Colciencias y las humanidades

10/02/2015
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Sin mucho aspaviento en la opinión pública ha pasado el comunicado de varios grupos de investigación adscritos a Departamentos y Facultades de Ciencias Sociales y Humanas en el que renuncian a entregar la información que exige Colciencias para el reconocimiento y la clasificación de grupos de investigación en la vigente convocatoria (693) que tiene por objeto identificar grupos de investigación, desarrollo tecnológico e innovación. Es lamentable que un hecho así tenga un eco tan corto. Máxime cuando estos grupos tienen su nicho en tres de las universidades de notable distinción académica como son la Universidad Nacional, la Universidad de los Andes y la Pontificia Universidad Javeriana.
 
El comunicado es claro. Desde estas dependencias se acusa a Colciencias de alterar de manera “burocrática y caprichosa” los criterios con los cuales se determina el alcance y la generación de nuevo conocimiento en el área de las ciencias sociales y humanas. Denuncian la pretensión poco sutil de verter en el mismo saco los criterios de medición de las ciencias exactas y de las ciencias sociales y humanas. Afirman que utilizar el mismo racero de medición no solo es desproporcionado sino que afecta ostensiblemente la naturaleza misma del quehacer humanista.
 
Como en este país confundimos contraposición con anarquía es probable que se hayan tomado decisiones institucionales que les exija a estos grupos restablecer las relaciones diplomáticas con Colciencias y sus dependencias para no comprometer institucionalmente el trabajo académico y el reconocimiento de otros grupos de investigación. Estamos a la espera de la reacción de Colciencias como una agencia académica e investigativa de la que se exige una actitud ajustada a su perfil. Es decir, capaz de salir a debatir el porqué de sus decisiones a estos investigadores inconformes.
 
El país necesita y requiere de estos debates. Atender estas denuncias no puede entenderse sino en la dirección correcta del diálogo y del debate como condiciones mínimas para que la ciencia fluya. Un debate sobre las condiciones de medición y de estratificación de los grupos de investigación es necesario y apremiante. En la exigencia de ese debate está, como debe ser y ha sido su naturaleza, la incómoda condición del humanista frente a quien ostenta el poder.
 
Esta posición no puede ser otra cosa sino la confirmación de que a los humanistas les duele la suerte de las humanidades. Confirma la tesis de que los humanistas, además tener los pies en el suelo de las estrellas también ocupan su tiempo en identificar las “trampas” que pueda haber en cada convocatoria de medición que se instale. Ellos saben que en el afán de la satisfacción de necesidades institucionales de lograr un buen puntaje se han quedado en el garete otros muchos proyectos propios del humanismo como la tertulia, la poesía, la exposición fotográfica o la contemplación.
 
El reclamo de los humanistas tiene un sano sentido: diferenciar bien la naturaleza y los compromisos que abordan las ciencias exactas y las ciencias sociales y humanas. Pues de no hacerlo, los humanistas seguirán cargando el lastre de que lo que en ciencias exactas se llama la intuición del sabio, en las ciencias sociales y humanas se llama el ocio del enmochilado.
 
John Fernando Restrepo Tamayo
Jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Humanas
Universidad de Medellín
 
Febrero 10 de 2015
 
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