Peña-Karam, Ayotzinapa y la guerra sucia
- Opinión
*Sale a flote el eslabón perdido del narcotráfico, e implicados
*El error de los 43 estudiantes: secuestrar un camión con droga
*Drogas: negocio de Washington para desestabilizar a México
De vil tapadera. No se encuentra otro calificativo a las mentiras que presentó en su momento la Procuraduría General de la República (PGR) encabezada por Jesús Murillo Karam, sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en Iguala, estado de Guerrero, aquellos 26-27 de septiembre de 2014 (a unos días de cumplir un año, ¡un año de impunidad!).
¿Pero tapar qué o a quiénes? Al paso del tiempo de que la “verdad histórica” de Karam se impuso desde la PGR, y de tumbo en tumbo lo mismo intentó el gobierno de Enrique Peña Nieto hasta que reculó por la insostenibilidad de tal versión, para comenzar se cae la tapadera del móvil. Y de ahí se llega hasta los implicados.
Ambas cosas se descubren poco a poco; es decir, comienzan a salir indicios en ambos sentidos. El móvil, seguramente, está en las drogas. El cultivo de amapola en la región es el más grande de Latinoamérica, y se trasladan desde Guerrero hacia el mercado de los Estados Unidos de América, y al mundo. O sea, la pista del dinero; en este caso dinero sucio. ¿Qué implica eso? Que autoridades de varios niveles están involucrados. Por la sencilla razón de que un negocio de miles de millones de dólares no camina solo, sin operadores de alto nivel.
Por cierto que resulta risible el señalamiento solo del exalcalde de Iguala, José Luis Abarca y de su esposa María de los Ángeles Pineda, los primeros inculpados, por no decir “chivos expiatorios”. Aún y cuando la cadena los implique, ¿ya se investigó al exgobernador Ángel Aguirre? Ese eslabón anda suelto.
De los cuerpos policiales, ni qué decir, pues desde el principio se dijo que los policías municipales estaban involucrados, incluso ellos habían entregado a los estudiantes a manos del cartel de los guerreros unidos. Los videos de las camionetas los implicaron directamente.
A la policía federal se le ha mencionado en cada testimonio donde se relata cómo se detuvo a los estudiantes, cómo fueron tiroteados adentro y fuera de los camiones, y cómo fueron cayendo heridos y los primeros muertos. La desaparición, todavía no se descubre quién o quiénes la perpetraron, pero se sabrá (más vale que los presenten vivos). Se habla de los militares, oficiales y tropa, del 27 Batallón de Infantería cuyos reportes detallan que estaban enterados de todo, incluso con acceso al C4, el centro de control de información para todas las autoridades. Ellos mismos, los militares, con sus declaraciones han desmentido al propio titular secretario.
El informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) dado a conocer este domingo al pueblo de México y al mundo que está atento, al que se suman los reportes periodísticos de medios que han tomado el caso con la seriedad que implica —ofensa vil para los padres de los desaparecidos, afrenta para la sociedad y burla para el sentido común de propios y extraños—, ha destapado la cloaca: los 43 no pudieron ser incinerados por lo que implica, toneladas de combustible.
La mentira es que los cuerpos fueran incinerados por los guerreros unidos, echados al río embolsados y así desaparecidos. Los datos periciales no aguantan eso, como lo dijo el experto en fuegos del GIEI, el peruano José Torero. Pero hay carteles, que son los que operan el negocio de las drogas, desde luego. Y no son madres de la caridad, sino todo lo contrario.
Mas siguiendo el hilo, los narcotraficantes así sean de la estatura de Joaquín El Chapo Guzmán u otros, los que sean —léanse las declaraciones de Edgar Valdez Villarreal, La Barbie—, no operan solos nada. ¡Nada! Y eso tiene hebras, enlaces, rutas, trasiego hacia arriba, hasta la frontera norte. Luego entonces, la verdad saldrá a flote, lenta pero segura. La incorporación de un “quinto” autobús, el número 1531 de la línea Estrella Roja a las investigaciones, del que no dijo nada la PGR —y ahora el GIEI rescata—, posiblemente tomado involuntariamente por los estudiantes en su acción, pudo llevar droga.
Peña señala un vuelco, “dispuesto a reunirse con los padres de los normalistas”. ¿Acaso porque ya no está Karam en la PGR? ¿Ocultó algo? La madeja se deshila. Por lo pronto será insuficiente la reunión sin compromisos. Es de esperar no solo que se adopten las conclusiones del grupo GIEI a las de PGR, pero no para enredar más las cosas. No se olvide que este asunto es un gran pendiente del actual gobierno. El mayor socialmente hablando.
Herencia del conflicto interno desatado desde el sexenio de Calderón —y más atrás—, cuando éste decidió declarar la “guerra contra el narcotráfico”, siguiendo los compromisos con Washington tras el cuestionado triunfo “haiga sido como haiga sido”, o cuando le fue arrebatado el triunfo al candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador en 2006.
La ilegal empresa del narcotráfico de norte a sur crece vía la demanda y el control del negocio, principalmente desde el mercado estadounidense; en tanto de sur a norte se realiza como ilusoria empresa boyante, dejando una estela de muerte y descomposición económica, social y también política. Daña a las economías porque se infiltra a muchas empresas para el lavado de dinero; afecta la estructura social por los miles de muertos, desplazados y familias desintegradas; afecta al sistema social, porque a más que el mexicano carga el lastre del dominio imperial desde la firma de acuerdos como el TLCAN, se le infiltra —y los gobiernos lo aceptan— en asuntos de importancia que atañen a la seguridad nacional.
Con esta breve referencia del impacto del problema del narcotráfico que involucra a varios estados de país, basta para señalar que muchas autoridades están penetradas, y de todos los niveles. Todo le alcanza y afecta al gobierno federal sin saber hasta dónde ni a quiénes. El caso es que la situación de estados como Guerrero, Michoacán, Veracruz, Tamaulipas, Sinaloa, Nuevo León, y tantos más, como el Estado de México y Morelos, es ni más ni menos que el saldo de un negocio que se impulsa desde el exterior.
No se dude que Washington, también lo hemos dicho ya desde este espacio, esté operando una estrategia de “guerra sucia” en México a través de las drogas, para apoderarse de todo lo que sea riqueza y recursos, como lo ha hecho en otros lugares del mundo vía el intervencionismo directo de tropas armadas. Los gobiernos de México se han dejado infiltrar hasta Los Pinos. Simplemente los acuerdos de libre comercio son muestra de ello. Todo injerencismo por vías legales e ilegales de Carlos Salinas para acá.
Entretanto, acá andamos los mexicanos padeciendo tamañas perversidades orquestadas desde Washington. Los hilos de la madeja son tan extensos que, imaginables, tienen el olor del dinero mal habido. Es el enfoque de abajo hacia arriba, el que muchas veces se describe al revés.
Correo: sgonzalez@reportemexico.com.mx
Twitter: @sal_briceo
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