Berta Cáceres: Desafiando las Estructuras del Terror

10/03/2016
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Nuestra Madre Tierra – militarizada, cercada, envenenada, lugar donde los derechos humanos básicos son sistemáticamente violados – demanda que actuemos.

 

Estas son las palabras de la líder indígena hondureña Berta Cáceres, asesinada en su casa mientras dormía. Su asesinato ha estremecido a las comunidades que defienden los derechos humanos a nivel mundial. Ella, co-fundadora del Consejo Cívico Popular Indígena de Honduras (COPINH) fue una luchadora incansable por los derechos indígenas de la tierra. Su participación con las comunidades indígenas Lenca de Honduras en la lucha contra la presa de Agua Zarca a ser construida en el río Gualcarque la hizo merecedora del prestigioso reconocimiento ambiental “Goldman Environmental Prize” en 2015. Pero como muchos tristemente han señalado, ni siquiera este reconocido premio pudo protegerla de los escuadrones de la muerte que operan frente a la policía local asignada para protegerla.

 

En Honduras el asesinato a sangre fría de indígenas, ambientalistas y campesinos activistas ha regresado como el instrumento de coerción elegido por los voraces usurpadores de la tierra y constructores de presas, quienes han sido fortalecidos por el Golpe de Estado que expulsó al democráticamente electo gobierno de Manuel Zelaya.

Según el New York Times, “A partir del golpe en Honduras, periodistas, jueces, líderes, defensores de derechos humanos y activistas ambientales han sido asesinados en matanzas programadas, las que generalmente quedan impunes. En 2014 doce defensores ambientales fueron asesinados, de acuerdo con la investigación de Global Witness, lo cual lo convierte en el país más peligroso del mundo, de acuerdo a su tamaño, para los activistas protectores de los bosques y ríos”.

 

Ampliamente condenado por los gobiernos Latinoamericanos, el golpe de 2009 silenciosamente fue aceptado por Estados Unidos. La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, rápidamente reconoció al nuevo gobierno hondureño y movió para impedir el regreso de Zelaya.

 

En efecto, más de 100 organizadores han sido asesinados, muchos de ellos indígenas y campesinos comprometidos en luchas no violentas por su tierra y su territorio, entre ellos Tomás García de COPINH y Margarita Murillo de La Vía Campesina – Honduras.

Estos asesinatos son actos de terrorismo.

 

El propósito del terror, por supuesto, es inmovilizar con miedo a la población. Lo usan para enviar un mensaje a los campesinos y a las comunidades indígenas que brutalmente son desplazadas por la expansión de las plantaciones de caña de azúcar, palma africana, las presas hidroeléctricas y los especuladores de la tierra. Su mensaje es sencillo: no resistan.

 

El mensaje del terror no es sólo para los hondureños, sino también para los millones de comunidades rurales de América que luchan por mantenerse en su tierra, tratando de producir y sobrevivir para evitar los riesgos de la migración. Las potentes fuerzas del capital internacional les están hablando muy claramente: ustedes son desechables.

El mensaje también es para los defensores ambientales internacionales, los defensores de derechos humanos, los derechos indígenas e incluso de la agroecología. Es displicente: ustedes son irrelevantes.

 

Pero para el Banco Centroamericano de Integración Económica y para los bancos Alemán y Finlandés que financian el proyecto Agua Zarca; para las firmas Sueca y Alemana que proveen la maquinaria y tecnología; para DESA, la compañía hondureña que construye la presa y para el programa de apoyo oficial de USAID; para los escuadrones de la muerte que operan en Honduras, para los arquitectos del golpe de 2009 y para sus respaldos en Departamento de Estado de Estados Unidos, hay un mensaje muy diferente: ustedes están seguros, no corren riesgo.

 

Berta Cáceres fue premiada con el Goldman Prize para informar a la comunidad internacional de la destrucción ambiental y la violación de los derechos humanos cometida por la presa Agua Zarca. El premio también esperaba proteger su vida al destacar su figura internacionalmente. En esto falló, no porque el premio no haya ayudado a proteger de la violencia a esta valiente líder, pero debido a que COPINH y la población Lenca realmente se movilizaban con éxito, consiguiendo apoyo nacional e internacional para frenar la construcción de la presa.

 

El terror paraliza. Silencia y divide. Cubre las intenciones que promueven el acto en sí, permitiendo que los verdaderos criminales procedan impunemente. Líderes como Berta Cáceres nos demuestran que afrontar el terror es confrontar a toda la estructura del terror—desde los ejecutores y los cómplices, hasta los intereses corporativos establecidos y los poderes del Estado.

 

El terror paraliza. Silencia y divide.

 

En Honduras habrá muchas personas que avanzarán para alzar la causa de Berta Cáceres. Es la hora en que el resto de nosotros en la comunidad internacional nos unamos en la denuncia no sólo del asesinato, sino también de las políticas y de la estructura del mismo terror.

03.04.2016

https://www.alainet.org/es/articulo/175958
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