Octubre 21 de 1492, “Descubrimiento” de Abya Yala – América

21/10/2014
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Hoy, 21 de octubre, se cumplen 614 años del arribo de Colón y los cristianos, mensajeros de la espada, la cruz y la inquisición. El holocausto del continente ABYA YALA – posteriormente rebautizado “América”-, sigue siendo un penoso sentimiento de ansiedad. Cada “doce de octubre”, fecha equivocada por haberse datado tomando como referente el calendario establecido por Julio César, 46 años antes de nacer Jesús – el cristo palestino, nacionalista y anti-imperialista -, revive aquel fatídico holocausto que exterminó varias civilizaciones desarrolladas de la humanidad, y con ellas, valiosos conocimientos científicos acumulados durante miles de años de investigaciones. La versión histórica de los pueblos indios es contraria a la historia oficial de los vencedores. Según las afirmaciones indígena, y las investigaciones de criminología forense, en el continente jamás hubo “descubrimiento”, en contrario, tuvo lugar una invasión mercenaria acompañada por una expedición sangrienta de las cruzadas de la iglesia católica, que marcó el punto de inflexión histórico de los pueblos indígenas afectando toda la humanidad.
 
En el II Encuentro de Ancianos Indígenas realizado en Chapala, México, en el 2003, se suscribió un trascendental documento: "Los ancianos de nuestros pueblos indios, históricamente descendientes del antiguo y legendario continente ABYA YALA, compartimos con el mundo la tristeza de una guerra que no pudo ser aplacada por la voluntad de paz. Destruyó nuestros Dioses, nuestra cultura, nuestra tradición y sabiduría, acumulada en un proceso histórico de miles de años”.
 
Motivos de la Invasión
 
La invasión mercenaria tuvo varios motivos: para la inmensa población mendiga, la invasión representaba una manera de escapar de las insoportables penurias de su vida diaria, cuya dieta se basaba en avena para caballos; los mercaderes y esclavistas vieron la posibilidad de organizar factorías, y establecer una verdadera máquina de secuestro en Costa de Marfil, arrancando seres humanos de tierra africana. Mientras la “nobleza”, la oportunidad de abrir las puertas de sus cárceles para enviar al destierro criminales en serie, y peligrosos psicópatas condenados a presidio perpetuo, y a miles de pacientes portadores de enfermedades infecto-contagiosas, entre ellas, la alarmante  peste que devastaba Europa; Para el reino y la iglesia cristiana, constituía la posibilidad garantizada de obtener tierras y riquezas. La iglesia, en estrecha simbiosis criminal con la tiranía, impuso su teología con rituales de sangre, torturas y asesinatos en masa. Aunque su doctrina preconiza: “no matarás, no robarás, no explotarás a tu prójimo”
 
Saquearon templos, profanaron lugares sagrados, destruyeron sus Dioses, aplicaron sistemáticamente la inquisición, violaron mujeres y ninguna manifestación femenina, aun, las infantes, escapó de su patológica lujuria.  Incendiaron campos y pueblos mientras sus habitantes dormían. Según los testimonios de Bartolomé de las Casas, los fines de semana y feriados los españoles se divertían cazando con perros a los indígenas, y una vez apresados eran descuartizados vivos: les cortaban la lengua, nariz y labios, orejas y testículos para arrojarlos a sus perros como trofeo1.
 
Destruyeron el acumulado histórico de cinco mil años de conocimientos; incineraron montañas de libros y después quemaron sus autores. Porque, presumiblemente, a los españoles tal literatura parecía teológicamente diabólica, en lugar de proyectar su enriquecimiento y plenitud. Solamente una sociedad con altísima degeneración moral, pudo producir tan terrible holocausto.
 
El holocausto alemán, el de Hiroshima y Nagashaki, donde la explosión termonuclear arrasó cerca de tres millones de personas inocentes, y no 220.000 según las crónicas oficiales falseadas por Estados Unidos, agregado a los cinco millones de personas masacradas durante la invasión a Vietnam, sumado al genocidio de Kosovo, Afganistán e Irak, y el reciente holocausto causado por los israelíes al pueblo palestino, no podrá superar el trágico exterminio de la civilización de ABYA YALA.
 
