Un ser viviente recorre el mundo
25/01/2015
- Opinión
Qué ventarrón de juventud fractura la tumba en el cementerio de Highgate, qué perturbación o qué lucidez posee a sepultureros o dolientes que ven correr entre cipreses unos a un vivaz anciano, otros a un ágil muchacho, algunos a un poeta, muchos a un enamorado o un niño.
Cuál de éstos garabatea en criptas del saber exquisito y despeñaderos de abstracciones inútiles las fulminantes sentencias: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas formas el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". “La filosofía tiene la misma relación con el estudio del mundo real que la masturbación con el amor sexual”. "La religión, en cuanto eco ideológico, es la conciencia invertida de un mundo invertido." "La religión es el opio del pueblo."
Qué blasfema mano inscribe en las murallas del panteón de los ídolos el relámpago del grafito que truena: "El hombre es el ser supremo para el hombre."
Qué lenguaje es éste, que profiere: “Las ideas no existen independientemente del lenguaje”.
Quién trazó la pancarta con la que las masas desesperadas insurgen contra el desempleo, el desalojo, la pérdida de derechos sociales: "La peor lucha es la que no se hace."
Ya lo espían las cámaras de vigilancia de sistemas putrefactos que se desploman ante las trompetas de la Razón: “Todo lo sólido se disuelve en el aire, todo lo santo es profanado, y el hombre al fin es obligado a enfrentar con sus sentidos sobrios sus condiciones reales de vida, y las relaciones con su especie.”
Será quizá el mismo jovencito que ante empresas cerradas, trabajadores desalojados, campamentos de indignados arenga: “La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases”. “Pero toda lucha de clases es una lucha política”.
Ya no hay paz en las superfábricas tercerizadas con obreros robotizados, en las abigarradas maquilas, en los latifundios donde los espaldas mojadas resultan más baratos que las máquinas; agitadores que se adueñan de los micrófonos gritan: “El trabajador solo siente que existe fuera de su trabajo, y en su trabajo se siente fuera de sí mismo”.
En cada engranaje, en cada herramienta, en cada cheque el subversivo ha escrito: ”El capital es trabajo muerto, y al igual que un vampiro, sólo vive chupando trabajo viviente, y vive más mientras más trabajo sorbe.”
Las marejadas humanas que protestan ante bolsas de valores fracturadas y cadenas de bancos quebrados corean: “En la sociedad burguesa el capital es independiente y tiene personalidad, mientras que la persona viva es dependiente y no tiene individualidad.”
Cuál es la mano temeraria que escribe en los estantes de supermercados y centros de consumo desiertos: "La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas". “La producción de demasiadas cosas útiles se convierte en demasiadas personas inútiles”.
En computadoras hackeadas de los Tanques de Pensamiento del Imperio, de cuerpos de seguridad travestidos de aparatos culturales, de redes monopólicas de medios y de agencias de manipulación motivacional e institutos de espionaje sociológico centellean verdades: “El modo de producción de la vida material determina los procesos sociales, políticos e intelectuales en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser; por el contrario, es su ser social lo que determina su conciencia”. “Las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”.
Ante editoriales de moda, sobre ensambladoras de best sellers desechables, entre factorías de guiones y supermonopolios de la publicidad, escriben en la pared manos conocidas: “El escritor tiene que ganar dinero para poder vivir y escribir, pero no debe, de ninguna manera, vivir y escribir con el fin de ganar dinero”.
Allá van ecologistas y conservacionistas acostándose ante los tractores de las transnacionales, escudándose apenas con volantes que citan: “El desarrollo de la civilización y la industria en general siempre se ha mostrado tan activo en la destrucción de los bosques que todo lo que se ha hecho para su conservación y producción es completamente insignificante en comparación”.
Ante uniones feministas y ligas de género grita: “Todo el que conoce algo de historia sabe también que las grandes revoluciones sociales son imposibles sin el fermento femenino. El progreso social puede ser medido en forma precisa por la posición social del bello sexo (incluidas las feas)”.
Frente a las tropas mercenarias que desmantelan países, ante los Pentágonos y Estados Mayores, por sobre los antros del Complejo Militar Industrial, ante las selvas de esmeralda, de concreto o de arena donde se refugian las resistencias, disemina el manifiesto que truena: “Está claro que el arma de la crítica no puede reemplazar la crítica de las armas. La fuerza material puede ser sólo derrocada por la fuerza material, pero la teoría misma se convierte en una fuerza material cuando posee a las masas”.
En las puertas de Comités Centrales, en los corredores de partidocracias, en el interior de las mafias inextricables de las Nomenklaturas, en las covachas de los anarquistas aparecen panfletos que citan: “Cuando Engels y yo nos unimos a la Sociedad Secreta Comunista lo hicimos a condición de que todo lo que alentara la supersticiosa creencia en la autoridad fuera removido de los estatutos”.
En las aglomeraciones de indigentes, en los jubilosos tumultos de los insurrectos, en las marchas de los desposeídos, en los motines de los marginales ondean las pancartas que afirman: “La necesidad es ciega hasta que se vuelve consciente. La libertad es la conciencia de la necesidad.”
Es uno, o dos, o mil millones. A cada instante se multiplican por el cuadrado de la potencia de sí mismos: "El hombre es un ser que sólo se realizará, que sólo será él mismo, en la sociedad revolucionaria”. Creyeron enterrarlo y nunca había muerto: “Toda emancipación es una restauración del mundo de la humanidad y de las relaciones de la humanidad con el hombre mismo”.
Sólo vive aquél cuyo intelecto sigue funcionando, explica y predice, actúa como una fuerza. Al saber que la libertad de cada cual será la condición de la libertad de todos reviven quienes vivían como muertos, comienzan a existir para sí quienes vivían para otros: ya no es distinto el pensamiento de la palabra, ni ésta de la acción. En el tumulto se confunden las voces para no callar jamás: “El comunismo… es la genuina solución del antagonismo entre hombre y naturaleza y entre el hombre y el hombre, la verdadera solución del conflicto entre existencia y esencia, objetificación y autoafirmación, libertad y necesidad, individuo y especie. Es el acertijo de la historia resuelto que sabe que él mismo es la solución”… “Proletarios de todos los países, uníos”… “No tenéis nada que perder, salvo vuestras cadenas”…
https://www.alainet.org/es/articulo/167060?language=en
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