cerremos el porvenir a sus especulaciones y a las franquicias a sus capitales.

 

Por otra parte, debemos abandonar la política económica anterior de solamente extraer y exportar materia prima, y apuntemos mejor a la industrialización productiva genuinamente propia.

 

Es urgente olvidarse de los abrazos de Charaña, en los cuales solamente reivindicábamos el “derecho” de la victoria de la agresión. Caíamos en la trampa de renunciar al derecho propio, consintiendo el “derecho” que impone el agresor. Debemos dejar de afirmar que el intercambio comercial con Chile es “muestra de reciprocidad y de confianza mutua entre dos pueblos hermanos”, ya que ello irá siempre en desmedro nuestro. No supliquemos favores, ya que Chile tiene deudas pendientes que pagar a Bolivia.

Por ello, la demanda en La Haya, aunque resulte en un fallo favorable a Bolivia, será intrascendente si no va acompañada de condiciones que anulen la condición de dependencia económica ante el vecino. Chile se ha apropiado de los puertos bolivianos, y además del puerto de Arica que es el puerto natural del occidente boliviano. Nos han enclaustrado de modo de garantizar su propia supervivencia, a costa nuestra. La oligarquía boliviana siempre consintió en hacer de ello una suerte de fatalidad consentida. Exceptuando a Andrés de Santa Cruz, jamás la casta gobernante boliviana se preocupó de propiciar una integración con el sur peruano. Ha sido siempre una oligarquía entreguista prochilena. En esas condiciones, nunca han desarrollado un mercado interno y menos una auténtica economía nacional. Lo más adecuado, en las condiciones actuales, es apostar por una integración económico-comercial exclusivamente con el sur peruano, para dejar de depender de las imposiciones del Estado chileno. En este sentido, ya no tendrían vigencia anteriores propuestas pro-chilenas para promover la creación de un espacio económico cultural y social trinacional integrado que incluya el Sur del Perú, Occidente y Sur de Bolivia y Norte de Chile.

 

La futura negociación con Chile, después del fallo de La Haya, tiene el inconveniente de que dicho fallo no es vinculante. Solamente, si Chile ve que su situación favorable es amenazada por la estrategia geopolítica boliviana que hemos explicado arriba, entonces recién considerará necesario ceder en su intransigencia. Es entonces que serán ellos los que tocarían a nuestra puerta. Así, tendríamos mayores posibilidades en dicha negociación. Debemos tener presente que Chile siempre ha tenido una clase gobernante que tiene terror a la justicia internacional y tirria a Bolivia porque rechaza la imposición enclaustradora de 1879. Una clase gobernante con una vocación belicosa y propensa a demostrar su poderío militar en la región. Una clase gobernante acostumbrada a intimidar a quienes en el pasado ha despojado territorio, recursos naturales, renovables y no renovables, con cinismo inconcebible. Una clase gobernante que alienta a ultranza su expansionismo en el Cono Sur. 

 

La cancillería boliviana y el “libro del mar” están difundiendo que Bolivia ha perdido una costa de 400 kilómetros, lo que es erróneo. Los bolivianos jamás olvidaremos que al nacer a la vida poseíamos nuestra extensa costa de 480 Km. con legítimos derechos desde el río Salado en 25°28’ hasta la desembocadura del río Loa en 21°25’, lo cual ningún “tratado” podrá negarlo graciosamente.

 

Los máximos responsables de la donación gratuita del territorio entre los paralelos 25°28’ al 24° son los corruptos mandatarios Mariano Melgarejo y Mariano Donato Muñoz, representantes de los latifundistas bolivianos que gobernaron hasta 1952 y que mantuvieron la falta de una fuerte estructura nacional, que fue aprovechado por Chile para mantener desde 1857 ocupados los puertos  del litoral boliviano por la marina de guerra chilena e invadirnos militarmente en 1879 y arrebatarnos el resto de nuestro litoral, con la venia de la ideología señorial y racista anti-indio más la participación a favor de Chile del imperio británico.

 

Los hacendados bolivianos preferían mantener a toda costa sus feudos comunales viviendo montados en sus pongos, en vez de explotar los ricos yacimientos de guano, salitre y plata del litoral boliviano que eran usurpados por la oligarquía chilena, ante la mirada de palco de los militares bolivianos.

