Donald Trump arremete contra China como su prioridad
- Opinión
La inesperada victoria de Donald Trump sigue provocando debates en Estados Unidos y el mundo. Hay quienes enfatizan el lado positivo que tendría su proteccionismo y quienes lo emparentan con el fascismo. Ahora arremete con todo contra China.
Trump está completando su gabinete y sobresalen millonarios, funcionarios pertenecientes al Tea Party y otras corrientes reaccionarias, con un solo afroamericano, Ben Carson, como para negar su racismo con el famoso dicho “yo tengo un amigo negro”. Lo de millonarios no es una chicana. Se ha calculado que la fortuna sumada de quienes integrarán el gabinete ronda 35.000 millones de dólares. Ese también será un gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos, en realidad súper ricos.
La irrupción del billonario provocó discusiones porque incluso en ambientes progresistas hubo cierto ilusionismo en que sus políticas serán proteccionistas del empleo, la producción y el mercado interno estadounidense, como si eso -en caso de verificarse- fuera un factor positivo para los demás países. Si llega a suceder implicará un fortalecimiento de la alicaída economía de una superpotencia, que en nada favorecerá a una economía no complementaria como la argentina.
Esas ilusiones ideológicas han deslizado que con Trump tendrá final el ciclo neoliberal, como si matices en ese sentido fueran a significar algún progreso para la humanidad. Con Ronald Reagan y Bush padre e hijo, republicanos; con Bill Clinton y Barack Obama, demócratas, la esencia imperial siguió siendo la misma.
El lingüista y escritor Noam Chomsky habló el 5 de diciembre en los veinte años del programa Democracy Now! Y expresó que “la victoria de Trump evoca la de Hitler y la expansión del fascismo en Europa”.
Las a propósito de la muerte de Fidel Castro, a quien caracterizó como un “brutal dictador”, y su amenaza de anular los acuerdos firmados por Obama si Cuba no procede a la “apertura política”, confirman las definiciones de Chomsky.
Contra China
Trump considera que la República Popular China es su principal enemigo a batir en el plano internacional, en un sentido económico, político, cultural y aún militar.
El viernes 2 de diciembre sostuvo una conversación telefónica con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, a pesar de que desde 1979 Estados Unidos abandonó -por presión china e internacional- la política de “las dos Chinas”. Taiwán es una provincia de China continental, separada artificialmente por EE UU en 1949 cuando el triunfo maoísta en el país; con su flota socorrió al dictador Chiang Kai shek y lo llevó a aquella provincia en Taipei, su capital. Desde entonces lo protegió con armas, bases militares e inversiones, pero en 1971 debió rendir la banca de China en la ONU, que pasó a Beijing, incluso en el Consejo de Seguridad, con derecho a veto.
No es que los presidentes norteamericanos abandonaran a Taiwán, pero mantenían esa relación como con una amante, no a la vista. Tras la conversación tan publicitada con Tsai se puede suponer que volverán a las andadas con “las dos Chinas”.
Frente a las críticas que le llovieron, el magnate redobló la apuesta. En Twitter acusó a Beijing: “¿Nos preguntó China si estaba bien devaluar su moneda, complicando la competencia de nuestras compañías?. ¿O aumentar los impuestos a las importaciones de nuestro país (EEUU no lo hace)? ¿O antes de construir un complejo militar enorme?”.
La crítica al presidente Xi Jinping por devaluar el yuan para hacer más competitivas las exportaciones chinas no es algo exclusivo del electo; Obama lo reclamó muchas veces anteriormente. Otro tanto con el proteccionismo o impuestos a las importaciones desde EE UU, motivo de reproches de la actual administración. Una vez más, queda al descubierto que entre los dos partidos norteamericanos hay diferencias pero también comunes denominadores y uno de los más significativos es derrotar a China.
Salta a la vista la contradicción de Trump. Por un lado hizo una campaña proselitista y ganó los comicios prometiendo proteger el trabajo y el mercado interno estadounidense. Y por el otro ataca a China acusándola de hacer eso mismo. ¿Los socialistas de ojos rasgados, descendientes del celeste imperio, no tienen el mismo derecho?
800 bases
El otro comentario antichino del magnate mueve a risa: dijo que están construyendo “un complejo militar enorme”. Una simple comparación lo refuta, pues EEUU tiene 800 bases militares en el mundo, según publicó el 2 de junio de 2015 Iñigo Sáenz de Ugarte, citando una recopilación hecha por David Vine en su libro ‘Base Nation’. En cambio China no tiene ninguna base militar en el extranjero.
