El papa Francisco y la ley de amnistía en Venezuela

22/02/2016
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La Ley de Amnistía y Reconciliación, que los diputados de la oposición piensan aprobar en los próximos días, contiene aberraciones de todo tipo. Es un escuálido intento de autoperdón, al mismo tiempo que un confesionario, por todas las acciones criminales que han emprendido en contra del pueblo venezolano y del proceso revolucionario. Inevitablemente, debido a que no sólo desmonta el código penal venezolano, sino que tiene elementos anticonstitucionales, será declarada anticonstitucional una vez que el Presidente Nicolás Maduro la someta a la consideración de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

 

La ley le cubre las espaldas a aquéllos y aquéllas que, entre el 1ro de enero de 1999 y la fecha de aprobación de la ley—cualquiera que ésta sea, cometieron crímenes como: instigación a la desobediencia de las leyes; instigación al odio; apología del delito; instigación a delinquir; asociación para delinquir; lesiones personales; violencia o resistencia a la autoridad; causar pánico o zozobra a las comunidades; agavillamiento; obstaculización de la vía pública para preparar el peligro de un siniestro (guayas corta cuellos); daños a los sistemas de transporte, servicios públicos, informáticos o de comunicación; destrucción o deterioro de caminos y obras destinadas a la comunicación pública; daños a la propiedad; importación, fabricación, porte, detentación, suministro u ocultamiento de artefactos explosivos o incendiarios; perturbación de la tranquilidad pública; ultraje al funcionario público; uso de menores en la comisión de delitos; incendio y otros delitos de peligro común; traición a la patria y otros delitos contra ella; rebelión; insubordinación; rebelión militar y de civiles; sublevación; falsa alarma; revelación de secretos militares; faltas el decoro militar; uso indebido de condecoraciones, insignias y títulos militares; sustracción de efectos y armamento pertenecientes a la Fuerza Armada; negativa a servicios legalmente debidos; encubrimiento; porte ilícito de arma de fuego; uso indebido de arma de fuego; daños al sistema eléctrico nacional; terrorismo; financiamiento al terrorismo; fuga; tráfico de drogas; tráfico ilícito de semillas, resinas y plantas; fraude; estafa; usura; y delitos de corrupción.

 

Curiosamente en sus 44 artículos, no menciona o insinúa la “amnistía ambiental” o “ecológica”. Esto es una evidencia más del desprecio que sienten hacia el ambiente y hacia los problemas ambientales que nos están retando a repensar nuestro papel en el planeta. La mayoría de los habitantes del planeta están tomando medidas contra el calentamiento global; están tratando de remediar los grandes problemas que afectan al planeta en general. Ellos no.

 

Recordemos que, en especial entre febrero-abril 2014, en docenas de ciudades, vimos los más inimaginables ecocidios por los actos terroristas y criminales que se llevaban a cabo. Cortes, quemas, mutilaciones de más de 5000 árboles (geo-referenciados); envenenamiento de aguas para consumo masivo; intoxicaciones sufridas en niños menores producto de quema de cauchos e incendio de materiales diversos; uso de animales domésticos para cargar y detonar explosivos; la contaminación sónica y visual por los impactos de actos terroristas y el deterioro ambiental espacial, en que fuimos objeto en múltiples escenarios; aunados a los impactos mentales, sociales y morales de parte de los para-ejecutores de la MUD, también deben ser seriamente investigados, por la Fiscalía General de la República. Hasta el momento, no hemos visto un sólo imputado por este tipo de acciones.

 

Como bien lo ha señalado el ilustre constitucionalista venezolano Dr. Hernán Escarra, no ha habido arrepentimiento y mucho menos—a los que somos católicos creyentes—ni una expresión u acto de constricción por la pérdida de vidas de hermanas y hermanos venezolanos causadas y por todos los daños físicos, mentales, sociales, ecológicos ocasionados que se confiesan en dicho proyecto de ley. “A confesión de parte relevo de pruebas”

 

Sería interesante preguntarnos ¿Qué opina la Conferencia Episcopal Venezolana sobre esta ley? De estar a favor de esa Ley, es posible que orienten su acción hacia un histórico y mundial sacrilegio nunca visto en la historia de la humanidad. No sólo por reconocer la validez de la ley aún siendo inconstitucional. También estarían desconociendo y negando los postulados expresados por el Papa Francisco en su Carta Encíclica “Laudato Si”, “Sobre el cuidado de la casa Común”. Entre ellos: 122: En la Exhortación apostólica Evangelii gaudin se refiere al relativismo práctico que caracteriza nuestra época y que es “todavía más peligroso que el doctrinal”. Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. Por eso nos debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se desarrolló en los sujetos este relativismo donde todo se vuelve irrelevante, si no sirve a los propios intereses inmediatos. Hay en esto una lógica que permite comprender cómo se alimentan mutuamente diversas actitudes que provocan al mismo tiempo la degradación ambiental y social.

 

Encarna lo anterior las razones ideológicas y políticas que la MUD ha tenido, en los últimos 17 años, con las políticas ambientales para el país, demostrando su supina ignorancia y desinterés por tan estratégico tema.

 

Esta Ley Amnistía y Reconciliación simboliza la negación absoluta de la sensibilidad, el amor, el entendimiento y la compasión; no toma en cuenta a las víctimas, sino sólo al perpetrador de los crímenes. En esencia: congela el diálogo, legaliza evasión de la justicia y peligrosamente nos empuja hacia una guerra civil entre los venezolanos.

 

Esto lo refleja también el Papa Francisco, 204: la situación actual del mundo “provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad que a sus vez favorece el egoísmo colectivo”. Cuando las personas se vuelven autoreferenciales y se aíslan en su propia consciencia, se acrecienta su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque los límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo o sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades. Por eso no pensemos en terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de las crisis sociales, porque la obsesión por la vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlos, conlleva a la violencia y destrucción recíproca. En otra reflexión; 202: muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración.

 

Estoy convencido, que los venezolanos, ante la crisis socio-ambiental que estamos viviendo, podremos re-encontrarnos entre todos, para todos y por todos, movidos por el objetivo de unirnos y evadir una innecesaria confrontación social entre hermanos que somos. Definitivamente, no tenemos más opciones que aferrarnos y seguir avanzando firmemente en el objetivo histórico revolucionario: “preservar la vida en el planeta y salvar la especie humana”.

 

@17MiguelAngel

https://www.alainet.org/es/articulo/175576?language=en
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