¿En qué creen los apologetas de la industria de la miseria?
- Opinión
Históricamente las civilizaciones y culturas hegemónicas se han construido en base a la imposición de sus creencias como verdades universales para el resto. Es decir, todas las civilizaciones dominantes, para ser tales, y utilizando “su poder”, convirtieron en ciencia sus creencias. Y a la ciencia le dieron la última y máxima autoridad para validar o desvirtuar cualquier verdad.
En el caso de la civilización europea o euronorteamericana se asume que la verdad es una porque Dios es uno (monoteísmo). Y esta unidad verdadera no admite contradicción alguna, mucho menos la posibilidad de dos verdades. Éste principio de “no contradicción” es la base de la ciencia occidental. Y, esta presunción epistemológica lleva a su vez a la autoproclamada superioridad “incuestionable” de los cánones y canónigos euronorteamericanos “inventores” de verdades científicas universales.
El problema no es tanto que ellos hayan convertido sus creencias en “ciencia” o que prediquen sus mentiras como verdades universales. El problema es que les creemos, tanto sus mentiras como a sus agentes. Sí, producto de nuestra mal formación escolar o académica, somos creyentes que asumimos la retórica/bibliografía de ellos como verdades, por más que nuestras realidades cotidianas y milenarias nos indiquen todo lo contrario.
Desde hace dos décadas atrás, el sistema neoliberal (fundado supuestamente en la ciencia de la economía occidental moderna) lapidó todos los postulados del libre mercado y de la iniciativa/inversión privada. Ni el libre mercado es el Mesías redentor del mundo, ni la privatización es la garantía para la prometida convivencia pacífica con derechos. Quien lo dude repase las trágicas historias recientes de Suramérica o pase unos instantes por México, Guatemala, Honduras, España, Italia, Grecia, …
Incluso, la razón básica nos dice que no se puede privatizar todos los bienes y servicios porque los bienes materiales son insuficientes para satisfacer los infinitos deseos de posesión de todos y en todas partes. Sin embargo, los apologetas de la privatización y de la acumulación infinita continúan teniendo feligresía en América Latina y en otras partes del mundo. ¿Por qué?
El problema no es tanto que en Bolivia, Argentina, Brasil, Ecuador o Venezuela las y los consultores bien recompensados prediquen el “fin del ciclo” de los procesos de cambio y “anuncien” el retorno del Mesías neoliberal. El problema es que exista aún feligresía masoquista (en estos u otros países) que gusta y replica dichas creencias como premisas o hipótesis científicas.
¿Qué proponen como alternativa quienes dicen que bajo “gobiernos progresistas” los pueblos lo están pasando muy mal? ¿Desde qué púlpito nos predican? ¿Existe en este momento, desde la academia corporativa/onegera, alguna alternativa novedosa que no sea el retorno al neoliberalismo o el neomercantilismo en el planeta?
Ellos/as no tienen nada nuevo que proponer. El neoliberalismo fue convulsión social y miseria en el Sur. Es desempleo, violencia sangrienta y estampida migratoria en México, Centroamérica, y países de Europa del Sur.
Neoliberalismo es Haití, Honduras o Guatemala actual. Y ningún país (con instinto de sobrevivencia) desea ser un pueblo ensangrentado, sin Estado, ni derechos, ni futuro. Miremos a la Europa neoliberal actual estrangulada como Drácula porque cada vez más víctimas se resisten a entregarles su yugular. Y, ¿les seguimos creyendo?
¿Algún boliviano o ecuatoriano recuerda qué y cómo era su país para inicios del presente siglo? ¿Habrían olvidado ya los argentinos lo vergonzante que fue para ellos/as salir de sirvientes o ambulantes hacia su “madre” Europa que los maltrató peor que a entenados a principios del presente siglo?
Los vaticinadores del “fin del ciclo” progresista creen que nosotros seguimos siendo creyentes, o en el peor de los casos que sufrimos una crónica amnesia colectiva. Creen que estamos hechos para ser miserables y ellos hacer industria con nuestra miseria y sufrimiento. Creen tener toda la autoridad omnipotente y el monopolio de la verdad (como sus predecesores en la Colonia) como para “adoctrinarnos” con espejitos. Pero, ese tiempo ya se acabó. Ya nadie más hablará por nosotros/as sin ser reprendido. Ni nadie más nos dirá que es lo verdadero y benigno para nosotros/as. La conciencia del Sur emerge por y en todas partes, y vamos a despertar a todos/as.
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