Podemos y el Frente: parecidos y diferentes
- Opinión
Hoy el partido político español “Podemos” termina su Asamblea Ciudadana, el equivalente a un congreso partidario como el que, por ejemplo, culminará el Frente Amplio uruguayo (FA) a comienzos de abril. Del evento de hoy tomo conocimiento por el muy preciso y detallado cronograma en la página web de esa fuerza política, el software que lo organiza y el interés mediático puesto en el encuentro. De la fecha del rioplatense, por un reportaje de este diario, ya que a los comités de base no llegó información alguna al respecto. De las múltiples analogías y diferencias que pueden trazarse entre ambas experiencias, he aquí un síntoma, aunque muy menor, de distancia entre sus modos de organización y comunicación. Siguiendo con los ejemplos anecdóticos, Podemos vuelve a celebrar su encuentro (luego de una asamblea fundacional) en el Palacio Vistalegre de Madrid para discutir documentos -además de candidaturas internas- mientras el FA lo reitera en el Palacio Peñarol de Montevideo, para culminar la redacción de un texto ideológico relevante. Todo el resto serán distancias abisales entre los contextos nacionales en los que desarrollan su actividad, las diferencias de edad (no sólo como fuerzas políticas, sino de sus principales referentes), sus referencias o vertientes teórico-ideológicas, sus logros y fracasos. Sin embargo, me interesará aquí esbozar algunos paralelismos sobre aspectos menos superficiales como la organización de las decisiones colectivas, el cuidado por la distribución informativa, la transparencia y el ordenamiento del poder colegiado.
Obviamente Podemos no es un frente sino un partido, es decir que no tiene en su seno organizaciones políticas preexistentes, ni tampoco posteriores como tales, aunque posee corrientes de opinión que expresan, particularmente en el último año, orientaciones tácticas y énfasis programáticos divergentes, no exentos de rispidez. Pero sus estructuras de base resultan próximas. Mientras Podemos está organizado en sus bases por los “círculos” (agregaciones voluntarias y abiertas de personas que convergen por su acuerdo con los principios, documentos y programa), el FA encuentra en los comités de base algo muy similar. En todo caso, Podemos establece una distinción más estricta entre los círculos territoriales y los sectoriales que se despliegan en torno a un área programática o categoría profesional. Ambos poseen cierta independencia organizativa y cualquier militante puede poner en marcha un círculo y realizar los contactos y demandar las exigencias necesarias para ser reconocidos y obtener derechos de participación en las decisiones, con voz y voto. Muy similar es la organización de los Comités de Base uruguayos y tanto españoles como orientales se ven obligados a requerir pruebas de la existencia de esas instancias de base, como el funcionamiento regular de reuniones, porque muchos de ellos se extinguieron. Para ambos hay exigencias de un mínimo tanto de integrantes cuanto de encuentros en un período de tiempo con sus correspondientes mecanismos verificadores.
En los dos casos la máxima autoridad es una instancia colegiada muy amplia y nutrida. El Congreso en el ejemplo del FA y la Asamblea Ciudadana en el otro. En el interregno de esta máxima instancia, se prevén órganos de decisión y organización derivados de ella (Plenario, Nacional, Mesa política, Secretariado y Presidencia, además de comisiones específicas en el FA y en Podemos el Consejo Ciudadano, la Comisión de Garantías Democráticas y la Secretaría General).
Pero difieren raigalmente en las precisiones organizativas para la adopción de decisiones, las garantías democráticas y el sistema electoral, incluyendo la elección sobre este último. Por ejemplo, en una consulta que se realizó en diciembre pasado sobre el sistema a utilizarse en esta Asamblea Ciudadana (llamada “Vistalegre II”) se aplicará el método que enarboló el actual Secretario General, Pablo Iglesias, luego de una reñida elección en la que su propuesta obtuvo el 41,57% de los votos, seguido por la del llamado N° 2 (absurdamente, ya que en el Consejo Ciudadano, no se numeran los dirigentes), Iñigo Errejón, con el 39,12% y por último la del sector llamado “anticapitalistas” con el 10,5%, repartiéndose el resto entre otras menores. En suma, el modo de adopción colectivo de las decisiones, a diferencia del FA, también se toma colectivamente y es objeto de polémica y disputa. Entrar en detalles sobre las características y fundamentos del mecanismo excederían el espacio disponible. Vistalegre II tendrá sin embargo un carácter extraordinario ya que por estatutos las asambleas ciudadanas se convocan de manera ordinaria cada tres años, pero el Secretario General y el Consejo Ciudadano decidieron adelantarlas con el propósito de saldar diferencias en la instancia colegiada más cotidiana: el Consejo Ciudadano.
