La frontera es porosa y extensa pero la migración no es el problema
- Opinión
La frontera de Colombia y Venezuela es porosa, sus problemas de fondo no se resuelven con muros, ni alambradas. Son más de 2200 km separados por líneas invisibles que cobran vida cuando las necesidades acuden a mercancías, productos, bienes materiales, alimentos, agua, escuela, vacunas o servicios de salud que permiten realizar en un lado los derechos negados del otro lado o también cuando mediante prácticas predatorias y degradantes como el contrabando, el narcotráfico y la guerra sucia del paramilitarismo unos pocos sacan sistemático provecho de las carencias de otros.
En esta extensa frontera no hay un conflicto armado entre dos países, no hay dos ejércitos en pugna, hay una disputa configurada en el tiempo, un problema a resolver entre dos estados a través de sus gobiernos por la única vía correcta: el Diálogo Bilateral conforme al Derecho Internacional. No hay situación de guerra por lo cual las herramientas a esgrimir no son las del Derecho Internacional Humanitario, ni resulta lógico pretender convertir lo que ocurre en un asunto de Lesa Humanidad. Faltan a la verdad y la prudencia quienes anuncian el uso de herramientas multilaterales o del sistema universal que son inadecuadas para solucionar lo que ocurre con el propósito explícito de distorsionar las relaciones entre dos estados con visiones contrarias del mundo. No resulta acertado, ni responsable invocar reglas del DIH, ni tratar como refugiados a los propios nacionales que regresan a su territorio de origen bien por expulsión o por cuenta propia aunque sea bajo temor. Los medios de expulsión son siempre cuestionables porque entran en la órbita de los derechos humanos, pero su resultado no corresponde a las crisis humanitarias que define el DIH. Lo que ocurre en un campo de refugiados, no es igual a lo que ocurre en la frontera colombo-venezolana. En la frontera es, en primer lugar, el gobierno colombiano el llamado a ofrecer soluciones inmediatas en cambio de promover el escalamiento del dolor, revictimizar a los expulsados, inocular odios y mantener noticias exacerbando ánimos.
Toda expulsión de inmigrantes es una afrenta a la humanidad que recae sobre los excluidos del sistema global, contados por miles que a diario padecen esta práctica de estado. A manera de ejemplo, España es un campeón que entre 2010 y 2014 repatrió a más de 26.000 inmigrantes en cientos de vuelos fletados, muchos de ellos a América y buena parte a Colombia, cuyos expulsados no tuvieron tiempo para recoger pertenencias, ni llegar a campos de refugio, ni ser recibidos como héroes por ministros ni T.V. En Hungría, de entre la multitud de migrantes, un niño sirio puso las palabras al pedir que paren la guerra contra nosotros y no volveremos a sus países.
La expulsión de un país extranjero hacia el territorio de origen se rige con reglas internas en ejercicio de la soberanía de un país y no constituye estrictamente un desplazamiento forzado, aunque haya una negación de derechos humanos. Es evidente que buen número expulsados de allá son desplazados forzados de aquí y, en este caso, es al Estado de aquí al que corresponde solucionar la situación. Los expulsados antes de migrantes fueron habitantes de aquí, que ante las carencias, negaciones y violaciones sus derechos bien por razones de guerra, persecución, precariedad económica, exclusión o discriminación huyeron o se fueron y quizá, por las mismas razones, ahora son expulsados de allá. Los migrantes hacen parte de los despojados y desplazados forzados en su territorio y refugiados, asilados o exiliados en territorio ajeno, que son expulsados del territorio que un día los acogió. Es la constante en un mundo en el que las mercancías ponen las reglas.
La demolición con expresión en la destrucción de casas que también ha ocurrido allá es una práctica ilegal, un castigo para justificar intereses y promover temores. Los principales promotores de tal ilegalidad en el mundo son los Estados Unidos con sus invasiones de aniquilación total sobre pueblos enteros, le siguen las autoridades israelíes acostumbradas a demoler, día tras día, las casas palestinas como un castigo por no someterse a sus arbitrios fascistas. La práctica de demolición ha sido aplicada aquí y allá. Aquí, el presidente Juan Manuel Santos hace un año ordenó demoler casas bajo el supuesto de acabar con mini estructuras de narcotráfico por ser fábricas del crimen. El 11 de abril de 2014, destruyeron 52 de 92 previstas y de 322 identificadas en todo el país. La primera casa demolida con buldócer fue en la calle 127B con 95 en Bogotá en un evento que acompañaron el Presidente, el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, el Alcalde encargado Rafael Pardo y el Director de la policía General Rodolfo Palomino. En el régimen Uribe, en septiembre de 2004, fueron demolidos por voladura con dinamita varios puentes, caminos y carreteras de la comunidad por haber sido supuestamente construidos con apoyo de la guerrilla.
La migración es parte de la historia de los pueblos y ella no es el problema, el problema son las fronteras y las arbitrariedades de quienes anteponen el capital a los humanos. Ningún país puede ser obligado a recibir o tener en su territorio a extranjeros bajo ninguna circunstancia salvo por decisión propia, solidaria y fraternal. Los hechos de lo que ocurre en la frontera hay que tratarlos con instrumentos bilaterales adecuados, con prudencia y respeto mutuo. No se puede ceder ante el temor de las oligarquías y sectores políticos colombianos que, ante la cercanía del fin del conflicto interno, pretenden encontrar en la frontera una excusa para mantener encendida la llama de la guerra y empezar a crear la imagen del enemigo difuso que puede estar en la frontera no importa de qué lado para reemplazar al enemigo interno, porque seguir la guerra, mantener intactos sus privilegios y tener en la pobreza su mejor excusa es la consigna que se niegan a abandonar. El gobierno antes que crear enemigos debe crear soluciones urgentes para que ese 30% de la población colombiana en destierro y por fuera del territorio no tenga que vivir más humillaciones por desplazamiento, migración, asilo, ni exilio a expensas de ser expulsados de todas partes.
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