Cultura y barbarie
- Opinión
La semana pasada tuve el honor de inaugurar SILA (Salón Internacional del Libro Africano de Tenerife) y el encuentro de Editores en Santa Cruz, además de participar en varios otros diálogos y entrevistas. Entre los participantes (todos con un nivel intelectual que no es común encontrar en ese tipo de eventos que duran varios días), tuve la suerte de compartir mesas de medios y mesas de bares con figuras notables de la literatura africana y de la cultura española, como es el caso del crítico Julio Castro (con el cual no sólo compartimos el escenario del TEA sino también la magia de los bodegones canarios y la pasión por la historia, por la Segunda República española y por muchos otros temas) el escritor y profesor Donato Ndongo de Guinea Ecuatorial, la encantadora Ken Bugul, una de las figuras históricas de la literatura africana del siglo XX, la crítica y traductora Hortense Yawoa Djomeda, actualmente radicada en Paris, la cineasta Beatriz Leal, la editora Marina Mangado, la inquieta bibliotecaria catalana Carme Fenoll, el incisivo vasco Txetxu Banrandiarán, el especialista en temas africanos, Antonio Lozada, que desplegó todo su conocimiento sobre Thomas Sankara y la historia reciente de Burkina Faso, para profundizar en una región y un periodo de la historia africana que no sólo nos enseña sobre esa región y ese período sino sobre la naturaleza política y humana que ha devastado continentes antes y después de Sankara.
El escritor Bahia Mahmud Awah, que participó en el panel sobre “África en español”, aprovechó la oportunidad para recordarnos la problemática Saharaui. Awah se me acercó para darme amablemente una antología de autores saharauis publicada en Uruguay el año pasado, con el apoyo de la UTU, de la cual formé parte hace muchos años, del SUAT, del expresidente José Mujica y del Ministerio de Relaciones Exteriores. Les agradecí en silencio a los gestores de mi país que hicieron posible ese libro donde se reúne parte de la poesía contemporánea de un país que todavía lucha por su tierra y por ser escuchados por el mundo. La reivindicación del pueblo saharaui y la hermosa humanidad expuesta en su poesía merecen el trabajo de recomendarlos.
Todo ese milagro de la cultura radical (este ha sido el tema central de mi conferencia inaugural) fue posible por la inagotable y omnipresente Ángeles Alonso, directora del SILA y de tantas otros otras movidas culturales, y Tito Expósito, histórico editor de Baile del Sol.
Así como entonces revindiqué la función del libro en la cultura radical, quisiera ahora recordar la necesidad de eventos como estos donde los beneficios intelectuales se multiplican por miles por el solo hecho de asistir, de escuchar, de dialogar con hombres y mujeres que casi por osmosis nos ayudan a elevarnos en nuestro nivel de conocimiento y conciencia humana.
Aunque la cultura ha sido la Cenicienta de los presupuestos, es necesario insistir sobre la obligación moral y civil de los gobiernos del mundo en apoyar estos eventos culturales, si realmente están comprometidos con la democracia. Si no, basta con dejar la definición de cultura a la industria del entretenimiento, que domina el mercado y es la actual ideología hegemónica.
http://majfud.org/2015/09/28/sobre-el-salon-del-libro-de-africa-2015/
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