Política para el bien común (V)
- Opinión
5ª Parte (última)
En cuatro ocasiones, revisamos el pensamiento político de seres de excepción, ocupados por la vida del ser humano en el Planeta, a partir de que se constituyó en conglomerados, de tal cuantía, que requerían formas de acción, cada vez más normadas, para la convivencia y evolución sociales.
Una sociedad debía pensar en cómo solucionar los requerimientos vitales de sus habitantes, las maneras de “defenderse” de fenómenos naturales y de acechanzas de otros grupos humanos que buscaban, primero, ensanchar su poder sobre el territorio, a costa de otros pueblos, considerados débiles, dominables. Así se conforman los imperios, en base a invasiones sangrientas de territorios por toda la Tierra y la compra de tierras a otros a países, ávidos de recursos para muchos menesteres, incluso la guerra por crecimiento territorial. Así se fortalecen: Gran Bretaña, España, Francia, Holanda, Austria, Rusia, Italia y más recientemente: los Estados Unidos.
Pero cambian de tácticas para acrecentar poderío, conforme se consolidan como potencias económicas, después financieras. Del mercantilismo, que les lleva a conquistas en busca de metales preciosos, extraídos a sangre y fuego y con trabajo esclavo, de pueblos originarios de América, África y Asia, pasamos al capitalismo monopolista, salvaje, integrando a múltiples naciones del globo terráqueo al lucro con sus recursos naturales, por medio de transnacionales y, de allí, al financiero, en que participamos los latinoamericanos, como patio trasero de imperios, que mantienen estatus de confort para sus clases privilegiadas -en especial el estadounidense- en base a gigantescos consorcios bancarios que dominan, con movimientos reales o virtuales de divisas, el espectro de producción e intercambio de bienes y servicios, entre países vejados, bajo jurisdicción del dólar o el euro.
Algunos países de la región latinoamericana, en contiendas internas democráticas -corroboradas por instituciones internacionales prestigiadas-, deciden buscar caminos propios para resolver los grandes problemas del desigual uso de la riqueza producida, que sumerge a porcentajes elevados y crecientes de la población de cada país –incluido del imperio mayor- en rutas de miseria y pobreza, marca nuevos rumbos políticos, que con enorme esfuerzo y peligros de intervenciones de toda naturaleza, están afrontando en el Continente: Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Brasil, Uruguay, Argentina y la pionera Cuba. En cuanto a miseria, “las reducciones más cuantiosas tuvieron lugar en Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, Chile y la República Bolivariana de Venezuela, equivalente a una disminución del 7% o más por año”. Ver CEPAL en: cnnexpansion.com
Lo más grave, junto a los vaivenes controlados por la economía globalizada que les merma sus ingresos por monocultivos o mono explotaciones –hidrocarburos fundamentalmente- están las presiones “con mano de gato” que no respetan autodeterminaciones de nadie y son capaces de calificar como peligro para la seguridad estadounidense, la decisión de mantener posiciones que demuestran sus bondades para el beneficio de sus poblaciones, como lo demuestran cifras de organismo multilaterales, que corroboran las reducciones en los índices de miseria y pobreza que se han logrado, ya documentadas, así como la búsqueda de superar medio siglo de oprobio imperial, por parte de Cuba.
¿De qué manera se pueden aplicar las doctrinas políticas de Sócrates, Platón o Aristóteles, desarrolladas en una “democracia directa o radical”, en la que el poder recaía en una asamblea de ciudadanos varones y los cargos públicos eran elegidos por sorteo? Una sociedad en la que todo ciudadano tenía “voz y voto” en las decisiones de su polis o ciudades-Estado; en la que dicha Asamblea no atendía temas sin trascendencia. Las decisiones que allí se acordaban eran vitales para el desarrollo de la vida social e individual de la polis: como ir o no a la guerra con otro Estado; aplicar sanciones o no, pero siempre con la ausencia de la mayoría de pobladores que eran esclavos.
Hoy, los pueblos latinoamericanos, sus gobiernos, se mueven entre dos grandes corrientes: los que “atienden” al consejo de los imperios –a través de los organismos financieros Banco Mundial y F.M.I.- que les mantienen atados a sus designios, con la explotación indiscriminada de sus recursos naturales y el control de su vida política y social, a contrapelo de las luchas ancestrales de sus pueblos originarios y de los obreros y campesinos, que en las mismas condiciones vienen sosteniendo.
La otra faceta es la de los pueblos y países señalados anteriormente, quienes pugnan por la unidad de miras –respetando la manera de hacerlo en cada caso- y se agrupan en organizaciones de países para fines específicos o generales para la acción común, frente a países y agrupaciones planetarias como la OCDE, la CE, la OTAN y otras, ante quienes protestan por acciones, en detrimento de su empeño por salvar el patrimonio de sus pueblos, para usufructo interno, en rutas de recuperación de sus mercados internos para el incremento del empleo nacional, el crecimiento del producto interno y abatimiento de la miseria provocada por la explotación transnacional. Esta es una ruta política para el bien común, como hemos denominado a esta serie de notas.
