Noticia no televisada
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Dos marchas, miles de personas levantadas en nueve ciudades del país y una tercera convocatoria para el 24 de abril. ¿El motivo? La televisión basura. Su punto de partida es el respeto del horario de protección al menor, pero su demanda abre un debate amplio. ¿Puede existir una mejor televisión peruana? La clave es la ineficacia de la autorregulación, que se traduce en solo tres sanciones por contenidos del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) en casi siete años. Los canales desprestigian la marcha. El MTC la ignora. La protesta continúa. Este es el saldo.
A las 5 de la tarde del viernes 27 de febrero, los alrededores del Campo de Marte, punto de encuentro de la primera marcha contra la televisión basura, estaban colmados de grupos religiosos, gremios de trabajadores y microempresarios, colegios profesionales, colectivos de activistas, y personas independientes. La protesta abarcaba cuatro cuadras repletas, lo que más o menos suma unas cinco mil personas. Algunos exigían el respeto del horario de protección al menor. Otros atacaban la manipulación de la prensa. La mayor parte rechazaba los programas realities. Unos pocos pedían cultura y educación en las pantallas. Era, en suma, un movimiento de gente variada con reclamos variados. El movimiento, sin embargo, partía de una demanda hasta entonces dormida en las mentes de miles de peruanos: la cuestionable oferta de la televisión de señal comercial.
Quedaba la duda: ¿Cómo surgió la marcha? La versión extendida, vertida por algunos de sus organizadores y refrendada por El Comercio, reza así: al final de la marcha contra la ley pulpín, en el acalorado ambiente de celebración, una voz lanzó la idea. De inmediato, los otros manifestantes la acogieron y el 27 de enero se creó un evento en facebook al que se sumaron miles y miles de usuarios. Esa versión, sin embargo, no es del todo cierta. El éxito de la convocatoria en las redes sociales no fue un impulso espontáneo. Detrás estuvo, como explicó el activista Omar Suriel Chacón, la Coordinadora Nacional de Juventudes Digitales, promotora de las protestas contra la repartija y la ley pulpín.
“En serio, es algo así como la revancha de los ‘geeks activistas’ frente a los frívolos, apolíticos y apolíneos guerreros”, intentó sintetizar Fernando Vivas en El Comercio. Olvidó decir que no fue un pedido reciente ni aislado. “Nosotros venimos trabajando este tema desde abril del año pasado. Nuestro primer pronunciamiento fue por la enorme cobertura que los programas de análisis político le dieron a un tema de farándula”, explicó Max Obregón, presidente del Colegio de Periodistas de Lima. “A nosotros nos preocupa el panorama general de las comunicaciones. Esto ha sido una marcha en contra de determinados contenidos y formas de hacer televisión”, señaló el especialista y profesor de comunicaciones, Jorge Acevedo, del Foro por el Derecho a la Comunicación.
La campaña que desplegó la coordinadora en las redes sociales se limitó a parodiar a los dos programas realities más exitosos, exponentes, a su juicio, de lo más bajo de la oferta de los canales. Pero el malestar, con las semanas, aterrizó en un punto claro: el 27 y el 13 marcharían, principalmente, por el respeto del horario de protección al menor, artículo 40 de la Ley de Radio y Televisión (28278).
La gran farsa
En casi diez años, afirmó Obregón, a la SNRTV se han presentado muchas quejas, pero pocas han llegado a concretarse en sanciones efectivas. La cifra, que el mismo gremio prefirió no difundir, es sin duda menor. Ese ha sido el resultado de la autorregulación. Las miles de personas que el 27 de febrero y el 13 de marzo marcharon en contra de la televisión basura no creen que esas cifras reflejen la realidad. Los protestantes que acompañaron las marchas en Tacna, Tarapoto, Arequipa, Chiclayo, Cusco, Juliaca, Huánuco y Trujillo, tampoco. “Nosotros estamos con la autorregulación, pero lo cierto es que la autorregulación no ha funcionado”, comentó Obregón.
Pero la SNRTV solo rige a los medios más consolidados, entre las cuales están América Televisión, Latina, Panamericana y ATV. Su código de ética, exigencia que establece cómo un usuario puede denunciar un programa, es solo uno entre los 372 códigos que existen en el Perú. Como señala Alexander Chiu Werner, experto en comunicaciones y exdirectivo del Consejo Consultivo de Radio y Televisión (Concortv), “este es uno de los puntos clave que limitan la participación ciudadana en la mejora de la radio y Televisión”. Si el usuario no encuentra solución, el siguiente paso es el MTC, que no ha tenido una participación muy activa: entre el 2005 y el 2011 solo sancionó a tres canales por su programación. El 2014, según su último reporte, solo hubo una sanción.
