México ante el TLCAN

07/06/2017
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Desde el siglo XIX en diversas formas y ocasiones la élite mexicana ha tratado por todos los medios de mantener muy buenas relaciones con el gobierno de EEUU, con la probable distancia durante el régimen de Porfirio Díaz. Recordemos, Benito Juárez se refugió y se apoyó en ese país en medio de los avatares de su presidencia, las reformas liberales y el caos nacional de entonces, invasiones francesas incluidas y a pesar de las (para entonces) recientes guerras de Tejas y la Alta California. A partir de los años 1910 fue fundamental para los sucesivos gobiernos revolucionarios alcanzar el reconocimiento de ese país y las relaciones no se normalizaron hasta los años 1940. Complejo panorama tuvo nuestra diplomacia del Siglo XX, jugar a ser independiente pero sin enfrentar a la potencia.

Más recientemente, México ha preferido la alianza con los EEUU a todo coste antes que con otros posibles socios; por ejemplo en la gestión de la llamada “crisis de la deuda” en los años 1980, nuestro país rompe un acuerdo con el Club de Deudores cuando el gobierno anunció la negociación con el los bancos acreedores y las instituciones internacionales apoyados en otras, secretas, justamente con EEUU. En la actualidad el gobierno mexicano pregona las bondades de mantener acuerdos comerciales con EEUU y quiere convencer al Cono Sur de seguir nuestros pasos. La propuesta del Acuerdo Transpacífico (ATP) fue adoptada también como un hecho inevitable que ni merecía la pena discutirse. Los ejemplos siguen y los hay más recientes; no es fácil entender los motivos de esas conductas.

En 2017 el Presidente de los EEUU ha anunciado que su país se retira del ATP, así como su intención de renegociar el TLCAN; el Gabinete mexicano manifiesta su pesar, más parecen funcionarios de los organismos financieros internacionales o de potencias extranjeras. El Canciller mexicano, quien solo sabe un poco de economía ortodoxa al estilo estadounidense (existen otros) no atina a reaccionar, como tampoco ha sabido qué hacer ante los insultos proferidos contra el país. Es decir, no ha sido capaz de hacer su trabajo, pero ello no es motivo para que deje el cargo. Amenaza, sin embargo con ser implacable en su intento de defender el libre comercio aún si en su mayoría éste ocurre entre las plantas de las transnacionales instaladas en México frente a las ubicadas en el resto de Norteamérica. Recordemos –otra vez- el lejano origen del TLCAN es un acuerdo para facilitar las operaciones del sector automotor entre EEUU y Canadá. No es difícil ver que el carácter del TLCAN es todavía ese y la escasez de empresas mexicanas innovadoras y propietarias de marcas valiosas es un lastre para que el país aproveche la internacionalización como un medio efectivo de desarrollo.

Es decir, el gobierno no se ha planteado la pregunta de si (o por qué) conviene a México mantener un acuerdo comercial que implica la integración económica con EEUU y –a partir de allí- la subordinación política. A veces, parece que ésta es más del interés de la élite mexicana. El principal argumento para la firma, aceptación y adherencia del TLCAN se refería a la prosperidad general en que devendría. Sin embargo, a 33 años de su puesta en vigor, ninguna de sus promesas se ha cumplido, como lo avalan los estudios existentes sobre este tema. El crecimiento de México se ha encontrado entre los menores del continente durante las últimas décadas, de modo que las brechas de ingreso y bienestar entre nosotros y nuestros socios, el Canadá y los EEUU, no se han cerrado, no obstante que estos países tampoco han crecido aceleradamente.

 México continúa una senda de estancamiento económico (ver gráfico), donde la creación de empleos es muy lenta y por ende, el bienestar de la población no está garantizado. El TLCAN no es la única fuerza que explica este comportamiento; está ampliamente demostrado que las políticas contractivas del Banco de México y la ausencia de políticas de desarrollo juegan su parte, pero el Tratado sirve como ancla para continuar con una estrategia de crecimiento que no ha rendido los frutos prometidos.

Además de ello, la población sigue aumentando, junto con la pobreza, la emigración, la violencia, la desigualdad regional, la concentración del ingreso, la falta de institucionalidad, la corrupción y otros males que aquejan al país. En síntesis, el subdesarrollo no ha retrocedido, sin embargo la economía ha incrementado su dependencia hacia los EEUU. Podría demostrarse la conexión entre la falta de crecimiento económico y varias de sus consecuencias no necesariamente económicas, como los problemas enumerados en este párrafo. Es decir, la subordinación política y la dependencia económica son obstáculos para resolver nuestros problemas, como había quedado demostrado antes de la revolución liberal de los 1980s. Sin embargo, hoy, México carece de un sentido de lo que implica el “interés nacional” y es poco probable que la élite se proponga un cambio de rumbo para enfrentar la realidad. La renegociación del TLCAN que ofrece el gobierno de EEUU es una oportunidad para que México replantee su relación económica y política con el exterior, pero la élite no parece estar enterada de cuáles son los problemas nacionales.

Grafico 1. Crecimiento del PIB per cápita




Banco Mundial en Obela.org

Fidel Aroche Reyes
Posgrado de la Facultad de Economía, UNAM

Fuente: Obela.com


 

https://www.alainet.org/es/articulo/185994

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