De los 43, dos años después…
- Opinión
El 26 de septiembre se cumplieron dos años de la desaparición forzada (perdón por el tecnicismo) de 43 estudiantes de la Escuela Normal “Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero. Dos años en que no se sabe, a ciencia cierta, qué sucedió esa noche y la madrugada del 27. La verdad histórica, según el ex procurador, se convirtió, siguiendo el discurso del (no) poder, en mito genial.
Conmemoramos hoy a 43, pero son miles más, como lo establece el hecho de que, buscándolos, se encuentran y se topan con decenas de fosas clandestinas, con restos de seres que tuvieron nombre y que, seguramente, alguien más tampoco los olvida y los sigue buscando.
Los normalistas desaparecieron en Iguala, camino a la ciudad de México, donde participarían en la conmemoración del 2 de octubre (otra historia y la misma de impunidad del Estado).
Hace unos cuantos días se presentó en la Casa de Cultura Santa María La Ribera, el libro de Ramón Martínez Ocaranza (1915-1982): Elegía de triángulos (Cisnegro. México. 2016), que reúne poemas escritos entre 1967 y 1969, cuyo hilo conductor es la historia, a partir de deidades de las culturas griega, romana, náhuatl y tarasca.
A manera de recuerdo de los +43, transcribo un fragmento de Profecías de Tlacatecólotl, que en la mitología náhuatl es el Hombre-Búho que adivina el destino; una especie de profesa. Fue escrito el 8 de febrero de 1968:
“Todo lo puede Dios;
pero no puede
lavar
las
manchas
de
los
crímenes.
Los hijos de los muertos
Recogerían el odio de sus muertos.
Y Lady Macbeth padecerá venenos delirios”.
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