La renuncia de Benedicto XVI o la crisis del largo Pontificado Juan Pablo II-Benedicto XVI

14/02/2013
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La renuncia del Papa pone de manifiesto, en primer lugar, la profunda crisis de la Iglesia-Pueblo de Dios-Comunión de hermanas y de hermanos. En segundo lugar, la crisis de la eclesiástica o el aparato vertical de gobierno y de dominio, en sus diferentes niveles: congregaciones vaticanas, diócesis, parroquias, seminarios, congregaciones religiosas... En tercer lugar, la crisis del Estado de la Ciudad del Vaticano, habitado por rivalidades, intrigas y corrupciones propiciadas por cardenales y sus seguidores: monseñores y clérigos. En cuarto lugar, la crisis de la Doctrina Social de la Iglesia, que no ha tenido la voluntad de criticar a fondo y poner en tela de juicio el neoliberalismo que se instaló desde los inicios de la década de los ochenta y del neoliberalismo salvaje, reinante y triunfante desde la primera década del siglo XXI. La dictadura del llamado “mercado”, de los bancos y de las instituciones financieras. Cuando los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, no bastaba con algunos tímidos textos. Son necesarios y son urgentes hechos concretos y ejemplares, es decir, hechos proféticos. Pero no han tenido lugar desde arriba. Desde abajo sí que ha habido gestos hasta heroicos, de solidaridad con las víctimas de los bancos y del sistema financiero, pero no bastan para frenar la deshumanización y la crisis humanitaria de millones de ciudadanos y de ciudadanas. Desde arriba no han tenido lugar porque los dineros del Vaticano y otras instancias e instituciones eclesiásticas y religiosas, se gerencian y se gestionan no sólo con la lógica el sistema capitalista, sino corriendo allí donde se gana más, con métodos especulativos que no tienen ética y son inmorales.
 
Benedicto XVI se retira porque ya no tiene la energía suficiente para poner orden en ese mundo de ambiciones de la burocracia eclesiástica. ¿No quiere seguir siendo cómplice? Su avanzada edad ya no le permite hacer seguimiento y analizar a fondo lo que sucede al interior y al exterior de las murallas vaticanas. Eso ha quedado claro en su declaración de renuncia como por las explicaciones del sacerdote Lombardi, S.J., el responsable de la oficina de comunicaciones del Vaticano. Su salud es deficiente pero no fue la razón fundamental. Sigue lúcido pero con pocas fuerzas físicas. Afirmó Lombardi: “No es demisión por enfermedad, sino por razón personal”.
 
Benedicto XVI “se va” pero siguen vigentes los hechos recientes que han prendido las alarmas: los crímenes de pederastia de obispos y sacerdotes. Todo lo relacionado con la filtración de documentos o el “Vatileaks”. Las acusaciones, desconfianzas, investigaciones y protocolos impuestos por la Comunidad Europea y la Fiscalía del Estado de Italia, por el lavado de dinero en el banco vaticano o Instituto para la Obras Religiosas (IOR), llamado antes sacrílegamente, Banco del Espíritu Santo... Los escándalos económicos han sido recurrentes.
 
Según la revista italiana “Panorama”, citada en un artículo de “Religión Digital”, con fecha del 14 de febrero, Benedicto quedó muy impresionado con el Informe que le presentaron tres cardenales, en diciembre de 2012, sobre la filtración de documentos. En su lectura descubrió la “fuerte resistencia de la Curia al cambio” y “a la transparencia”, “la extendida resistencia de la curia”, a tal punto que solamente le comentó su estado de ánimo, a su hermano, el sacerdote, Georg.
 
Su renuncia muestra, con sobrada razón, la convicción eclesial fruto de los hechos tozudos de la historia, que desde hace muy largos años repite la sabiduría del pueblo creyente, (“Vox populi”), cuando afirma: “El Papa reina pero NO gobierna”. Y mucho menos cuando faltan las fuerzas físicas, por la usura de los años.
 
