¿Colonización o soberanía?
- Opinión
La presión sobre la República Bolivariana se acrecienta, las clases reaccionarias del mundo la ambicionan de botín. Además de que en su asedio la han posicionado mediáticamente a tal grado que es utilizada para distraer de cosas y problemas severos que sufren los países en América Latina y Europa. Instan a que los pobres del mundo nos preocupemos más de la supuesta “dictadura de Maduro” a que podamos entender que somos gobernados por dictaduras monopolistas y financieras en cada uno de nuestros países.
Internamente las fuerzas en disputa luchan por llevar el conflicto a sus terrenos, y sobre todo, por ganar la ofensiva y direccionalidad del acontecer. En estas tensiones hasta el momento los yanquis no han podido cuajar su posición de intervenir abiertamente el país ni con decretos, sanciones y ensañamientos de diverso tipo, pese a que ponen toda la carne en el asador. En vista de que no les valen sus instrumentos sometidos a desgaste y descrédito (OEA, Comando Sur, la vulgata mayamera, hasta la propia política intervencionista made in usa); sortean otros caminos hacia el mismo destino.
Por ejemplo en las indicaciones de Trump al encontrarse con su lacayo Santos, se adelanta una destrucción programada como si Venezuela le perteneciera. En dicho encuentro el magnate-presidente destacó su ambición por petróleo venezolano, su propósito de derrumbar al Estado Bolivariano y al presidente-obrero, y la inversión para la reconstrucción de un país supuestamente más arruinado que Irak, a como se ve Trump en sus ínfulas de emperador global lleva prisa en crear muchos Vietnam.
Son adelantos de un objetivo de agresión por los diversos medios hasta ahora empleados, agregándole los actos terroristas, con la consigna del fuera todos y la transición para desarmar la sociedad encubriendo una invasión flagrante. Transición a tiempos obscuros bajo el latrocinio del hegemón, que ahora vociferan sus voceros locales.
Entonces, tal parece que la guarimba evolucionó en terrorismo, que a su vez devino en paramilitarismo, y éste es el medio en que se está expresando el intervencionismo imperialista en curso, narcocolombiano, ultraderechista de la MUD, la oligarquía y los grupos del hampa.
Por lo que nos anuncia la coalición pro-imperialista, pretenden asentarlo de firmes en la vida del país para forzar (o esperar); escenarios más favorables a una invasión sin tapujos. La cuestión es que de una u otra manera con su desesperación lo quieren para ayer, es decir, lo más pronto posible. Pues el imperialismo está convencido que ni siquiera los politiqueros de la derecha venezolana pueden servir de regentes del país según fue develando Wikileaks de las opiniones gringas respecto a la fauna política de la derecha venezolana. Apuntando a utilizarlos como piezas de recambio y simples parapetos de un intervencionismo extremo con asentamiento de bases y militarización del país.
Otra evidencia es que el plan de caotización de Venezuela, junto con la involución de la burguesía criolla a una premisa de parasitismo general y negocio de saqueo con la ruina, a la que es insuficiente la entrega de petrodólares; están tomando forma de convicción irredenta en sus esferas fascistas y ultrarreaccionarias en alianza con la oligarquía colombiana.
Se ha instaurado una postura contra-humana desde las élites imperiales y locales, se está en momentos críticos en que cualquier tentativa violenta es accionada independientemente de los alcances que pueda tener, simplemente para lacerar la vida del país impidiendo que proceda a su recuperación. Ya que la lectura que estas hacen y difunden mundialmente es que la sociedad venezolana estaría a punto de colapsar.
Por ello celebrar la tesis del último empujón “a la toma de Miraflores” es la moda en curso de una guerra sicótica fuera de lugar en la cultura de la venezolanidad; elaborada no sólo desde los Estados Unidos, sino ejecutada en el día a día por actores que piensan con mentalidad agringada, peor aún, que hacen su lectura del país en función de dictámenes analíticos extranjeros y cuyas referencias constitucionales, políticas y socioculturales son las occidentales, mas no lo que realmente está asentado en la especificidad de su país y la región.
