El águila imperial sigue en su fatídico vuelo
- Opinión
En su nueva doctrina de defensa (National Security Strategy), el presidente Obama había emitido un claro aviso: “Estamos del lado de los ciudadanos cuyo pleno ejercicio de la democracia está en peligro, como es el caso de los venezolanos”. La advertencia presagiaba graves peligros para los esfuerzos venezolanos por su independencia y la redistribución de su riqueza nacional.
Así lo aprecia Thierry Meyssan director de la Red Voltaire, ahora con residencia en Damasco, Siria, según un artículo titulado “Falla el Putsch de Obama en Venezuela” publicado 23 de febrero.
Meyssan recuerda el nefasto historial de Washington en pos de un cambio de régimen en Caracas desde que organizó, en 2002, un golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo, Hugo Chávez Frías, hasta la reciente manipulación de los grupos anarquistas que realizaron los innumerables actos vandálicos que la ciudadanía conoce como la Guarimba.
Según describe Meyssan, el nuevo ejercicio agresivo contra Caracas, la Operación Jericó, comenzaría el 12 de febrero. Sería supervisada por el Consejo de Seguridad Nacional (NSC).
Washington, como siempre hace, se esforzó por no parecer implicado en el evento, que sin embargo comandaba. La CIA organizaba y dirigía a los golpistas por medio de ONGs: la NED (National Endowment for Democracy), el International Republican Institute (IRI), el National Democratic Institute (NDI), la Freedom House y el International Center for Non-Profit Law.
Estados Unidos recurrió al uso de contratistas provenientes de varios de sus aliados para ciertos aspectos del putsch. Alemania estaría a cargo de la protección de los ciudadanos de países de la OTAN durante el golpe, Canadá controlaría el aeropuerto civil de Caracas; Israel garantizaría los asesinatos de personalidades chavistas, y el Reino Unido, se ocuparía de la propaganda a favor del golpe. También movilizó redes políticas para el reconocimiento de los golpistas: el senador Marco Rubio en Washington, el ex presidente Sebastián Piñera en Chile; en Colombia, los ex presidentes Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana; en México, los ex presidentes Felipe Calderón y Vicente Fox, y en España, el ex jefe de gobierno José María Aznar.
Se llamó a grandes empresas venezolanas a retener en sus almacenes enormes cantidades de productos de primera necesidad a fin de provocar grandes colas ante los comercios y motines que serían promovidos por acciones de infiltrados entre los clientes descontentos.
Se pagaron salarios cuatro veces superiores al ingreso medio de los venezolanos a pandilleros que se dedicaban a agredir a las fuerzas del orden. Estos falsos estudiantes asesinaron a 43 personas y sembraron el terror en las calles de Caracas.
La acción militar era supervisada por el general Thomas W. Geary, desde la sede del SouthCom en Miami, y por Rebecca Chavez, desde el Pentágono. El ejército privado Academi (ex Blackwater), una firma actualmente administrada por el almirante Bobby R. Inman (ex jefe de la NSA) y John Ashcroft (ex secretario de Justicia de la administración Bush), era subcontratista del conjunto de la operación. Un avión militar propiedad de Academi, falsamente identificado con las insignias de las fuerzas armadas de Venezuela, que se hallaba en Colombia, debía bombardear el palacio presidencial de Miraflores, el ministerio de Defensa, la dirección de Inteligencia y la sede del canal TeleSur. El cuartel general del putsch había sido instalado en la embajada de Estados Unidos en Bogotá, Colombia.
Varios oficiales superiores, activos y retirados, implicados en la asonada habían grabado un mensaje a la Nación anunciando que habían tomado el poder para restaurar el orden en el país. Se daría a conocer el 12 de febrero un plan de transición redactado por el Departamento de Estado estadounidense. El plan incluía la formación de un nuevo gobierno, encabezado por la ex diputada María Corina Machado. Según Meyssan, fue investigando un complot anterior para asesinar al presidente Maduro que la Inteligencia Militar venezolana descubrió la “Operación Jericó”.
En la noche del 11 de febrero, los principales líderes de la conspiración y un agente del Mosad israelí fueron arrestados y se reforzó la protección aérea de la capital venezolana. Otros implicados fueron arrestados el 12 de febrero y el día 20 se detuvo al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, quien era el agente de enlace con Israel a donde había viajado secretamente en 2012.
Sin dudas ha sido un duro golpe para el águila imperial pero nadie espera que ello le haga cambiar su rumbo fatal.
“Para quienes aún creen, erróneamente, que Estados Unidos ha cambiado, que ha dejado de ser una potencia imperialista y que ahora defiende la democracia en el mundo, la “Operación Jericó” es un obligado tema de reflexión”, concluye Meyssan.
Marzo 7 de 2015.
Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
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