Aunque la historia no se repite, hay hechos que señalan algunas constantes cuando se trata de algunas situaciones como la que acontece en estos días en la Iglesia. Cabe una pregunta: ¿Con la renuncia del actual Papa, se acaba el muy largo pontificado Juan Pablo II - Benedicto XVI? Pontificado no sólo conservador y restaurador de teologías y prácticas anteriores al Concilio Vaticano II, sino que, por los hechos, dejó bastante a la deriva lo que llamo “los monseñores del Vaticano”, ese aparato burocrático-eclesiástico que se auto-reproduce por padrinazgos y nuevas formas de nepotismo. “Monseñores del Vaticano”, lejos del sufrimiento de los pueblos y con un alto estilo de vida. “Monseñores del Vaticano” muy difíciles de reformar. “Monseñores del Vaticano” que fueron los primeros en oponerse al Concilio Vaticano II.
 
El largo Pontificado Juan Pablo II-Benedicto XVI va desde octubre de 1978, año de la elección de Juan Pablo II hasta el 28 de febrero de 2013, día del retiro de Benedicto XVI, es decir, 35 años. Ratzinger fue elegido papa el 19 de abril de 2005. Si bien han sido dos papas totalmente diferentes como personalidades, han sido dos papas altamente complementarios y muy semejantes en sus líneas teológicas, pastorales, eclesiales, ecuménicas, políticas, económicas, de cara a la ciencia...
 
Nada de progresismo y pensamiento teológico de avanzada y mucho menos si se trata de la Teología de la Liberación. Negativa a los nuevos estilos de vida en lo lógica del Jesús pobre...
 
Ecuménicas. Las otras iglesias no son iglesias, la única verdadera Iglesia es la Iglesia católica. Las grandes religiones tampoco tienen la Verdad sobre Dios...
 
Políticas. Establecimiento del mayor número posible de relaciones diplomáticas. Casi se triplican con relación a las que había bajo Pablo VI. Hoy, el Estado de la Ciudad del Vaticano tiene relaciones diplomáticas con unos 180 estados del mundo. Se han firmado concordatos y convenios favorables a la Iglesia católica. Se ha dado prioridad al juego diplomático, según el cual un Jefe de Estado (el papa es Jefe de Estado) no critica a otro Jefe de Estado y sus políticas. Por tanto, la aceptación acrítica de las dictaduras y sus violaciones a los Derechos Humanos. Inclusive colaboración, como la del nuncio y obispos, en Argentina, en tiempos de la dictadura, con la dictadura.
 
Fruto de esa diplomacia se han establecido los obispados castrenses, financiados por los estados. Diócesis militares que no han levantado la voz contra las violaciones a los derechos humanos dentro de las instituciones militares.
 
Económicas. Graves y grandes silencios con relación al neoliberalismo salvaje porque las riquezas de las instituciones eclesiásticas irrigan y apalancan el neoliberalismo, como ya se explico más arriba.
 
Mirada semejante entre los dos papas, sobre diferentes cuestiones relacionadas con la sexualidad, la bioética, etc. Se retroalimentaron.
 
Para las católicas y los católicos con suficiente información, no es un secreto que el cardenal Ratzinger fue uno de los grandes electores, sino el elector principal del cardenal Woytila, a quien conocía muy bien y entre quienes había ya una enorme cercanía de pensamiento. El joven teólogo Joseph Ratzinger llegó al Concilio Vaticano II (1962-1965) como teólogo progresista y de él salió como teólogo en involución. Allí conoció a los cardenales, obispos y teólogos que no querían cambios de fondo, entre ellos, el arzobispo de Cracovia, quien se opuso a la tesis teológica de la Iglesia como Pueblo de Dios-Comunidad de hermanos y de hermanas, como lo atestiguó, apenas elegido papa, el teólogo francés Marie Dominique Chenu, de la O.P., quien hizo parte de la misma comisión de análisis sobre la Iglesia. Para Woytila, la Iglesia era y debía seguir siendo, en primer lugar, la jerarquía. La jerarquía manda y el pueblo creyente obedece.
 