 

 El pueblo boliviano ha visto, una vez derrotado en la batalla de Yungay, hasta la mitad del siglo XX, durante un desgraciado período de un siglo, despedazarse su heredad geográfica con cada invasión extranjera; ha soportado la aniquilación de sus pueblos “indios” bajo la planta de los latifundistas y después por el peso de los poderosos consorcios gomeros y mineros que saquearon estas riquezas en beneficio de Chile, Estados Unidos y Europa; fue ahogado por la maleza que invadió los pequeños pueblos tornando al país a la desarticulación y el desierto; ha presenciado a su patria debatirse sin recursos para atender sus mínimas necesidades, sin escuelas, sin hospitales, sin caminos, sin planes económicos de largo ni corto alcance. Los cuartelazos periódicos, las luchas internas por la ambición del poder, las traiciones, persecuciones, asesinatos y un estado permanente de anarquía y luchas internas, descuidaron por completo la organización de una administración y posesión real de nuestra riqueza minera en el litoral del Pacífico, mientras la oligarquía chilena organizaba un ejército disciplinado y agresivo para apoderarse del guano, el salitre, la plata y el cobre existentes en nuestro Departamento del Litoral.

 

 Luego de perder nuestras costas, en este país boliviano repleto de recursos mineros, la nación carecía de todo acceso a las utilidades de las empresas mineras; el 100% de éstas eran embolsadas por los exportadores dejando sin ingresos legítimos al Estado que tampoco consumía un solo kilo de metal por ausencia de industrias.

 

Los minerales eran exportados para beneficio de otros países mientras Bolivia vivía de la explotación de los “indios”. La nación necesitaba construir caminos, abrir metas a la industrialización, organizar la cultura y eliminar los anacronismos postcoloniales; pero, la ineficiencia e incuria gubernamental fueron obstáculos insalvables que nunca pudieron ser removidos, dejando a la república en situación de indefensión internacional.

 

La agricultura no tuvo lugar en los gobiernos; ésta nunca existió como riqueza, ni como preocupación gubernamental. La burocracia palaciega no tenía objetivos económicos, ni finalidades políticas concretas. Seguían en todo a los empresarios mineros. Eran los “indios” en el campo los que trabajaban rutinariamente la tierra, pero sometidos a la más dura servidumbre y pongueaje por parte de los hacendados que vegetaban en las ciudades.

 

Los “ingresos” mineros, pagados en la aduana en un miserable 3% sobre precio de venta al exterior de cada tonelada fina, constituían la política económica nacional parásita que hacía trabajar a todo el país para la oligarquía minera, por tan poco, mientras los empresarios ganaban hasta el 500% sobre lo invertido y toda esta ganancia la depositaban en bancos del exterior gastándola e invirtiéndola allí, para no retornar nunca al país, beneficiando de este modo al desarrollo de economías extranjeras, mientras que los “indios” que habían sudado para producir esas divisas seguían analfabetos, enfermos y desnutridos con salarios indignos, y Bolivia se debatía en la pobreza franciscana, sin industrias, sin escuelas, sin caminos, sin nada, presenciando cómo los chilenos gozaban de las fabulosas riquezas de nuestro litoral.

 

 Los gobiernos fueron una nulidad fiscal total. Todo para la Minería, nada para el Estado; ésa era la razón del atraso nacional. Los gobernantes de turno de la época, desfilaban por Paris y Londres para recibir instrucciones de parte del magnate minero que oficiaba de Embajador de Bolivia, de modo que no se toquen los intereses del patrón, y defenderlos a sangre y fuego, poniendo para ello a su servicio a la policía y a las tropas del ejército. En eso, la derrota en la guerra del Chaco vino a sacudir el despertar social, y frente a los militares que amparaban a las grandes empresas mineras y que usaban sus armas contra los obreros y campesinos, surgió la lucha popular de los estamentos humildes del pueblo, especialmente de la juventud, para conseguir días mejores para esta patria explotada y estropeada por sus propios hijos.

 

 Durante la segunda mitad del siglo XX ha seguido cundiendo el desempleo, la desnutrición, la prostitución, los salarios de hambre, la falta de democracia participativa, la exclusión de los pueblos autóctonos, la deuda externa, el debilitamiento del Estado, la falta de planificación geopolítica, la desigualdad en la repartición de la riqueza, la corrupción, el tráfico de tierras en los llanos, el minifundio en los valles y el altiplano, el centralismo gubernativo inoperante, el saqueo de los hidrocarburos por las transnacionales, el contrabando desde Chile, Argentina, Perú y Brasil, y la total dependencia económica, con el peligro, además, de la balcanización del país.

 

8 de junio 2017

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/186038?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS