La política exterior mexicana y sus vicisitudes (VIII)

01/11/2016
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8ª parte

 

Dentro de la vida de relación de México, en concordancia con las naciones hermanas del Caribe y Latinoamérica, vimos cómo se desarrollan los tres primeros momentos en que participamos en el Consejo de Seguridad de la ONU, etapas que muestran claroscuros de nuestra cercanía con la Región que compartimos empeños y vicisitudes y los roces con las intenciones e intereses de los imperios, en particular el estadounidense.

 

 En el gobierno de Calderón (2006-2012), a pesar de las apreciaciones relativas a la inconveniencia de formar parte del Consejo de Seguridad, ocurre la 4ª y hasta ahora última oportunidad en que formamos parte de los países no permanentes en dicho Organismo. La incorporación (17-Oct.-2008) contó con apoyo unánime de la región (América Latina y el Caribe). Ingresa con otros miembros no permanentes: Uganda, (candidato único de África); Japón; Austria y Turquía. Fungirían como tales el bienio 2009-10. Los miembros no permanentes son 10 países, más cinco permanentes que controlan -con su veto- determinaciones sobre los temas considerados, cuando interesan a cualesquiera de ellos, a saber: China, Francia, Federación de Rusia, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y EU.

 

El embajador de México ante la ONU, Claude Héller, comentó que la elección es “una demostración de gran confianza en México por parte de la comunidad internacional, de la política exterior de México, de la política exterior del gobierno del presidente…(y) de que realizaremos una contribución muy positiva a los trabajos del Consejo de Seguridad”.

 

México ocupa el cargo de miembro no permanente del Consejo de Seguridad durante dos años en 1946-47, 1980-81 y 2002-03 para rematar en el 2009-2010. La Presidencia del Consejo de Seguridad rota mensualmente, según los Estados Miembros del Organismo, en el orden alfabético inglés de sus nombres. Cada Estado Miembro representará la presidencia por un mes. México presidió el Consejo, por última vez, en abril del 2003, recibió el encargo el Embajador Claude Héller,  de amplia trayectoria diplomática. Ver: http://www.cinu.org.mx/onu/mexico.htm

 

Para el período 2000-2006 de gobierno, se intensifican diversas polémicas referidas, primeramente, a temas de la Agenda nacional interna, pero también discusiones en que participan diversos agrupamientos de la sociedad civil, referentes a temas de consideración global.  De las diversas polémicas en academia, el periodismo y los cenáculos de investigación autónomos, ocupa lugar central la globalización y sus efectos, pensados como  sumatoria de la interdependencia de los países, a quienes fortalecerían, ocultando su sentido real, al mostrarse como ruta para conjunción entre asuntos internacionales e internos, que al final resultaron con repercusiones muy negativas sobre la soberanía y autonomía de los estados, a quienes se intentaba convencer de bondades inexistentes.

 

Tal circunstancia estimuló el surgimiento y gradual pero creciente acción de figuras sociales, al interior de los cenáculos de investigación, como de activos que se alejaron de sus partidos políticos de origen -coludidos para actuar en consonancia con los imperios-. Estos actores habían iniciado el éxodo hacia nuevas formas de acción política –incluso en partidos creados exprofeso- mismos que objetaban duramente el papel asumido por el Estado, en los ámbitos nacional e internacional.

 

La seguridad internacional –estrechamente vinculada a la interna- sufrió cambios ante episodios que alteraron la vida interna en los imperios -11-Sep- 2001- mudando en lo esencial los análisis y acciones en la actuación de dichos países, referente a tal seguridad, que adquiere en las posiciones extremas que se asumen, una nueva dimensión y alcance. De allí que el terrorismo y la proliferación nuclear opaquen, en el escenario internacional, a otros temas de importancia específica para los países pobres.

 

El jaloneo al interior de los organismos de la ONU –en particular el Consejo de Seguridad- muestra de modo creciente su inoperancia para atender, en ruta a la paz mundial, los nuevos objetivos impulsados por EU y sus aliados, que se revelan en las acciones guerreras –por cierto con resultados fallidos- Muchas de ellas decididas a contrapelo de las Naciones Unidas.

 

México y toda la Región se hacen eco de la necesidad urgente de modificar estructura y capacidades de acción, de los organismos internacionales creados al finalizar la 2ª Guerra Mundial, de tal manera que fueran capaces de afrontar nuevos retos, surgidos al calor de las actitudes de los países hegemónicos. Se complica más el panorama, al asomar la crisis del 2008 –Gran Recesión con toque mortal financiero- solo comparable a la Gran Depresión de los años 1930, que obliga ajustes intensos no sólo en las finanzas sino en la vida económica, política y social de las naciones, acentuándose en aquellas que dependen -en muchos ángulos de su existencia- de alguna cuya hegemonía se tiende hacia su área de influencia fundamental. Tal el caso de EU con respecto a Latinoamérica y el Caribe, cuyas naciones constituyen el “patio trasero” de dicho imperio.

 

Las condiciones de la Crisis de los 80s acentúa la polémica sobre el papel del Estado y los mercados, en clara contradicción entre ideologías democráticas y de avanzada y el neoliberalismo imperante. Tal Crisis es engendrada en EU, sus sobresalientes factores, causa de la crisis son: los fallos en la regulación económica; la increíble cantidad de delitos cometidos por los bancos; la sobrevalorización de productos para el mercado; el acrecentamiento de la crisis alimentaria mundial y la explosión de la energética, que acercan a una recesión en todo el Planeta. Ello lleva a una crisis crediticia, hipotecaria y de confianza en los mercados.

 

Las primeras manifestaciones de la crisis aparecieron en agosto del 2007 con la quiebra de bancos menores de inversión, provocando la crisis señalada por muchos especialistas internacionales, como la “crisis de los países desarrollados”, porque sus consecuencias se observan básicamente en los países más ricos. Empero, se estima que surgió en 2008, tras la caída del banco estadounidense Lehman Brothers. Al desplome de los bancos de inversión, provocado por la crisis de hipotecas “subprime” -que significaba un alto porcentaje de su inversión- bolsas y mercados de valores se arruinaron, provocando la crisis financiera de 2008 en todo el Planeta.

 

Por último, habida cuenta que los gobiernos decidieron frenar una probable quiebra generalizada, realizaron numerosos rescates financieros para salvar a empresas -financieras o no- con ello la crisis acabó trocándose, también, en crisis de deuda en varios países, especialmente en la Eurozona, que llevó a los graves problemas que sufrieron diversas naciones, en particular Grecia, acogotada por la “Trinca Infernale” que asola Europa. La gran cantidad de dinero asignado a los rescates financieros y a cubrir la fuerte caída propagada de los ingresos por recaudación fiscal, llevó a varios gobiernos a  programas de austeridad económica, que contenían fuertes recortes sociales, provocando alteraciones sociales y un incremento de la pobreza, que se generalizó en gran cantidad de países del mundo. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Recesi%C3%B3n

 

El papel de los estados, en un mundo globalizado acentúa, desde hace tres décadas, la polémica intensa y contestataria a su participación en la vida de todo el Planeta. Afín a este conflicto se encuentra la probabilidad y eficacia de que, en países con democracia madura o en proceso de fortalecimiento, puedan impulsarse proyectos nacionales con rumbo claro, que deben seguir sus estados, tanto en el ámbito interno como en el internacional –sin injerencia externa- o si la pluralidad política lo permite, llegar a la hechura de un proyecto gubernamental claro y consensado, entre las fuerzas actuantes y las representaciones más connotadas de la sociedad civil (organizaciones campesinas, obreras, indígenas y otras).

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Lorenzo Meyer acomete tal discusión a partir de reconocer que los estados nacionales siguen siendo actores principales del sistema internacional. En su base propone que un Estado requiere contar con un proyecto nacional, entendido como una gran propuesta de futuro colectivo, legitimada por la mayoría de ciudadanos, que ofrezca respuestas a los grandes problemas del momento. El proyecto tomaría posiciones frente al resto de la comunidad internacional, para sostener la autonomía y la autodeterminación del país.

 

La tesis de Meyer -compartida y adicionada por otros analistas- es que la “fatalidad geográfica” colocó a México al lado de una gran potencia que –mediante artes reprobables- en el siglo xx se transformó en superpotencia –imperio- y desde su origen, frente al mundo externo busca no sólo su seguridad e interés, sino imponer sus preferencias políticas y morales. Ante el vigoroso y agresivo nacionalismo estadounidense, México, en defensa propia, busca dar forma a su propio nacionalismo, so pena de abdicar a la pretensión de autonomía e identidad, parte de los constructos logrados y que vienen siendo trastocados desde inicios del siglo XXI y aún antes. Meyer analiza condicionantes, evolución y avatares de los grandes proyectos nacionales de México a lo largo de su historia, a saber: de la Independencia, el liberal o modernizador, de la Revolución Mexicana, de la industrialización dirigida por el Estado y el neoliberal, vigente. Nos dice –por ejemplo- al cambio de régimen (2000) se supera el autoritarismo, pero se “desdibuja” el proyecto nacional, indispensable para hacer frente -de manera democrática- a los problemas históricos acumulados y a los que están emergiendo, por la globalización y el mundo post estadounidense. La conclusión de Meyer es que, en la actualidad, tanto en México como EU, está ausente la voluntad o capacidad –me quedaría en voluntad- para incorporar de manera constructiva en sus característicos diseños, el arraigo de una interdependencia asimétrica (desigual) dentro del marco legal y político creado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en amplia discusión por resultados perjudiciales para la mayoría.

 

En México, se requiere hacer un consenso político mínimo entre izquierdas y derechas respecto de la política exterior para -entre otras cosas- recuperar el terreno perdido frente al narcotráfico y fortalecer las instituciones del Estado para garantizar la estabilidad interna, principal carta histórica de negociación con EU. Finalmente nos dice, que la fórmula para lograr una política exterior exitosa sigue siendo una política interna eficaz, lo que incluye un proyecto nacional claro y bien definido.

http://2010.colmex.mx/16tomos/XII.pdf (Continuará)

 

Puebla, Pue. 30-Oct.-2016.

 

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/181374?language=es
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