Países como Argentina y Chile padecían el mismo problema. En este último se creó un sistema que en un año logró pasar de 285 denuncias ciudadanas a 1057, de las cuales 55% (582) derivaron en sanciones a los canales de televisión. La diferencia es abismal.
Detrás del telón
Ocho de la noche, sábado 29 de marzo del 2014. Un niño de siete años enciende su televisión. En la pantalla, una bailarina conduce un programa de espectáculos. Todo transcurre con aparente normalidad hasta que los invitados empiezan a posar sus manos en distintas partes de su cuerpo. Cuando la bailarina se muestra más incómoda, sus acompañantes deciden desnudarse y mostrarle los genitales. No se trata de un programa real, aunque bien podría serlo, sino del ahora desaparecido show de cámaras indiscretas “¿Puedes con cien?”. El canal que lo transmitía era América Televisión y el horario, ocho de la noche, violaba claramente la franja de protección al menor. Por el exceso, Juan Carlos Orderique, su conductor, pidió disculpas y dijo que no se volvería a repetir. Como consecuencia, la ONG Valores Humanos presentó una queja a la SNRTV. Luego de un proceso que duró tres meses, ambas partes llegaron a un acuerdo y el caso fue archivo sin sanción de por medio. El caso, sin embargo, es paradigmático pues más de un año después los canales siguen incumpliendo esta cláusula y no reciben sanciones efectivas. No se trata de pedir disculpas, de reconocer excesos. Se trata, en concreto, de cumplir la ley.
“En el cable habrás visto ejemplos. Hay un consenso de censura porque existe un sector de la sociedad (los niños) que está formando criterios, valores y actitudes de aprendizaje, y hay que tratar que eso se haga de la mejor forma posible”, comentó el profesor Acevedo. La franja horario no es, como se quiere probar, un invento peruano de padres cucufatos, sino una norma extentida en países de todo el mundo.
El artículo 40 fue el eje de las dos marchas, pero la demanda abre un debate más amplio que puede resumirse en estos puntos: la televisión peruana no es de calidad, no transmite valores, no educa ni culturiza a la población, refuerza estereotipos negativos y vende noticias sesgadas. Su reclamo es subjetivo. ¿Quién y bajo qué criterios define qué es televisión basura? ¿Qué se puede sancionar y qué no?
Pero la subjetividad no es una carta blanca. “No hay una tipología cerrada. Es en la aplicación práctica que vamos encontrando los límites”, explicó Martín Carrillo, abogado de la PUCP. Su respuesta es clara: es cierto, decidir qué se puede regular y qué no es subjetivo, pero para eso están los consejos de regulación audiovisual, entidades que existen en países como Chile, Alemania, Colombia, Canadá, Estados Unidos y España.
“Una televisión racista no ayuda, daña; una televisión sexista no ayuda, daña; una televisión que exacerba la violencia no ayuda. Y más allá del contenido, una televisión que no es plural, que no permite la expresión de las diversas voces de la sociedad no ayuda. ¿Le podemos llamar basura? Es discutible”, dijo Acevedo.
Perlas fúnebres
En el año 2007, en Colombia se empezó a transmitir con gran audiencia una versión de “El valor de la verdad”, pero el programa no duró más de cinco meses. Una de las concursantes confesó haber pagado más de US$ 25 mil a un sicario para que asesine a su esposo. En otro caso, un sujeto confesó ser homosexual y a los días su hijo empezó a sufrir maltratos en la escuela y tuvo que acudir a terapia psicológica. La respuesta de Caracol, la cadena de televisión que lo transmitía fue contundente: “Llegamos a la conclusión de que el contenido de algunas entrevistas podía ser excesivamente cruel, no se ajusta con los valores que Caracol ha promovido”.
En nuestro país el programa se canceló porque su conductor, el periodista Beto Ortiz, no quiso seguir al frente. Su decisión llegó luego de que la concursante Ruth Talía fue asesinada por su pareja tras revelar que era prostituta en el programa. Llegó luego de que Laura Bozzo, conductora que fue procesada y tuvo prisión preventiva por su cercanía al exasesor de inteligencia Vladimiro Montesinos, negara ese hecho ante la anuencia del periodista y la aprobación del polígrafo. Llegó luego de que Kenji Fujimori pasara por el programa sin que se le hiciera una sola pregunta sobre el régimen de corrupción de su padre. En suma, luego de un bochornoso espectáculo de limpieza de personajes vinculados a la corrupción y de la muerte de una persona. Nada más.
