Urge un cambio de guardia

10/02/2016
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Caras de palo y sucesores hereditarios... carteles candidatos
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Henos aquí de lleno en la crisis de ahora, sucesora de los pánicos de 2007 (subprimes) y de 2011 (deudas soberanas). Cada día resulta más difícil ocultar el fracaso del "buen alumno" chilensis. Fracaso cuya responsabilidad recae en una costra política parasitaria que se pegó como lapa a la teta fiscal. Nos lo cuenta Arturo A. Muñoz, con su pluma aguzada como escalpelo. Refrescante.

 

Para nosotros, los de antes, ya es tarde. _
Para ustedes muchachos, es ahora y aquí, y el momento es el adecuado. _
No lo desperdicien.

 

¿Qué hicimos mal, qué fue lo que no realizamos debidamente o qué cuestiones construimos a la total birulí, para tener que vivir bajo la administración de “socialistas de última hora” que, sin embargo, hace décadas se nos presentaron como “socialistas de primer cuño”?

 

Los escasos izquierdistas de antaño que aún respiran y actúan en política – me refiero a los que siguen siendo honestos, honrados y consecuentes y por ello son escasos – tienen que hacerse una y cien veces estas preguntas, ya que durante el histórico proceso del gobierno de la Unidad Popular eran – por razones obvias – jóvenes estudiantes, jóvenes trabajadores, jóvenes pobladores… ¡jóvenes!, pero con activa participación en sus respectivas tiendas partidistas y esperanzados en ser los futuros constructores de un país, de una sociedad y de una nación más solidaria y más justa.

 

En algún recodo del camino la ruta de algunos se desvió. Sabrá quién en qué esquina los dirigentes de entonces – no todos, pero sí unos cuantos – torcieron sus raíces y comenzaron a borrar lo que habían escrito con compromisos de encendida pasión política. Ocurrió poco a poco, frente a nuestras narices… y no supimos identificar el olor del aceite fenicio que les invitaba a guiar con docilidad a todo un pueblo hacia el meandro del neoliberalismo.

 

Cuando nos despercudimos de nuestro letargo, la nave socialista se encontraba ya muy lejos del territorio donde habíamos sembrado las apetecidas mieses de la igualdad y la justicia social.

 

No pudimos cosecharlas pues ya nada era nuestro… ni costas, ni valles, ni siembras… ni esperanzas. La traición de los cipayos había logrado obnubilar la realidad y vender incluso nuestros sueños.

 

Y no nos dimos cuenta a tiempo, no supimos o quizás no nos interesó hacerlo en ese instante; sólo nos percatamos de la magnitud de la catástrofe cuando estaba transformada en gobierno y en sistema, alcanzando niveles de civilización.

 

Confundidos y esparcidos en archipiélagos de grupos y referentes, los antiguos socialistas, los que merecían el apelativo, los consecuentes con los ideales de siempre, los izquierdistas en serio, vimos minimizadas nuestras fuerzas y ridiculizadas nuestras ideas por la prensa del patronaje transnacional, dueño de las conciencias, almas y bolsillos de aquellos desvaídos revolucionarios de ocasión.

 

Esos que en tiempos de nuestra mocedad dirigieron masas populares, ahora reconvertidos a la fe del neoliberalismo, reeducados por las poderosas cofradías del capital en lo que, torpemente, supusimos un doloroso exilio europeo.

 

Culpables ellos… responsables de la tragedia, nosotros. Hoy, con el telón ya subido y la función iniciada, nuestros mea culpa sirven tanto como una solitaria gota de agua sobre el extenso desierto de las viejas esperanzas. Roma fue incendiada y los ‘nerones’ financieros se agenciaron a bajo precio – rayano en la gratuidad – los terrenos baldíos donde levantan coliseos cuyas dependencias venden, a precios de oro californiano, a los mismos que los habían ocupado históricamente hasta el momento en que las llamas les ahuyentaron.

 

“Desarrollo”, le llamaron a tamaña ignominia, así como tildaron de “resentidos” a los antiguos dueños que osaron reclamar por el desvergonzado robo del que fueron víctimas.

 

¿Y dónde estábamos nosotros, dónde seguimos estando, supuestamente conscientes de aquella indigna realidad? Divididos, atomizados, políticamente “archipielagogizados” por la prensa perteneciente a los predadores carentes de patria y ley, protegida y alimentada a la vez por los duopólicos moradores de la cueva de Ali-Babá.

 

Alguna vez escribió Santos Discépolo “da lo mismo un burro que un gran profesor”. Hoy podemos parafrasearlo asegurando que no hay diferencias sustanciales entre un progresista y un ultra conservador… entre un Piñera Echeñique y un Lagos Escobar… un Walker y un Bitar… un Moreira y un Correa… un Burgos y un Pinochet.

 

Debido a que hace ya más de 40 años desapareció la vida democrática y comenzó la sobrevivencia.

 

Es el momento de despertar, de reconstruir las esperanzas y retomar la lucha en el nivel que ambas tenían cuando las abandonamos merced a esos engaños y traiciones que aplacaron y entibiaron nuestras fuerzas… pero que no las sometieron.

