Resentimiento colonial a flor de piel

03/12/2014
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La diputada Norma Piérola es el ejemplo más claro y nítido de aquellos sectores, todavía con fuertes resentimientos coloniales y republicanos, que no aceptan los cambios que se están produciendo en el país. Cambios que a pesar de los pesares pues se están produciendo y cerrar los ojos es nomás tener comportamientos de Piérola. Esta señora que como ella dice, tiene su propia coherencia: estaba en las jornadas racistas del año 2.007 en Cochabamba, encabezando tropas de anti indígenas con palos y piedras. De aquello hay filmaciones. Y llevando en su movilidad palos y piedras. Es por supuesto una persona de choque, de brutalidad, ante la política. No podemos esperar razonar con este tipo de personas, su característica psicológica hace que sea demasiado difícil razonar con estas personas. Y pues de estas familias todavía hay miles y miles en Bolivia. Muchas han decidido irse del país, felizmente, porque en esencia no pertenecen mentalmente ni antropológicamente a este país. Escuché personalmente hace años, discursos de gente que salía del país “porque tenía vergüenza” del tipo de gobierno que tenemos. Y yo me alegraba de que se vayan del país, pues ciertamente a esas familias jamás les necesitamos y el país jamás se beneficiaba de sus presencias. Más allá de estas apreciaciones personales, es importante reflexionar y tomar consciencia sobre estas actitudes, que son cotidianas y parte de los costumbrismos en ambientes de las clases medias y altas.
 
 Es cierto que en estos años se ha producido también un racismo al revés. Los sectores antes vilipendiados y odiados, se han rebelado contra lo blancoide y gringoide. Los mecanismos para estos nuevos comportamientos son varios, desde lo institucional hasta lo psicológico y sociológico. No recomendable por supuesto, porque los sueños en los que se funda este nuevo proceso es el inclusivo y democrático, desde abajo hacia arriba. Pero también es cierto que el núcleo duro de las representaciones sociales de las clases altas, sigue siendo racista y pigmentocrático. No han articulado nada como visiones o imaginarios nuevos, en estos procesos actuales. Sus políticos siguen actuando como si no hubiera pasado nada, y en estas pasadas elecciones no dijeron nada sobre los cambios del país. No se refieren como posición social al fenómeno del racismo, de la pigmentocracia. Sus palabras y ensayos políticos siguen jugando el rol de la nomenclatura clásica: ellos no cambian, porque siempre fueron así y no necesitan cambiar. Hablan de un desarrollo abstracto, como si Bolivia fuera un país cualquiera de Europa o cualquier otro con desarrollo incorporado. Realmente es impresionante que hasta hoy no opinen nada de lo que esté aconteciendo, en sus propias narices.  Sus referencias al Estado son de política costumbrista republicana: totalitarismo, represor de opositores, que no hay desarrollo, que no hay inversiones. Estos sectores no han cambiado nada. Algunos sólo están haciendo lo que los sociólogos ya advirtieron hace muchos años: camaleonismo político de alto vuelo, porque los negocios son más importantes que el país mismo.
 
 Esperar a que se conviertan o empiecen a reconocer otro país, quizás sea esperar a las calendas griegas. No podemos depender de un grupo, o de unas personas o de sus antojos o miserias políticas. El proceso tiene que ser irreversible y por supuesto crítico con los errores. Ya no hay vuelta atrás y la consolidación tiene que abrir sus posibilidades a más desafíos. Este es nuestro país y no de aquellos que siguen soñando con una Bolivia “europea” o “anglosajona”, o incluso “española”. Esos sueños ficticios han sido pesadillas para nosotros. Esas copias e imitaciones han significado muerte y destrucción para nuestros pueblos. No podemos vivir con sueños ajenos y postizos. Que la señora Piérola siga soñando nomás con un presidente anglosajón, pasará a la historia como un torpe ejemplo costumbrista de las mentalidades que agonizan, como anécdotas de sectores importados y sin identidad alguna con estos territorios.
 
 Sabemos desde siempre que las construcciones y las invenciones, en nuestro caso desde nuestras memorias y pistas, colectivas, estatales y de identidad no son caminos sencillos ni fáciles. Sino complejos y a veces con demasiadas incertidumbres. Felizmente tenemos la certeza de que dependemos sólo de nosotros mismos. Que los escollos siguen siendo fuertes, sobre todo los mentales y existenciales. Pero dependemos de nosotros mismos, y eso considero que es la fuerza más importante que tenemos. Los errores tienen que ayudarnos a mejorar el camino, las divergencias tienen que fortalecer nuestras convicciones. Las personas como la señora Piérola tienen que ser insumos para no repetir a esas mentalidades arcaicas, de complejos de superioridad superados y vencidos y arrasados por la fuerza de los cambios y la historia.
 
 La Paz, 2 de diciembre de 2014.
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