Así incurren en provocaciones desde la frontera colombo-venezolana; importación de costosos equipos propios del paramilitarismo (se nota la preocupación por importar cosas de provecho); recluta asalariada de jóvenes de la clase media y el crimen; llamamientos para cometer delitos de odio con y sin firmas; la constitución de grupos irregulares de acción paramilitar; el uso de policías municipales o estatales de la derecha en acciones de subversión; y las amenazas paramilitares de represalias a la población si continúa en sus actividades diarias de vida social en paz.
A lo que se conjuga los anuncios de Santos delatándose hasta dónde tiene metidas las manos, sobre eventos extraordinarios de emigración para militarizar la frontera. Aberrante si comparamos la población colombiana de 5 millones 600 mil residentes acogidos con extrema solidaridad en Venezuela, mientras que en Colombia residen alrededor de 353,315 venezolanos y venezolanas. Para comparar este flujo migratorio véase que en 2016 arribaron tan sólo para residir en Venezuela 109 mil colombianos, o sea, casi el tercio acumulado de venezolanos en Colombia, ¿cuál es el éxodo? Estas cifras constantemente se opacan por la mediocracia con los flujos mayores de personas de ambos países que entran y salen con fines comerciales, familiares, tránsito u otros, pero ese es un truco viejo de las aristocracias que se las dan de dadivosas.
Todo esto encuentra su acomodo debido a varias causales tales como el hecho de que las movilizaciones de masas de la derecha mermaron degenerando en instigación de odio contra el chavismo y sus instituciones públicas, también ante la intensa convicción de paz masivamente demostrada por la sociedad movilizada y no movilizada, así mismo ante las limitadas posibilidades de la derecha para socavar desde dentro la fortaleza militar patriótica, además de que recientemente el Tribunal Supremo de Justicia puso un alto a 8 alcaldes de la derecha en atención a sus responsabilidades con los actos terroristas en sus municipios.
A tal punto llega su frustración fascista que la derecha para amortiguar su situación de descrédito y de contracorriente del proceso popular, volvió a sonsacar a la Fiscalía. Naturalmente la posición de la Fiscalía contra la Asamblea Nacional Constituyente y contra el ejercicio de su deber con la justicia popular frente a los hechos de violencia reaccionaria al justificarla; se sostiene por su propia configuración institucional y social, por su parcialidad derechizada, por la formación leguleya de sus fiscales venidos de las escuelas de derecho burgués conservadoras con su retorcido concepto de justicia, por su compromiso con las clases altas, su filiación ideológica clasemediera y la protección a su coto de poder. Así la Fiscal terminó dando un cheque en blanco al paramilitarismo y alimentando la guerra de las redes sociales.
El susodicho paramilitarismo tiene como base de asentamiento la incapacidad y oposición de la burguesía para continuar un combate de masas en el plano político y de movilización pacífica. Por tanto se está impulsando para:
- Destruir los baluartes de desarrollo social y grandes logros del proceso en todas sus materias.
- Desestabilizar el país, haciendo que se salga de sus cauces y acabe en una guerra de perros, una guerra civil que se cree fácil de manejar por las instancias imperialistas, sin necesidad de rendir cuentas por muertes y destrucciones.
- También con objeto de sembrar pánico en toda la población e infundir miedo en las filas chavistas
- Para desmoralizar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y abortar el desarrollo de las milicias bolivarianas.
- Confrontar a los colectivos sociales hasta que queden reducidos y socavados en sus capacidades contraofensivas populares.
Tal es el objetivo del paramilitarismo como frente armado que procuran instalar e incluso achacarle sus daños y acciones al gobierno, al chavismo y sus organizaciones. Por tal razón, más que repeler sus actos, mirar a otro lado, o mostrar la otra mejilla, es fundamental extirparlo de raíz en momentos en que la toma de decisiones y fuerzas para combatirlo son viables. El proceso revolucionario tendría que abortarlo antes de que logre asentarse convirtiéndose en un mal endémico como ocurrió en Colombia.
