Ecuador: Lecciones de un terremoto
- Opinión
Las costas ecuatorianas han sido el epicentro de un terremoto de magnitud Richter 7.8; la tarde del sábado 16 de abril de 2016. El balance es desolador, las consecuencias para el país han sido desastrosas, más de 240 muertos y miles de heridos y damnificados. Una circunstancia triste frente a la cual solo cabe la solidaridad y el auxilio para con un pueblo hermano que sufre. Es cierto, la naturaleza es imprevisible, no existe modo alguno de anticipar con mediana precisión eventos de esta naturaleza. No obstante, lo acontecido en Ecuador debiera ser un llamado de atención y un toque de alarma para todos los sectores de la sociedad.
Es bien sabido que en el mundo existen zonas sísmicas, tal es el caso de Chile o de Japón, por ejemplo. En el caso de Chile, hemos tardado decenios en establecer una serie de políticas públicas tendentes a prevenir, hasta donde ello es posible, las nefastas consecuencias de la actividad telúrica. Esto se traduce en una serie de regulaciones para el sector de la construcción que debe ajustarse a estándares antisísmicos. Tanto las autoridades de los diferentes gobiernos como el sector privado ligado a la Cámara de la Construcción han consensuado algunas medidas de prevención y seguridad mínimas ante los terremotos.
Si bien en Ecuador los eventos sísmicos son menos frecuentes y menos violentos que en el Pacífico Sur, pareciera llegado el momento que se considere seriamente una revisión de los marcos legales que permitan regular la construcción de inmuebles e infraestructuras en este país. Esta tarea compromete no solo a un gobierno sino a los empresarios ligados de manera directa o indirecta a la construcción. El desarrollo del Ecuador no es un problema circunstancial que concierna solo a un gobierno sino a toda una nación y a las generaciones venideras.
Es interesante constatar cómo los diversos sectores políticos y sociales del Ecuador han sido capaces de postergar sus naturales diferencias para enfrentar unidos una tragedia que enluta a todo el país. Esta actitud está señalando un modo distinto de comprensión de lo político, la lucidez de entender que se puede y se debe establecer políticas – país que trasciendan a un gobierno e instalen un horizonte de desarrollo para todos los ciudadanos de esta noble nación andina. El dolor enseña. Es de esperar que no sea necesaria otra tragedia para volver a vivir lo mejor de los ecuatorianos, su solidaridad, su capacidad de trabajar juntos por el bien común, sin otro anhelo que mitigar el sufrimiento de tantos compatriotas ante la adversidad. Un abrazo al pueblo ecuatoriano.
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