Guerrear y negociar con las FARC: ¿tragedia sin desenlace?

13/02/2013
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Es cierto, todavía con apacible polisarcia, pero muy circunspecto Marcos Calarcá, negociador de las FARC, ha dado un parte de tranquilidad, lo cual no está nada mal: “Aquí en La Habana nadie ha intentado levantarse de la mesa”. “Todo sigue su curso normal”… Como en cualquier mesa técnica de Planeación Nacional podría agregarse, si se piensa en ese aire de sosiego profesoral con el que el hombre hace su afirmación.
 
Sin embargo, el ascenso en las amenazas mutuas y en los ataques reales no deja de poner de manifiesto las dificultades estructurales de una negociación en la que los enemigos siguen combatiéndose mientras conversan, algo que no es necesariamente fatal; pero que sí lo puede llegar a ser, si además, como sucede, no hay indicios ciertos de que la fuerza subversiva haya llegado a la convicción de transformarse solo en partido legal; y por otra parte de que las élites gobernantes estén en disposición de darse realmente la pela en materia de transformaciones agrarias. Son todas estos los desencuentros que aun anidan en la base que da lugar a las vulnerabilidades del proceso de paz.
 
Ahora, como si faltaran razones para inquietarse por las negociaciones en La Habana, las FARC les sembraron un minado adicional. Sin hígados, sus comandantes no sólo reconocieron que su grupo hizo prisioneros a dos policías; además soltaron la bomba de que “se reservaban el derecho” a retener a los militares que cayeran en sus manos. Por cierto, deslizaron en su comunicación amenazante la idea de que a sus ojos no estaría derogada su fatídica “ley” sobre secuestros extorsivos con miras al recaudo criminal de sus finanzas.
 
Si en algún momento, hubo quienes imaginaron que La Habana iba a ser esencialmente distinta a El Caguán y que en esta ocasión las conversaciones llevarían directo a una paz firmada, la equivocación no podía sino nacer de unos deseos bien intencionados que sustituían la crítica razonada sobre las leyes de la guerra y la negociación.
 
La agenda y la guerra cotidiana
 
El pre-acuerdo alentador en torno de una agenda entrañaba sin embargo un defecto en el dominio que se tiene sobre el campo visual del proceso. Ocultaba otra faceta de la negociación; su cara oculta de la luna; esto es, el trámite mismo de la guerra, no menos importante que los asuntos programáticos en los que hay que hacer concesiones.
 
Se trataba de un aspecto tanto o más oculto, a pesar de la crueldad visible del enfrentamiento y de las balas que zumban, cuanto que las partes –gobierno y guerrilla- lo dejaron por fuera de la mesa; es decir, lo proscribieron de cualquier intercambio de posiciones susceptibles de convertirse en acuerdos. Y lo hicieron así sobre todo por exigencias del gobierno, preocupado por el hecho de impedir que se le debilite la unidad en el seno de las élites, bajo el pretexto de que él les da respiro a las fuerzas desestabilizadoras de la seguridad. (Aunque la verdad sea dicha nada de eso impidió que se le abrieran a la más furiosa oposición las huestes uribistas).
 
Lógicas del conflicto
 
En el conflicto armado concurren, según algunos teóricos, Th. Schelling por ejemplo, dos tipos de motivaciones; las mismas que siendo contradictorias sin embargo se mezclan. Las primeras son las de acabar con el otro. Las segundas son las de evitar que por dicha causa, me vaya peor, sin poder conquistar ya nada o casi nada.
 
No siendo posible aniquilar al enemigo, la negociación surge como la necesidad de afirmar las razones que tienen que ver con el hecho de ahorrarme unos costos irreparables, al tiempo que aseguro algunos beneficios, aunque no le inflija una derrota al que se me opone; eso sí, aceptando por otra parte que él también logre unas ganancias. Es, naturalmente, la forma de detener el viaje sin retorno hacia el conflicto total; la guerra químicamente pura; la que Clausewitz caracterizara como lógica abstracta de la guerra.
 
