Evaluación educativa y linchamiento mediático

24/06/2015
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Justo cuando las autoridades del país emiten edulcorados discursos y boletines sobre el gran éxito de la evaluación de más de 39 mil trabajadores de la educación, adscritos al Sindicato Nacional que ahora regentea Juan Díaz –aquél hijo putativo de la prisionera Elba Esther Gordillo–, Emilio Chuayffet sufrió una rechifla por una parte de exclusivo público del SNTE, especialistas y representantes de los ministerios de Educación de los países del continente que asistieron al 16 Encuentro Internacional Virtual Educa México 2015, en la perla tapatía.

 

Nada pareciera tener de anecdótica la muestra de rechazo al señor que le da por posar como uno de los grandes pensadores del país, y menos que suceda ante Enrique Peña Nieto, su jefe institucional y hasta donde se sabe también de grupo, el poderoso de Atlacomulco. Allí hay gato encerrado.

 

Y llama más la atención porque enseguida cobró fuerza el rumor sobre la salida de Chuayffet Chemor de la Secretaría de Educación Pública y el presunto arribo de Aurelio Nuño Mayer, jefe de la Oficina de la Presidencia y amigo del titular de ésta.

 

La famosa rumorología mexicana, la misma que se publica en los diarios como “trascendidos”, es tan antigua como el sistema del “partido prácticamente único”, ejercicio que está a la orden del día enseguida de las elecciones que los políticos oficialistas y las autoridades electorales presentan como ejemplares. El rumor florece, hoy como ayer, donde la información no tiene amplios cauces y con frecuencia es contenida sino por la verdad única, imposible en el tercer lustro del siglo XXI, sí por el apabullante predominio de la verdad oficial.

 

Allí está como ejemplo el linchamiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación por no alinearse, como lo hacen los líderes del SNTE, a los programas laborales y administrativos para los profesores y que son presentados como reforma educativa por el grupo gobernante.

 

No es preciso estar de acuerdo con las demandas de la CNTE y tampoco con sus métodos de lucha de parar labores un día sí y otro también, y menos aún con sus prácticas vandálicas, como lo ostentaron en las urnas el 7 de junio, para darse por enterado que el linchamiento de sus dirigentes está a plenitud, tanto en el duopolio de la televisión como en el oligopolio de la radio.

 

Analistas que cobran muy buenos sueldos, supongo, en lugar de explicar a las audiencias, el contexto sociopolítico, las razones y los alcances de lo que el presunto autor intelectual de la matanza de Acteal (22-XII-97) denominó como “la primera y más trascendente de las transformaciones emprendidas por el gobierno de Peña Nieto, la de más calado y la que tendrá mayores consecuencias sobre el desarrollo de la nación”, colocan por delante la descalificación: truhanes (Ulises Beltrán) y miedosos (Jorge Castañeda, tan valiente que se pitorrea de su pasado).

 

Y lo que resulta de tales despropósitos de los dueños de Televisa y Azteca, televisoras que son la negación de cualquier proyecto educativo porque alienan con su programación y contenidos de “telebasura”, es la polarización a extremos preocupantes entre los actores sociales y políticos en pugna.

 

En todo caso si tan seguros están de las bondades del proyecto que defienden, más allá de los excelentes pagos y concesiones a cargo del erario y los causantes, por qué no abren los micrófonos a los dirigentes de la CNTE, obligación elemental para cualquier medio que se presente como informativo, e impulsan así un debate que nunca se dio y beneficiaría muchísimo a todos los agentes del proceso educativo.

 

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