En cualquier caso, la diferencia decisiva es que la participación presencial en el Palacio Vistalegre no define aquellos aspectos cardinales porque las decisiones clave y, consecuentemente, las elecciones entre alternativas, no se realizan allí por delegación sino de manera directa y previa. Sólo se elegirán allí presencialmente los representantes de los círculos y se votarán algunas resoluciones políticas. Los 456.443 inscriptos (antes del 5 de enero) podrán ejercer su derecho a voto informáticamente, desde el 4 de febrero hasta ayer y hoy se darán a conocer los resultados. No son necesariamente los militantes (llamados activos, por su participación en la web de Podemos, que se calculan en 273.305 ciudadanos), sino todos los que voluntariamente se hayan suscripto para tal fin.
Como las diferentes corrientes internas no alcanzaron acuerdos para presentar propuestas políticas conjuntas, los inscriptos deberán elegir entre un total de cinco proyectos, votando individualmente por cada documento (político, organizativo, ético y de igualdad donde el sector de Iglesias y anticapitalistas convergieron) y puede darse el caso de que algunos elijan el documento político de un sector, pero el organizativo de otro u otras combinaciones posibles. Clara diferencia con el FA que parte de un documento “oficial” redactado por una comisión designada por las instancias directivas que es sometido luego a debate y enmienda puntualizada, además de diferir en el sistema representativo por delegados y sectores integrantes.
A nivel de las candidaturas al Consejo Ciudadano, que como ya referí es el máximo órgano colegiado de dirección cotidiana, el mecanismo -diseñado y votado por escasa diferencia- presupone elegir a un máximo de 62 miembros de manera nominal, cualquiera sea el sector, en un orden de prelación que luego otorga puntaje en función de ese orden. Fue un diseño del actual secretario de organización, Pablo Echenique, perfeccionando el sistema “Borda” utilizado en la asamblea fundacional Vistalegre I, con el fin de dar mayor representación a las minorías. Lo llamó “Desborda”.
Una mirada superficial a los documentos podría dar la impresión de que la polémica se divide entre moderados e izquierdas más radicales, pero en todos los sectores hay referencias de gran riqueza sobre el grado de democraticidad (interna y de la sociedad), la transversalidad y el patriarcado, la ética del representante y la relación con los oprimidos. Lo resume bien Iglesias en un reportaje en el Diario Público: “creo que uno de los peligros de ser nuevos en las instituciones es una cierta fascinación que produce la moqueta. Está bien trabajar bien en el Parlamento, pero sin olvidarte nunca de dónde vienes. Es fundamental que uno siga saliendo por los sitios por los que salía, hablando con la gente con la que hablaba antes, porque las instituciones muchas veces tienen una extraña capacidad de fascinar al que acaba de entrar. No digo que esto le pase a ningún compañero en concreto, pero hay que establecer mecanismos de control para que la gente diga: "Oye, que estáis aquí para representarnos a nosotros, no para fascinaros en las reuniones de la Junta de Portavoces"”. Mi experiencia en Madrid -algo desactualizada, ya que no voy por España hace casi dos años- no me lo confirma en su caso.
Podemos ya había aprovechado el conocimiento e iniciativa del Partido de la Red de Argentina (como referí en un artículo del 18/12/16 en el que sugería que el FA mirara esos antecedentes e inclusive tomara contacto con ellos). En esta oportunidad, los españoles avanzaron más aún en el desarrollo del sistema, ya que justamente el software libre sirve para capitalizar el conocimiento acumulado y no empezar desde cero. No encuentro diferencias significativas en el desarrollo y penetración de la informática entre España y Uruguay, precisamente por el empuje que desde el primer gobierno del FA se adoptó con Antel, el plan Ceibal (que no fue solo para niños escolares sino también para sus familias) y su expansión diversificada hasta nuestros días.
No propongo copiar modelos o importar recetas, sino analizar con cuidado y detenimiento cada experiencia renovadora de las izquierdas y progresismos para adaptar y adoptar lo mejor al contexto propio. Para el FA ésta es una de ellas.
Pero también Podemos debería analizar escrupulosamente la experiencia frenteamplista de cuidado de la unidad en un marco de tan compleja diversidad, ya que la sutura de la herramienta del porvenir no puede coserse con el delgado hilo del narcisismo.
Emilio Cafassi
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, cafassi@sociales.uba.ar
Publicado en La República 12/2/2017
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