Tal es el caso de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), -23 de febrero-2010- heredera del Grupo de Río y la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC), que agrupa a todos los países de la Región (más de 590 millones de habitantes en una extensión territorial de 20 millones de Km2). Este organismo, tras arduas negociaciones internas para definir los límites de su actuación, al concurrir gobiernos sesgados a intereses extra región y los que pretenden la integración autónoma del subcontinente, ha dado muestras de unidad sin precedentes, incluso fuera de los ámbitos de la Organización.
Eso fue lo ocurrido en la reunión última de la Organización de Estados Americanos (OEA, creada el 8 de mayo de 1949 prácticamente al término de la 2ª Guerra Mundial, para administrar las relaciones del imperio con su patio trasero. Durante toda su historia –es el organismo más antiguo que une a países de una región- se manejó a base de “consensos” pre negociados, para cada reunión. Así logró la “expulsión” o exclusión de Cuba (31-enero-1962) cuando el país caribeño decidió manejarse autónomamente –aún con el enclave de Guantánamo, en que está una base militar-prisión de E.U.- y su “reincorporación” cuando EU consideró haber fracasado en sus pretensiones de someter a la Habana a sus designios –junio-2009-. Pero ni una ni otra acciones hicieron mella en el ánimo cubano, de por si castigado férreamente por el bloqueo que prohíbe, todavía, negociaciones de empresas y filiales de transnacionales estadounidenses, con el gobierno cubano.
Fue hasta la Cumbre de las Américas, realizada en Panamá (abril-2015), que el subcontinente en pleno, bajo la batuta del presidente panameño -quien invitó a Cuba desde agosto del 2014- y la intervención contestataria de diversos jefes de estado y gobierno de la Región, en el plenario de la reunión, que se puso fin a la actitud entreguista que permitía llegar a los “consensos” en prácticamente toda la existencia de la OEA. Si bien el proceso cubano entró en una etapa de negociación con el ejecutivo del imperio estadounidense para superar el “bloqueo”, impuesto hace más de cincuenta años. En dicho evento, los gobiernos actuales del Subcontinente, se solidarizaron con Venezuela, brutalmente atacada y acusada por el gobierno imperial de “amenaza extraordinaria a la seguridad nacional estadounidense” a la que el presidente constitucional de Venezuela Nicolás Maduro, conjuró con miles de firmas pidiendo su revocación y todos los gobiernos participantes en el evento, pidiendo la revocación de tal infundio.
Lo relevante es que, no todos los países de la Región están buscando cambios radicales a sus formas democráticas de vida, por medio de una política del bien común que les rescate su autodeterminación; sin embargo, son capaces de apoyar posiciones globales en esa ruta. Algunos de los que están en camino de su reivindicación como pueblos soberanos, se declaran socialistas y eso no agrada a los imperios y les atacan, aun cuando están avanzando en elecciones limpias, transparentes. Así lo constatan entes dedicados a calificar estos procesos. Jimmy Carter declara, por ejemplo, que el Sistema electoral venezolano es “el mejor del mundo”. Se trata de un insobornable ex presidente del imperio, quien a través de su Fundación, viene monitoreando elecciones por todo el Planeta, en un total de 92 registradas, considerando que “los candidatos de la mayoría de los países sudamericanos dependen exclusivamente del dinero público…los candidatos estadounidenses reciben también contribuciones privadas, lo que estimula la corrupción”. Ver: Actualidad.rt.com
Puede afirmarse que los criterios expresados por los analistas de la política, en todos los tiempos que ya mencionamos, incluso Gramsci, Morin y Maquiavelo, quienes vimos “in extenso”, consideran a la política como el empeño de las sociedades para regir sus vidas, en las mejores condiciones para atender las necesidades de los habitantes, de los reinos en su momento, de las democracias de todo tipo, después. Ahora, el Planeta pasa por un momento de revisión profunda de los procesos económicos, políticos y sociales.
En ello cuenta, de manera especial, el empeño por rescatar el control, que en muchos aspectos todavía es multipolar, de las finanzas globales que rigen la vida económica, para incorporarlo a un proceso multipolar, en que las determinaciones se tomen entre muchos, de diversas tendencias e intereses –los ocho, los 20 con China, Rusia, los BRICS, CELAC y los que aparezcan- a fin de llevar al mundo por senderos de paz y armonía, para alcanzar una actividad política generalizada, que busque afanosamente el bien común. Esa es la utopía que jalona nuestros empeños regionales.
Puebla, 24 de mayo de 2015
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com
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