Ahora hablemos de la Constituyente como vía popular para empujar soluciones a los problemas del país contra la pretensión de instalar una guerra civil y la intervención. Concebida en los nuevos tiempos de lucha de clases, como forma participativa y protagónica del ejercicio de soberanía plena de los pueblos y sus clases, bajo proyectos de emancipación social en sus condiciones. Diferente de aquellas en que partidos o grupos de notables a la vanguardia refrendaban el carácter de nación y Estado en las antiguas batallas. Avanza sobre pasos seguros en su arraigo popular, pues sólo el pueblo salva al pueblo, y es capaz de poner cada cosa en su lugar; completando la fase de difusión y consultas con todos los sectores excepto la reacción política y económica.
Una Constituyente amplia e incluyente (hasta para sectores de la burguesía), que se propone abordar la naturaleza del Estado Bolivariano, sus limitaciones estructurales, el sentido del poder popular objetivado en las comunas, el destino de los logros sociales, el sentido de la igualdad y la justicia, y otras implicaciones orgánicas, así como la definición de sus planes estratégicos bajo el blindaje contra todo intervencionismo y políticas oligárquicas.
Es por estas razones que en el caso de Venezuela, como siempre, ninguna de las clases y factores de la burguesía la aprueban o la avalen, obviamente ni el imperialismo le dará su venia, entre otros motivos porque choca con la pretendida fase de intervención directa que auguran como siguiente paso. Apuestan por todos sus medios, a llevarla al fracaso o cuando menos a desacreditarla antes de nacer, y cuando nazca, la asediarán por todas partes. Ninguna clase opresiva acepta que “su pueblo” se ponga a hacer política, a hacer Diálogo, a arreglar sus diferencias, a proponerse otras rutas a las crisis que pueda estar padeciendo. Temen que el pueblo venezolano de todos los tintes políticos se permita cuestionar sus errores o prefigurar su camino, mucho menos si se orienta con sentido de clase, patriótico, revolucionario y de democracia popular.
La lucha por la Constituyente es una de las más grandes batallas que toca librar al proceso bolivariano por la unidad de todo el pueblo, puede trascender a una mejor correlación de fuerzas frente a las clases dominantes y las burocracias, independientemente de cuantas críticas desde abajo se le puedan hacer, todas caben y la fortalecen. La autocrítica y crítica de los actores sociales debiese ser generalizada para tensar y despertar todas sus energías, pues de ello depende su total recuperación, la concentración de sangre nueva y el auténtico protagonismo.
Ya es una batalla muy reñida, que somete a prueba al chavismo bajo una campaña renovada en ferocidad desde las capas opresoras, y desde dentro frente a las esferas acomodaticias y ligeras; que tiene como tarea de fondo la cohesión nacional antiimperialista. Sin duda alguna no es suficiente blindar la Constitución con la esperanza de que no haya un golpe de estado gracias a eso, sino para apuntalar el poder general de las clases y sectores populares. Es precisamente donde la batalla por la Constituyente (y dentro de esta misma) advierte perspectivas para que los sectores, clases y organizaciones populares enfoquen su crítica, replanteen rumbos y oportunamente remuevan tantas cosas, porque se está jugando el destino de su país.
Entre más consolidada y arraigada sea la Constituyente, sus bases y sus condiciones de poder soberano ordenador, más posibilidades presenta de poner en agenda la solución de ingentes problemas, tanto los provocados por la agresión fascista de la derecha, el sabotaje de la guerra económica y las amenazas imperiales; como el burocratismo, la corrupción, el oportunismo, los errores gubernamentales, la corrección de problemas de política económica, la resistencia al imperialismo, las rectificaciones necesarias, las deficiencias en las conquistas sociales, la aplicación firme de las normas democráticas, los roces entre las distintas clases o sectores del pueblo por sostener posiciones diferentes, y la refundación del proyecto socialista. Pero sin duda es una posibilidad abierta a soluciones consensadas y aclamadas desde abajo frente a cualquier escenario por la resistencia y dignidad de un pueblo.
Así corren confrontándose dos despliegues inmediatos, uno por la senda del sabotaje y la intervención imperial, el otro por el trabajo y la soberana popular.
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