Si de presupuestos militares se trata, la superpotencia gasta más de 600.000 millones de dólares anuales, en tanto China Popular 215.000 millones, o sea el 35 por ciento de aquélla, con datos relativos a 2015.
La fuente no es comunista: http://www.infodefensa.com/mundo/2016/04/07/noticia-arabia-saudi-gasta-defensa-rusia.html
Lejos de procurar un aumento del gasto e inversión en Defensa, o de ampliar sus fuerzas militares, el socialismo asiático está empeñado en una reducción y elevación cualitativa de su ejército. El presidente de China, Xi Jinping, insistió el 3 de diciembre en la reducción del número de efectivos del ejército, mientras se mejora su capacidad de combate y optimiza su estructura. Lo hizo luego de una conferencia de dos días de la Comisión Militar Central que preside, sobre “las reformas del tamaño, la estructura y la formación de los militares”, según reportó la agencia Xinhua.
Como en otras materias, estos ataques de Trump no son originales porque gobiernos anteriores fueron pioneros. Hace aproximadamente veinte años que EE UU planteó que el grueso de su fuerza armada iba a asentarse y apuntar a la zona Asia-Pacífico, y el sentido antichino de esa prioridad no requería aclaraciones innecesarias.
Más aún, el 5 de diciembre comenzó una gira por Asia el actual secretario de Defensa de EE UU, Ash Carter, quien visitará Japón e India. Con mucha delicadeza y firmeza, la agencia Xinhua, en un comentario publicado al día siguiente por Chen Shilei, advirtió que la “Estrategia de EEUU en Asia-Pacífico no debe poner en riesgo paz y estabilidad regionales”.
Ya desde septiembre del año pasado, Beijing venía cuestionando la injerencia norteamericana en el Mar del Sur de China. China procuraba que las diferencias entre los países ribereños se resolvieran en consultas bilaterales y regionales con los directamente interesados. Y acusó a Washington de procurar que Japón y Filipinas reclamaran un arbitraje internacional, maniobra fracasó respecto al segundo país, porque su presidente Rodrigo Duterte accedió a conversar con Beijing sin los dictados estadounidenses. Japón busca articular una alianza antichina porque disputa con China por las Islas Diaoyu, del Mar Oriental de China. Ese es el principal propósito de Tokio.
También acá la política de Trump es más peligrosa y agresiva. Esto explica que a mediados de noviembre pasado, luego de ser electo, al primer presidente extranjero que recibió en oficinas de su torre Trump fue al primer ministro japonés, Shinzo Abe.
Ese gobierno nipón está incrementando la fabricación de armas y quiere modificar su Constitución, que pone límites al militarismo visto lo ocurrido en la II Guerra Mundial y su invasión imperial a China desde los años ' 30. Ese es el aliado antichino que Trump está instrumentando, además de su constante presencia en Taiwán y Corea del Sur, sus miles de marines y su sistema antimisiles balísticos allí instalado.
Medio ambiente
A mediados de noviembre pasado se celebraba en Marruecos la Cumbre del Cambio Climático conocida con la sigla COP22. Y entre los asistentes cayó como un rayo la opinión lapidaria de Trump contra los acuerdos que estaban implementándose, tras la cumbre de diciembre del año pasado en París.
Trump venía diciendo desde noviembre de 2012 que “el concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos, a fin de hacer las manufacturas estadounidenses no competitivas”. Y lo repitió en 2015 y frente a la cumbre de Marrakech. Por eso Chomsky dijo que el partido republicano se había convertido en una organización criminal. También Stephen Hawking y 374 científicos firmaron una carta contra Trump y sus opiniones contrarias a los acuerdos sobre el cambio climático.
También en esta materia lo de China es incomparablemente superior, aún cuando tenga varias asignaturas pendientes en el calentamiento global. Pero viene cumpliendo metas y obligaciones para reducir su emisión de gases invernadero. “En años recientes, China ha cerrado más de 84 mil pequeñas empresas que producen la contaminación. Entre las 238 mil empresas que producen contaminación, el 90 % ha cumplido normas nacionales” (ver el informe en http://www.nodulo.org/ec/2015/n166p12.htm).
En este rincón del ring, el troglodita amenazando con boicotear los acuerdos de París y Marruecos. En el opuesto, Xi Jinping, manifestando el pasado 2 de diciembre que “la construcción de la civilización ecológica constituye una parte clave de la estrategia de desarrollo general de China, por lo que los gobiernos a todos los niveles deben tener en cuenta que las aguas limpias y las montañas verdes son invaluables activos de la nación”.
¿Con quién se queda el lector? El cronista con Xi.
http://www.laarena.com.ar/opinion-trump-arremete-contra-china-como-su-prioridad-1101505-111.html
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