Reciprocidades positivas y negativas
 
Ahora, si la ciencia de la negociación consiste en incrementar la reciprocidad ya no en las acciones de distanciamiento sino en las de acercamiento, ésta que discurre en La Habana parece entrar en la mala hora de evidenciar su incapacidad no digamos ya para aumentar los encuentros mientras se disminuyen las hostilidades sino para ni siquiera impedir su escalada. Que es a lo que paradójicamente asiste el país.
 
Todo un efecto de espiral: otra vez los prisioneros o secuestrados en manos de la guerrilla (más exactamente, retenidos hasta ahora, mientras esperan ser devueltos a las autoridades como lo ha ofrecido esta última). Y también, por otro lado, la continuación de bombardeos sin descanso por parte del Estado contra los campamentos que sean detectados por sus servicios de inteligencia.
 
Es el “regreso” de las leyes de la guerra, que en rigor no han sido abandonadas en momento alguno. Es claramente su intensificación.
 
Efectos en la política
 
Se trata de esa dialéctica letal por la que camina el otro tipo de motivación; la de destruir al enemigo; al menos, la de causarle severos daños. Al poner en alza las acciones de la guerra, los enemigos-socios –gobierno y FARC- consiguen además unas repercusiones en el mundo político muy probablemente extrañas a los propios intereses que labran en la mesa de conversaciones.
 
Debilitándose entre sí no hacen más que bombear el combustible requerido por la oposición encabezada por el ex – presidente Uribe Vélez, empeñado en robustecer su tal “Centro Democrático Puro”, al tiempo que socava la legitimidad de un Presidente al que quiere volver cisco, según presumen los miembros de su círculo más cercano.
 
Uribe no tendrá pudor alguno en magnificar los hechos de la guerra, utilizando en su favor el dolor que ellos causen. No se detendrá ante ninguna norma en la ética del discurso. Ahora que entramos al año pre–electoral promoverá una guerra lingüística, ella también carente de cualquiera regularización, una especie de todo vale en lo que se debate públicamente. Ya una negociación como la que se adelanta en la capital cubana sin que su desarrollo suponga una disminución duradera de los combates, corre el riesgo de deslizarse en el fangal de unos dilemas irresolubles, de modo que su empantanamiento termine por hacer frotar las manos de felicidad entre los enemigos del proceso.
 
Así, en caso de distensión bélica entre las partes, el gobierno le dejaría el terreno abonado a sus opositores, deseosos de señalarlo como un sujeto débil y cobarde frente al “terrorismo”, cuando éste ni siquiera hubiere abandonado las armas. Al contrario, si como es su estrategia –nada de tregua bilateral-, mantiene sobre su enemigo una presión militar gigantesca, promoverá eventualmente la escalada, de modo que el aumento en las acciones guerreras será aprovechada como demostración de que la negociación no pasará de ser una entelequia; un empeño vano.
 
Uribe Vélez pretenderá sacar ventaja si hay más guerra y también si esta se atenúa. Ungana – gana perfecto pero perverso. Pues hará descansar los cálculos para su utilidad no solo en el posible descrédito de Santos sino en el debilitamiento del proceso negociador; susceptible este último de caer en el estancamiento y de ser sometido a un reversazo del gobierno, después de que éste vea cómo se les esfuma el respaldo de la opinión en proporcione sensibles.
 
Las fragilidades del proceso
 
Vistas de ese modo las cosas, la salvación de un proceso de negociación, débil y lento, aunque esperanzador en materia de progreso social y cultural (un poco más de equidad y un poco menos de intolerancia) está sólo en manos de quienes precisamente se matan como enemigos; en quienes se excluyen en medio de los fuegos incandescentes de la guerra; pero a los que la historia, y solo ella, los convoca para sustituir eficazmente la lógica del aniquilamiento por la lógica de la colaboración mutua.
 
En razón de un juego inverosímil de carambolas sorprendentes, es la cooperación el único factor para conquistar una paz que es mal mirada por terceros. Una paz que por lo visto no pareciera merecer de los contendores el compromiso de grandes concesiones mutuas, para evitar que el conflicto armado sea la eterna tragedia sin desenlace.
 
Ricardo García Duarte
Politólogo y abogado - ricardogarciaduarte.wordpress.com
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 338
Semana del 8 al 14 de febrero de 2013
Corporación Viva la Ciudadanía
https://www.alainet.org/es/articulo/164553
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