El siglo XXI es realmente un cambalache occidental

31/12/2015
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Es cierto que los cambios que se están produciendo son profundos, en las mentalidades y en las visiones de las economías por todo el mundo. Incluso en Bolivia donde las conservadoras y cavernarias mentalidades de las clases altas y medias, empiezan a acostumbrarse a un país más polifacético y de culturas milenarias. Clases que sólo vivieron copiando todos los modelos de occidente, hasta los que fracasaron, para imponerlos a nuestras realidades totalmente distintas y absolutamente contrarias a dichos modelos. Clases que vivieron a espaldas de nuestras culturas, y más bien las destruyeron y atacaron desde las instituciones republicanas y también privadas, a nombre del desarrollo y el progreso. Clases altas e inútiles que siguen viéndonos como a salvajes o poco aptos para el desarrollo. Enfermedades mentales que pienso ya empiezan a curarse.

 

 En el mundo pues los movimientos tectónicos son profundos y enormes. Después de la constatación de la destrucción de la naturaleza humana, animal y vegetal por parte del modelo de desarrollo occidental, la ciencia empieza a preguntarse de todos los sentidos de sus procedimientos y justificaciones para enarbolar el reinado del hombre occidental, por sobre todas las cosas: a cualquier costo. Ese cualquier costo tiene un límite: la muerte de la vida y la destrucción del planeta tierra. Los mercaderes de la muerte del pensamiento desarrollista occidental empiezan a constatar sus resultados. La belleza de la tecnología y las sofisticadas metodologías de ella, sólo han producido destrucción. De lo bueno queda muy poco. Ni siquiera sirve para la resignación. Pero no debemos ser tontos e ingenuos, estos mercaderes de la muerte seguirán con sus fechorías y negocios turbios. El poder que tienen es enorme como omnipotente, son dueños de los bancos, de las finanzas y de muchos gobiernos títeres en el mundo desarrollado gringo. Ellos ya planifican viajes espaciales para dejar la tierra, porque poco les interesa la vida y los sueños, sino sus finanzas y el poder de su riqueza.

 

 Sin embargo no deben ganarnos la incertidumbre ni la desesperanza, ese derroche de poder y riqueza que sólo es una ilusión óptica y engaño masivo, en manos de unos pocos, demasiado pocos del norte. Debemos rescatar la aldea global desde las aldeas locales. Y en los desafíos locales nuestro trabajo es enorme como quimérico y soñador. Vencer al occidente racista, pigmentocrático, colonial, economicista, depredador de la naturaleza y del mismo hombre, es vencer desde las peleas más pequeñas y cotidianas en nosotros mismos. Ese occidente cabrón e injusto está instalado en cada uno de nosotros, en todas las facetas de nuestros comportamientos mundanos como institucionales. Hace tiempo dijo Gandhi: si cambiamos y revolucionamos a nosotros mismos, seremos capaces de cambiar al vecino, luego al barrio, luego a la comunidad. Así sucesivamente, hasta lograr cambios más sostenibles y humanos. Entonces nuestros desafíos son todos los años casi los mismos, porque lo colonial y pigmentocrático sigue vigente y sólo disimula y se camufla en nuestro ser.

 

 Desde que tengo memoria recuerdo a occidente en constante crisis y turbulencias sociales. No tengo recuerdos positivos de su naturaleza, quizás sólo como destellos pasajeros para algunos países del norte, donde encerrados en sus nacionalismos económicos y racistas no les interesa un comino de nuestras realidades. Y nos botan sus migajas cristianas para consuelo y limpieza de sus consciencias sucias. Occidente está por estos lados del mundo en una crisis crónica y continua. El miedo es su principal instrumento ideológico de dominio. La sumisión en su estrategia de consumo masivo, que desde siempre las da réditos geniales y dividendos estratosféricos brutales: consuma y olvide el miedo. La droga moderna para el olvido de la realidad es el consumo. Los dioses de la riqueza de occidente son más reales que los míticos e inventados como Jehová. Para esta cultura sólo existe el sueño por la riqueza y la gloria a costa de todo lo demás. Y lo demás sólo es poesía.

 

Pues sí, nosotros como culturas más bien de las convivencias y las interrelaciones con la naturaleza, aunque perdidas también en el tiempo impuesto por occidente, podemos hacerle la gambeta a la tragedia de la imposición, los dogmas, los totalitarismos, los postmodernismos y engaños de occidente. A esa enfermedad mental moderna de la riqueza y la gloria a costa de cualquier precio, a costa de la propia destrucción de nuestro hábitat. A estas alturas ya sabemos bien el precio que hemos pagado todos por ese modelo de desarrollo y su forma de pensamiento, su ideología y su filosofía. Sus resultados nos dicen que todo eso ya no tiene sentido ni científico ni siquiera existencial. Sus bellas formas en sus tecnologías de la información, son sólo alucinaciones pasajeras, de lindas bailarinas de distracción. Pero sus raíces están podridas y huelen a excremento.

Sólo el regreso a nuestro pasado, es el futuro posible y seguro. El encuentro con nuestras raíces milenarias y sostenibles será la salvación del monstruo de occidente: depredador, racista y pigmenctocrático. Sólo nuestros nacionalismos étnicos pueden ofrecernos algo de dignidad y autoestima. Porque ya sabemos de lo otro: de las ilusiones y engaños occidentales. Entonces a no ser tontos e ingenuos. Nuestro futuro es nuestro pasado.

 

Que el año 2.016 sea un pedazo más a ese retorno, y no al futuro occidental, destructor y abismo sin sentido.

 

La Paz, 31 de diciembre de 2015.

https://www.alainet.org/es/articulo/174497
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