Sintonizar un noticiero es un ejercicio valiente. La cobertura diaria, casi sin excepción, es una vitrina de asaltos, secuestros, muertes y violaciones, hábilmente sazonado con los testimonios de las víctimas. Si la noticia es lo suficientemente violenta, pueden repetirla hasta tres veces en un solo noticiero. La distribución de sus contenidos, señala Concortv, es de 27% para noticias políticas, 21% para policiales y 8% para espectáculos. Las noticias de espectáculos, casi sin excepción, son extensiones de los realities y programas de los mismos canales. Las noticias políticas son repeticiones de declaraciones que aportan poco a entender el significado de los hechos políticos.
Los canales han tenido coberturas mediáticas muy sesgadas en procesos electorales. En 2011, periodistas como Rosa María Palacios, Raúl Tola y Josefina Townsend, solo por citar a los más conocidos, renunciaron tras revelar que los presionaban para que sesguen sus posiciones. Hoy esos mismos canales defienden la autorregulación y profesan libertad absoluta para transmitir contenidos cargados de estereotípos negativos. Esa es su libertad, la libertad que defienden. La otra, la de los periodistas, les importa poco.
Sábado, horario estelar. Magaly Medina, una de las pioneras en noticias de espectáculo, apresada hace seis años por difamar a un futbolista, entrevista al expresidente Alan García. Poco o nada se dice de temas políticos. Menos aún preguntas espinosas. En cambio, Alan aprovecha el espacio para contar su vida, cantar con un imitador del Zambo Cavero y tomarse una cervecita bien fría, servida por la Paisana Jacinta, personaje insigne de Latina denunciado por las Naciones Unidas por su contenido racista. Mientras tanto, en el Hotel Casa Andina, integrantes de la comunidad indígena Achuar ganaban un juicio internacional contra la petrolera Occidental Petroleum. La sala, según señala el medio Wayka, estaba llena de prensa internacional, pero ni un solo canal peruano. Pero ahí estaba Alan, siendo atendido por la paisana e iniciando su campaña con las preguntas amigables de Magaly Medina, en horario estelar y para millones de peruanos.
La plata, la excusa perfecta
A la defensa por la libertad de expresión se suma la necesidad económica de los canales. La premisa es que el entretenimiento es el único bien rentable. Es una defensa razonable, pero no una excusa válida. “Los televidentes tienen derecho a hacerles saber a los dueños de los medios que su trabajo no se califica únicamente por el rating. Los vecinos de Santa Beatriz que fueron a arrojar basura al canal América TV tras el programa de Nicolás Lúcar se manifestaron fuera del rating. Los huevos que le cayeron a Raúl Romero cuando justificó las matanzas del régimen de Alberto Fujimori también”, dijo en su columna el escritor Jeremías Gamboa.
Los canales, como detallan las cifras de un informe de El Comercio, han salido de ese agujero económico al que cayeron cuando en el 2000 se probó que habían vendido su línea editorial al régimen. Por esos años, cobraban 700% menos que cadenas colombianas por publicidad. Hoy son una industria con tres canales que han logrado fuertes márgenes de ganancias: la líder América Televisión tiene US$90 millones en positivo. Pero sus contenidos son pobres y su parrilla, en realidad, no ha cambiado mucho. “Para mí ese es el fondo del asunto: están operando casi sin límites o en algunos casos sin límites para ganar dinero”, cuestionó Acevedo.
Es verdad que una parte de los críticos de la televisión basura puede pecar de elitista al rechazar, casi sin excepción, casi todos los contenidos de producción nacional. Pero pensar que los noticieros plagados de farándula, programas de espectáculo y de comedia cargados de estereotipos racistas, homofóbicos y sexistas, son la única salida económica rentable es igual de prejuicioso. Una tautología absurda. ¿Eso es lo que le gusta a la gente?
Los activistas no lo creen. Ya van dos marchas y se viene una tercera, el 24 de abril. “A la regulación de los medios se le puede atacar por muchos flancos: a través de Indecopi, de organismos internacionales, presión social. Nosotros nos hemos enfocado en la presión social. Esperemos dar un golpe mucho más certero la próxima vez, ya con una denuncia en el Poder Judicial, en organismos internacionales”, dijo Suriel. Será, seguramente, una protesta no televisada.
- Hanguk Yun Periodista
Ideele Revista Nº 248
Fuente: http://revistaideele.com/ideele/content/noticia-no-televisada
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