 

La prensa electrónica independiente, junto al vigor imbatible de las redes sociales, deben esmerarse en levantar un cerco sólido protegiendo y apoyando a las organizaciones sociales que luchan por construir una sociedad más justa, solidaria y participativa. Llegó el instante de provocar una renovación de verdad, profunda, de las cofradías políticas mediante la imposición popular de nuevos nombres, de nuevas ideas e incluso de nuevos referentes.

 

De poco sirve señalar con dedo acusador a aquellos que, a pesar de la vigencia reciente de una novel ley indicadora de períodos máximos para representación ciudadana, pretenden continuar ejercitando – en este caso sería un último ‘veraneo’ en aquella financiera llamada Parlamento – lo que hacen desde décadas: la farsa de una democracia de los acuerdos que protege y beneficia únicamente a las minorías dueñas de los principales intereses económicos.

 

Lo justo es sacar de circulación pública (léase ‘política’) a los que llevan veinte o más años enquistados en cargos de representación popular tejiendo marañas para beneficiarse a sí mismos, sirviendo y obedeciendo indicaciones de quienes les allanan camino y les financian el recorrido hacia la teta fiscal.

 

¿No le parece a usted que es hora también de obligar a esas lapas sociales a sudar algo más de lo que hoy transpiran en sus curules?

 

Debiese llegar el momento en que tales “servidores públicos” conozcan en carne propia el mundo del trabajo, el real, el de verdad.

 

¿Cuántos años llevan mangando la cómoda riqueza del emérito Parlamento, ganando pingües millones en la actividad política? ¿Décadas? Vea usted el siguiente listado, reducido ya que va a guisa de ejemplo nada más.

 

Andrés Zaldívar Larraín (PDC): Entre 1964 y 1967, en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, ocupó los cargos de subsecretario de Hacienda, ministro de Economía y, finalmente, ministro de hacienda… y a partir de 1989 ocupa un sillón en el Parlamento, hasta el día de hoy.

 

Los “coroneles” (y gomas de “coroneles”) de la UDI: Novoa, Coloma, Merelo, Moreira, Longueira, Chadwick, tienen sus labios y lenguas hinchados: llevan mamando de la teta fiscal desde los años de la dictadura. La Junta Militar les nominó en cargos bien pagados en Municipios, Subsecretarías, Gobernaciones, Consejos varios (TVN, por ejemplo), etc. Desde 1989 – merced al sistema binominal – muchos de ellos se instalaron en el Congreso Nacional. Algunos se han retirado temporalmente de la actividad parlamentaria (no de la política), como Lavín, Longueira, Novoa y Chadwick…

 

El político chileno-estadounidense Juan Pablo Letelier (PS), y su colega el doctor Guido Girardi (PPD), llevan veintisiete años enquistados en el Poder Legislativo, acercándose a un record Guinness: tres décadas sin haber trabajado en serio ni un solo minuto. ¡Grandioso! Digno de elogio.

 

Y los hermanitos Walker, Hasbún, Espina, Tarud, Allende Bussi, Lagos Weber, Kast, Edwards, Ossandón, García Huidobro, Larraín… ¿son ‘pajaritos nuevos’ o forman parte del conglomerado vetusto domiciliado en la cueva de Ali-Babá?

 

Eso en el poder legislativo. Si extendemos la mirada hacia los partidos políticos constatamos que en sus dirigencias continúan mamando directa o indirectamente de la ubre fiscal conocidos personajes que se arrastran en el escenario público desde finales de la dictadura. Es el caso de Enrique Correa, Ottone, Andrade, Escalona, Auth, van Rysselberghe, von Baer, Tohá, y un etcétera que usted conoce mejor que yo.

 

Cofradías, hermandades, pequeñas sociedades, familisterio, mafias, costras purulentas… utilice el nombre que le apetezca, pero no olvide que en esos grupos están siempre los mismos, los de ayer, los de anteayer, los de hoy… como si sólo ellos y su parentela tuviesen capacidades para administrar y/o representar al país.

 

Sepa entonces, amigo lector, que esas personas – esas y no otras – son las responsables del actual estado de cosas que alimenta una caldera social que amenaza con explotar en cualquier momento.

 

Usted lo sabe… y de usted depende que la presión no siga aumentando.

 

En su voto se encuentra la mejor y más pacífica y democrática solución. No repita el error que cometimos hace veintisiete años, tenga la bondad de perdonarnos por haber sido, más que ingenuos, estúpidos. No acepte sufragar por individuos candidateados por las cofradías políticas. Imponga usted los nombres de chilenos y chilenas que renueven los cuadros dirigentes que el país requiere.

 

Hágalo, pues para nosotros, los de antes (que políticamente somos una especie de “muertos vivos’ sobreviviendo a nuestros propios errores y omisiones), ya es tarde. Para ustedes, que es ahora y aquí, el momento es el adecuado. No lo desperdicien.

https://www.alainet.org/es/articulo/175360?language=en
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