Todos los pueblos indígenas encuentran ridícula las pretensiones de imponer a España como la “madre patria” por haber traído la jerga castellana. Cuando el ejército invasor desembarcó en ABYA YALA, encontró un continente poblado por muchas naciones que hablaban 375 mil idiomas2. Al ser expulsados del continente, mediante la guerra liderada por el emblema continental y hombre símbolo de la República Bolivariana de Venezuela, Simón Bolívar, lograron preservarse 20 mil idiomas. Sólo en Brasil, donde se hablaban más de 28 mil lenguas, los mercenarios dejaron menos de 4 mil. Hoy, a consecuencia del holocausto, en América latina sólo sobreviven menos de 1.750 idiomas.
 
Los españoles encontraron una cultura superior
 
España nunca inventó nada ni aportó conocimientos a la ciencia. De cada 10 inventos, seis desarrollaron los chinos, tres los árabes y uno Europa. Decir que estos países ex - colonia española, deben a España su civilización y “desarrollo” no es una información cierta. España se alzó un botín de saqueo de 28 millones de toneladas de oro y 21 millones de toneladas de plata. De todos los puertos de Abya Yala las riquezas salían en tropel, los buques zarpaban llevando en sus bodegas toneladas de oro, plata y piedras preciosas. Las españolas vistieron las telas más lujosas de finos brocados, tejidas por mujeres indígenas de mano fina. Bellísimas joyas y pomposos adornos.
 
Las civilizaciones de Abya Yala alcanzaron etapas de gran esplendor en el campo de la medicina. Ejemplo clásico: los Paracas, médicos cirujanos incas, practicaron trepanaciones craneales utilizando fresas de diamante, para intervenir pacientes con patologías craneales o neuronales. La cirugía Inca ha sido la más perfecta de las civilizaciones que nos han antecedido a través de cinco mil años; y su mérito se fundamenta en haberse efectuado en pacientes con vida, y no en cadáver. Y la mayor gloria científica de los Incas se inmortalizó porque el paciente sobrevivía a la operación. Algunos cronistas que tangencialmente lograron romper la manipulación de las crónicas de los vencedores, como Sylvia Hilton en “Fuentes Manuscritas para la historia de América”, y confirmada por la arqueología forense, convalidan que, Los Incas, descendientes de los pueblos Colla que habitaron el altiplano del lago Titicaca, construyeron un gigantesco observatorio astronómico en la Isla del Sol, donde se han encontrado datos astronómicos y descripciones sobre cartas estelares.
 
junto con los Mayas, provenientes de los Toltecas, antiguos pobladores de la llanura central de México, descubrieron 7.800 estrellas fijas - término astronómico de hoy -, pero los Incas y Mayas conocían el movimiento vibratorio estelar, las cuales catalogaron dentro de un sistema de coordenadas elípticas, un catálogo estelar elaborado tres mil y más años antes de Hiparco, ciudadano griego egresado de la universidad de Alejandría y considerado el astrónomo más relevante de la antigüedad, a quien se le atribuye el descubrimiento de 1.080 estrellas 120 años antes de Jesús, promotor de la revolución palestina contra el colonialismo romano.
 
Conocieron la oblicuidad de la elíptica, calcularon la distancia de la tierra a la luna, el concepto de longitud y latitud geográfica, el diámetro de la tierra y, sobre las ciencias superiores del cálculo, diseñaron el HAAB o calendario de 365 días, 35 siglos antes de Cristo4 - que sirvió al papa Gregorio XIII para corregir el desfase calendárico del antiguo calendario Juliano que fechó equivocadamente el “12” de octubre de 1492 como día del “descubrimiento de América”
 
21 de octubre de 1492, inicio de la sangrienta invasión
 
El “12" de octubre de 1492, según el calendario Juliano, la tripulación de la Pinta, que durante 2 meses y 18 días viajó a la vanguardia por ser la carabela más liviana y ligera, avistó los Cayos de Samaná en las Bahamas.
 
Mientras la Marigalante, carraca donde viajaba Colón, fue separada del convoy por un fuerte temporal que la alejó de la costas, y ante la imposibilidad de comunicarse a través de luces de situación de las naves, Martin Alonso siguió el rumbo trazado y recaló en Samaná el 21 de octubre de 1492 según el calendario actual, 18 horas antes del desembarco de Colón.
 
Cuando Martin Alonso Pinzón, capitán de La Pinta, pisó las playas de AbyaYala en los cayos de Samaná, y no en isla Quisqueya - San Salvador o La Española -, como afirmaron los cronistas de la época, regía en Europa el antiguo calendario Juliano establecido en el año 46 antes del nacimiento del líder palestino con menos 9 días de inexactitud con relación al actual. En 1.582, el viejo calendario que venía rigiendo antes de Jesús, el cristo revolucionario de la provincia de Galilea, fue reemplazado por el calendario Gregoriano quien posteriormente corrigió el desfase calendárico tomando como referente el calendario Maya. Que cronometraba el recorrido de la tierra alrededor del sol en un período de 365días, 6 horas y 9,1626 minutos.
 