En 1984, el periodista Vittorio Messori, publicó una larga entrevista con el cardenal Ratzinger, bajo el título de “Informe sobre la Fe”. Ahí Ratzinger explayó su involución. Hace algunos meses el papa Ratzinger afirmaba que los únicos maestros en la fe son los obispos, para restarle peso a los teólogos y a las teólogas y otros pensadores y pensadoras progresistas, en la Iglesia. No en vano, mientras fue inquisidor, enjuició, llamó a examen, descalificó y condenó a más de cien teólogos y teólogas. Algunos fueron, inclusive, excomulgados. Tarea que continuó quien fuera su sucesor como inquisidor, el cardenal salesiano Tarcisio Bertone, hoy Secretario de Estado, candidato como “papabile” y el responsable del proceso electoral o “Camarlengo”. Ayer muy cercano a Benedicto. Pero hoy, según la revista italiana Panorama, llevado por la ambición, está “lejos” del Papa. La tarea de perseguir a la teología progresista la ha cumplido muy bien el nuevo inquisidor alemán, el obispo Müller. No lleva siquiera un año y ya ha condenado a varios teólogos.
 
Es posible que no termine este largo “pontificado”, y menos si es elegido el cardenal Tarcisio Bertone, quien fue para Benedicto XVI, lo que el cardenal Ratzinger fue para Juan Pablo II, guardando las debidas proporciones porque Bertone no tiene la talla teológica de Ratzinger. Es preciso tener en cuenta que Bertone no tuvo la fidelidad a Benedicto, que Ratzinger sí le tuvo a Juan Pablo II. Como comenta algún analista, las ambiciones de Bertone lo alejaron de Benedicto XVI y se colocó “en contra”. ¿Hará parte de “los cuervos”, como llamó un columnista a un sector de los “monseñores del Vaticano”. “El Papa no anda entre palomas sino entre “cuervos” y “halcones”.
 
Cuando el papa Woytila terminaba su pontificado, el cardenal Ratzinger ya se había fabricado su propio espacio. Se le respetaba y admiraba por su mano dura a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe o nueva inquisición, desde 1981. Con poder e influencia, brillaba con luz propia y su ascendencia fue grande en el proceso electoral. Lo que le permitió impulsar su candidatura. Hecho que tampoco es un secreto para las personas informadas. Ahora participa en la selección de su sucesor, con plena lucidez mental. ¿Esto querría decir, que será elegido un cardenal que asegure la línea teológico-política Woytila-Ratzinger, pero con capacidad para frenar “la corruptela” dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano?
 
Pero hay un vacío: ningún cardenal brilla con luz propia, ninguno tiene una fuerte ascendencia, ninguno va con votos “propios”, es decir, ganados por su protagonismo eclesiástico y/o eclesial.
 
No será fácil para el nuevo papa manejar la herencia que deja el muy largo pontificado Juan Pablo II-Benedicto XVI: el de una Iglesia en crisis, un Estado de la Ciudad del Vaticano, decadente y una Doctrina Social Católica que no da la talla que exigen los “signos de los tiempos”.
 
Reflexiones sintéticas sobre las diferentes crisis
 
Primero. Iglesia en crisis: la vida de la Iglesia, por la involución del Concilio Vaticano II, se rige más por la lógica de la religión que por la lógica de Jesús de Nazaret. Importan más los ritos y rituales, que causan abundantes ganancias, que la denuncia y el anuncio, a pesar de que se hable desde los años noventa de la Nueva Evangelización. Importa más el cumplimiento de la Ley, el Código de Derecho Canónico, que la búsqueda teológica. Se han seleccionado miles de obispos y de sacerdotes dóciles y obedientes al sistema eclesiástico. Los dos papas han nombrado obispos conservadores, que a su vez ordenan como sacerdotes a jóvenes conservadores. Los jóvenes utópicamente pensantes no caben en los seminarios. Millones de files se han retirado, ya sea porque prefieren la indiferencia en materia religiosa o porque abrazan las llamadas “iglesias cristianas”, de muy nueva generación. Iglesias organizadas alrededor de un “clan” familiar. Unos ciento cincuenta mil sacerdotes dejaron el ministerio. Hay muy pocas vocaciones al sacerdocio y para la vida religiosa o vida consagrada. Se sigue sosteniendo el celibato sacerdotal obligatorio. En Europa occidental, las comunidades religiosas femeninas desaparecen vertiginosamente. La Mujer sigue siendo una creyente de segunda categoría. Millones de fieles no escuchan el Evangelio y se quedan sin la eucaristía porque no se llama a los sacerdotes retirados que sí quieren volver al ministerio, no se ordenan hombres casados, no se ordenan mujeres. En los países de Europa occidental, las Iglesias son más un recuerdo histórico que una realidad viviente. Y se les quiere revivir con clero importado que llega con otra cultura y no entiende los cambios acaecidos. El colonialismo religioso, del “sur” al “norte” no tiene cabida en los países de la postmodernidad. Se cierran y venden cientos de templos y conventos. Las búsquedas e iniciativas teológicas progresistas han sido acalladas por la inquisición. América Latina, a pesar de la Teología de la Liberación, condenada por Ratzinger en dos documentos en 1984 y 1986, debe consumir la “teología” vaticana. Ni siquiera a la teología llamada católica, fruto del Concilio, se le permite entrar por la puerta grande en los seminarios de América Latina, salvo excepciones. Las jóvenes iglesias de África no tienen libertad, si se salen del libreto vaticano. Además, no tienen economía propia. Son dependientes.
 
