Capital político
09/12/2014
- Opinión

Así, en los últimos días la prensa aborigen nos ha entregado las siguientes perlas:
“PS le pide al gobierno cautelar capital político de la Presidenta tras caída en encuesta”.
Enríquez-Ominami: “Ofrezco y pongo a disposición de Bachelet todo mi capital político para desentrampar las reformas”.
Capital político… ¿qué quieren decir con eso? ¿Qué es un ‘capital político’?
A primera vista, sin pensar –utilizando el método de nuestros gobernantes– uno diría que es trabajo acumulado, o más bien lucro atesorado, susceptible de ser reinvertido para obtener un beneficio.
¿Qué tipo de beneficio? Espera ahí, ya viene…
En la misma tesitura, cándidamente, podría pensarse que existe un mercado en el que tal capital político es útil y necesario, y, como en cualquier mercado, que ese capital tiene un precio. El precio del capital, que en buen cristiano no es ni más ni menos que el modesto interés que suelen cobrar los mercados financieros por poner a tu disposición un poco de pasta. Como ves, ya la estamos liando.
Porque llegamos a la conclusión –pasablemente aterradora– que la acción política es un mercado en el que existe competencia, en el que se afrontan “ofertas” diferentes, cuya característica es precisamente la de no ser muy diferentes, de ser incluso significativamente parecidas, o bien no conocemos nada de las reglas del marketing.
Darle satisfacción al cliente ordena conocer sus deseos y aspiraciones. Ahora bien… a menos que las ofertas se dirijan a distintos clientes… las ofertas debiesen responder a los mismos deseos y ser por consiguiente del mismo talante, ¿o no?
Peor aún, como sabes, y si no lo sabes te lo cuento ahora, el único cliente que importa es el cliente solvente, o sea aquel que puede pagar lo que tú ofreces. Los atorrantes, en este como en otros casos, constituyen una demanda no solvente que no le interesa a nadie.
Para entrar en este mercado existe lo que los economistas llaman las “barreras de entrada”. No cualquiera entra en política. Para un chato como Pierre Bourdieu hacen falta algunas cosas: tiempo libre, cultura, saber-hacer, diplomas, plata, relaciones, reconocimiento social. Un menda que pasa todo el día en el Transantiago y en el curro para ganarse los fifiles no califica.
¿Capici?
Luego… hay elementos más importantes que otros. Con plata, si te falta algo, se compra: el diploma, las relaciones…
El mismo Bourdieu señala que los partidos políticos son empresas colectivas que mutualizan, acumulan y delegan el capital político. Sin ánimo de incordiar, me parece que Bourdieu estaba algo atrasado, o por lo menos incompleto: hay partidos que son empresas unipersonales, otros que ofician de secta religiosa, no falta el que funciona como un business de representación, y más de alguno opera como simple filial de intereses ocultos.
La mayor parte, por no decir todos, en medio de tanta mo’erniáh, son funcionales a quienes manejan la manija: los clientes solventes.
No logro olvidar la frase con la que uno de ellos le explicó Chile a David Rothkopf, ex subsecretario de Comercio de los EEUU, gerente de la consultora financiera de Henry Kissinger, y autor de un bullado libro cuyo título es “Superclass – El Poder de la Elite Global y el Mundo que están Fabricando” (Superclass – The Global Power Elite and the World They Are Making).
David Rothkopf, que vino al campo de flores bordado en el año 2007 y se entrevistó con los ‘clientes solventes’, cuenta que uno de ellos le dijo: “Si quieres entender Chile, debes saber que no es un país. Es un Club privado, y nosotros somos los dueños de ese Club privado”.
De modo que a la hora de hablar del mercado político, en el que se mueve el capital político, supuestamente controlado por algunos políticos, se constata que es un mercado oligopólico. Los atorrantes no tienen ninguna posibilidad de entrar.
La competencia es necesariamente ‘imperfecta’ (otra boludez de economista, un pleonasmo si quieres…), lo que se traduce por el control del mercado por un puñado de actores que deciden de todo: quién va a ser diputado, senador, y hasta presidente de lo que tenemos de república, así, con minúscula.
Cautelar pues su propio ‘capital político’, o bien ofrecer su ‘capital político’, son manipulaciones de bróker, de compraventero de bonos, acciones, productos financieros derivados y activos frecuentemente tóxicos, de corredor de Bolsa, de agente financiero, de especulador de hedge funds, de golden-boy, de menda en busca de high yields, o sea de super beneficios…
Como te decía, si los economistas sueñan con darle algo de credibilidad a su zarandunga de enredos, tautologías y sofismas tomando prestado el lenguaje de la física y la matemática, resulta curioso constatar que los políticos –aún más desprestigiados que los economistas– utilicen la jerga de estos últimos para darse un halo de seriedad. La indigencia tomando prestado de la miseria.
https://www.alainet.org/es/active/79372
Del mismo autor
- Retiradas… 04/08/2021
- Viéndose la suerte entre gitanos 21/07/2021
- Electores franceses no votan… Ou là là! 23/06/2021
- Los estallidos sociales 28/04/2021
- Donald, Oh Donald… ¡regresa bribón! 31/03/2021
- 2031 19/03/2021
- Just another brick in the wall 13/01/2021
- Malos tiempos para los dogmas 17/11/2020
- Las cifras 02/07/2020
- El Banco Central y los cuarenta ladrones 30/06/2020
Clasificado en
Clasificado en:
