Los otros galeanos
- Opinión
Entre muchas cosas le debo a Galeano el haberme acercado a mi padre. La trilogía de fuego habitaba silenciosa pero como un carbón aparentemente apagado en nuestra biblioteca. Era un libro que acechaba con sus raros y simples dibujos en lomo y solapas, así que tarde o temprano me sedujeron. Sus libros fueron desde el primer encuentro compañeros, fueron lo más parecido al abrazo que daría un abrazo.
Las Venas nos mostró la violencia histórica que padecía América Latina, y nos mostró las coincidencias históricas para entender porque seguimos padeciéndola. Galeano nos reivindicó como seres resistentes y como indignados con imaginación: Nos enseñó a dejar de pedir, para comenzar a exigir, y a dejar de exigir para poder construir... no son poco estos saltos en los tiempos que nos tocan.
Por homenaje a él dice Gilly, apodaron con su nombre al profesor José Luis Solís de La Realidad, el mismo que fue brutal y cobardemente asesinado por paramilitares en mayo del año pasado (de paso destruyeron la clínica de salud del caracol) Fue de ese Galeano el que resucitó según cuenta el mismo Subcomandante Marcos para convertirse en un otro Galeano, para permitir su trasmutación:
"Pensamos que es necesario que uno de nosotros muera para que Galeano viva. Y para que esa impertinente que es la muerte quede satisfecha, en su lugar de Galeano ponemos otro nombre para que Galeano viva y la muerte se lleve no una vida, sino un nombre solamente, unas letras vaciadas de todo sentido, sin historia propia, sin vida. Así que hemos decidido que Marcos deje de existir hoy".
Por Galeano fue que aprendimos a leer poéticamente de las masacres para poder resignificarlas de forma diferente a los genocidios cotidianos que padecemos. Así se refirió a Ayotzinapa: "En este reino de la impunidad hay homicidios sin asesinos, torturas sin torturadores y violencia sexual sin abusadores"
Así de Acteal: "Dignidad era el nombre de unos de los campos de concentración de la dictadura chilena y Libertad la mayor cárcel de la dictadura uruguaya; se llama Paz y Justicia el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras rezaban en una iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapas.
Pero también ese Galeano, el padre de los otros, fue el que dejó de lado la fácil pose de la intelectualidad, se aburrió pronto de la construcción precisa y heurística de la historia y mejor se dedicó a cosas menos lucrativas: crear aves que volaran hacia el conocimiento, o cocodrilos para cruzar pantanos, o a usar al fútbol para contar al ser humano:
"Los jugadores brasileños, que venían aplastando a todos sus rivales de goleada en goleada, recibieron en la víspera, relojes de oro que al dorso decían: Para los campeones del mundo (...) Cuando llegó el gol de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del fútbol (...) y el que estaba transmitiendo el partido a todo el país decidió abandonar para siempre el oficio de relator "
Galeano regaló a quien se atreviera a entrar en sus letras, un mecanismo para sublimar la mezquindad humana y transformarla en la generosidad de los sueños compartidos. Nos dejó nada menos que la posibilidad de creer en el sueño de que un otro mundo es posible, y para alcanzarlo, nos decía hay necesariamente que caminar, es el camino lo que hace a ese otro mundo posible.
Entonces el Galeano hijo (el maestro), más el otro que ahora es espíritu del hijo (el que habita en la selva), más el padre de todos que se vuelve omnipresente por sus letras son una simbiosis casi cristiana que en lugar de dogmas para interpretar a dios nos dejó fuegos, abrazos y muchos sueños pendientes.
Como dije al principio, Galeano me acercó a conocer la historia de mi padre y también me acompaño en la construcción de un espíritu de lucha. Nos dejó nada menos como herencia toda una enciclopedia de utopías. Ahora solo falta decidirnos a caminarlas...
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