Segundo. Un Estado de la Ciudad del Vaticano, decadente y escaso de ética, en su manejo interno. Las cuestiones se ventilan no con la lógica del Evangelio sino con la lógica política propia de los estados, con intereses personales muy marcados, con favoritismos fruto del arribismo de clérigos burócratas o nuevo nepotismo, con zancadillas a diestra y siniestra y con acciones corruptas. Circula “la corruptela”, como calificó la situación el cardenal Viganó, hoy nuncio en Estados Unidos. Articulistas calificaron a un sector de cardenales y monseñores de “cuervos”, “halcones” “mafias”..., en el contexto del escándalo por los “Vatileaks”.
 
Importa más el Estado de la Ciudad del Vaticano que la Iglesia-Pueblo de Dios-Comunidad de hermanos y de hermanas. El gasto en el sostenimiento del Estado de la Ciudad del Vaticano, de sus dependencias, oficinas, personal y de unas 180 relaciones diplomáticas por el Planeta, es monstruoso. Los diplomáticos vaticanos se forman en una escuela cerrada o academia especial, a mucha distancia de la pastoral comprometida, muy lejos del barro y del lodo en que viven millones de católicas y de católicos.
 
Tantos obispos y clérigos en las nunciaturas y en el juego diplomático, no tienen ninguna justificación en el Evangelio de Jesús de Nazaret. Ni para la Iglesia Pobre que debe ser iglesia de los Pobres. Si ese dinero se utilizara para formar y organizar laicas y laicos comprometidos con la Nueva Evangelización, otra cara tendría la Iglesia-Pueblo de Dios-Comunidad de hermanas y de hermanos.
 
Tercero. Una Doctrina Social de la Iglesia permisiva con el neoliberalismo salvaje. Ese largo pontificado (1978-2013) abandonó la Iglesia Pobre y de los Pobres, pregonada durante el Concilio Vaticano II. Durante ese periodo crecieron la pobreza y la injusticia. Los ricos fueron más ricos y los pobres fueron más pobres, porque se abandonó la denuncia y la crítica, desde los hechos y al calor de los acontecimientos. La crisis de España y de Italia, países del llamado primer mundo, son evidencias claras y contundentes.
 
Ese silencio tiene su lógica y explicación: las inmensas riquezas de la iglesia, en todas sus vertientes, Vaticano, diócesis, parroquias, congregaciones religiosas, universidades y colegios católicos, no sólo circulan, sino que mueven y promueven las finanzas del sistema bancario. Aún más, son colocadas, salvo excepciones, allí donde reina la especulación financiera. Se busca el máximo rendimiento, la máxima ganancia, el mayor beneficio.
 
Las riquezas de la Iglesia, en todos sus formas y expresiones, se gerencian con métodos capitalistas. Alimentan y sostienen el sistema capitalista. Son soporte para las altas especulaciones, sin ética y sin moral.
 
Admirable la renuncia y demisión de Benecito XVI. Pero complicada y muy compleja la elección del nuevo papa. Pero aún más complicado y complejo el desarrollo de la autoridad pontifical en las circunstancias descritas, para el sucesor 266 de San Pedro.
 
Bogotá, Febrero 15 de 2013.
 
- Héctor Alfonso Torres Rojas es Licenciado en Teología y Sociología. Director de las desaparecidas revistas: Solidaridad, Aportes Cristianos para la Liberación y Utopías, Presencia Cristiana por la Vida.
https://www.alainet.org/es/articulo/164619?language=en
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