En consecuencia, Martín Alonso Pinzón se encontró con el “Nuevo Mundo" el 21 de octubre de 1.492. Según la ecuación, 12 de octubre más 9 días adicionales tomados del calendario Maya, precisa fecha exacta el 21 de octubre.
 
Giro torcido de la historia
 
El giro torcido a la versión histórica sobre la destrucción de una cultura y el holocausto de una civilización, radica en que los españoles escribieron falseando las primeras páginas de la historia. Y son ellos quienes continúan escribiéndola.
 
De 475 millones de aborígenes extinguidos, sólo registraron 75 millones;   de 160 millones de negros, víctima de una verdadera máquina de secuestro, sólo registran 18 millones. En las fuentes históricas, engavetadas en los archivos del Vaticano, Nápoles, Florencia y Sevilla – hoy parcialmente desclasificadas -, consta que el tráfico de esclavos se hizo a escala de 80 millones de negros por siglo. Dentro de un proceso de esclavitud que se prolongó durante 200 años.
 
Juan Antonio Llorente, historiador del “santo oficio”, asegura que durante la inquisición ejercida en los siglos de ocupación por las tropas españolas, la iglesia cristiana quemó más de diecisiete millones de indios y otros dieciséis millones sufrieron penas infames, pero investigadores como Gams y Hefele hablan sobre la minimización de estas cifras.
 
Sobre los españoles escribió López de Gomera: “Las tropas de Cortés eran hordas bárbaras; Balboa tenía una vida de rufián; Enciso, reconocido en España como temido bandolero, arrojaba los cadáveres de sus víctimas a los despeñaderos; Pedro de Heredia mató indios, tuvo maldades, crímenes y pecados por lo que vinieron a España presos, atados con cadenas de hierro, él y su hermano Alonso de Heredia4. En el régimen de Pedro de Heredia, murieron en Yucatán 37 millones de nativos; Federman, lugar teniente de Alfinger, era muy cruel, desató una carnicería de indios. De 28 millones de nativos quedaron 18 mil en 40 años”. En las naciones inca, Pizarro, Almagro y su ejército mataron 49 millones de aborígenes. Los habitantes de estos pueblos, como los de Santo Domingo, se suicidaban en masa y las mujeres se negaron seguir pariendo.
 
De 42.062.571 kilómetros cuadrados de superficie continental de Abya Yala, propiedad indígena, habitado pacíficamente durante milenios, dedicados a la ciencia, a las artes bellas, a la teología de sus dioses basada en la astronomía, fueron despojados violentamente por la espada y la cruz mercenaria de los españoles y enajenados a su descendencia criolla y feudal. La premisa fue un holocausto, un crimen de extinción étnica, considerado por el derecho internacional delito imprescriptible de lesa humanidad.
 
Los indígenas han dejado de ser, ningún representante nativo está acreditado ante las Naciones Unidas, tampoco idioma alguno goza de estatus oficial en ningún estado moderno de América. Excepto en la República Bolivariana de Venezuela, donde la educación se imparte en 38 idiomas indígenas, con sus respectivas publicaciones y literatura. Y consagrada en su legislación, idiomas oficiales.
 
El único legado de la “madre patria” durante la invasión fue su vector biológico. Como agentes portadores de un gen extraño, diseminaron esporas, bacterias y virus desconocidos a escala continental. Desde la operación mercenaria española, América Latina ha tenido que disponer cuantiosos recursos de su producto interno bruto para atender patologías clínicas de las extrañas infecciones y enfermedades raras que dejaron, en lugar de invertirlos para ofrecer bienestar a los pueblos latinoamericanos, especialmente a los niños. Hoy, los antiguos descendientes del continente Abya Yala, siguen exigiendo justicia ante la Corte Penal Internacional, a un holocausto, considerado por el derecho internacional crimen imprescriptible de lesa humanidad.
 
Notas
 
1-         Historia de las Indias, Fraile Bartolomé de las Casas
2-         Nuestra América Programa radial cultural, Radio Habana cuba, 1973
3-         Memorial de Sololá, Chumayel
4-         Historia General de las Indias, Francisco López de Gómera
5-         Chilam Balam, Anales de los Cacchiqueles, Chumayel
 
 
 
 
 
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